Dijo que de chica era mudita, pero hablando se le pasó.
Dijo que empezó dando talleres en el teatro Ift por
necesidad, cuando la echaron por subversiva de la Caja de Industria y Comercio.
Pero después los siguió dando por felicidad, durante 45 años.
Se autodefine como despistada, pero en los cuentos
recomienda saber adónde vas, antes de encarar el primer borrador.
Dijo que fue rebelde hasta que tuvo que subirse al ring para boxear contra Raúl Parini.
Nombra con generosidad a todos los de su grupo, empezando
por Abelardo Castillo. Vicente Battista, Ricardo Piglia, Humberto Costantini,
Miguel Briante, Isidoro Blaisten, Irene Gruss, Annie Haslop, Bernardo Jobson,
Sylvia Iparraguirre y otros nombres célebres de varias épocas con los que hizo “El
grillo de papel”, “El escarabajo de oro” y “El Ornitorrinco”. Se refiere a los
existencialistas con especial respeto, y nos habla de la correspondencia que
mantuvieron con Sartre y con Cortázar. Dice provenir de una tríada de
iluminados: Marechal, Borges, Arlt. Fue maestra literaria de cantidad de
autores que hoy son exitosos colegas: Samantha Schweblin, Inés Garland, Guillermo Martínez, Mori Ponsowy, Pablo
Ramos, Silvia Schujer, Marcelo Caruso.
Se ríe constantemente. Habla y mueve las manos. Hace crujir su silla con energía, como si bailara en ella. Toma vino, come empanadas, se prepara para los dulces con ansiedad. Ayer tuvimos el privilegio de estar con una niña de 82 años que nos dio una clase magistral de literatura y vida. Hasta nos leyó tres poemas, inéditos y bellísimos. Liliana Heker, la escritora namber uán de Argentina. Una delicia de persona. ¡Te amamos, Lili!
Acerca de las ideologías (a partir de una explicación de “La
fiesta ajena”): ”A los 12 años leí “Los Miserables” y ya sabía de qué lado del
mundo iba a estar. Más allá de todas las cosas que después se puedan
fundamentar, hay algo esencial: si uno tiene una manera de pensar, la ideología
no puede negarse. Aparece sola en la ficción.”
Sobre Leopoldo Marechal: “Los intelectuales de su época eran
todos de izquierda, no le perdonaban que fuera peronista. Pero su estética no
coincide con la peronista, por lo que el peronismo tampoco lo quería. Sábato
fue el que lo dio a conocer. El año en que Marechal publicó “El banquete de
Severo Arcángelo” y le reeditaron “Adán Buenosayres” fue el período de su
reconocimiento popular. Pero le duró poco, porque después viajó a Cuba y quedó
encantado con los cubanos, que hasta le cantaron la marcha peronista. Entonces
volvió y contó lo que había visto en un reportaje para la revista Primera Plana,
por lo que le llegó otra vez la clausura. Ahí tuvo otro exilio, ya no un
autoexilio, sino de verdad. Pero nunca fue un tipo resentido, eso también hay
que decirlo. Era maravilloso escucharlo contar por qué se había hecho peronista.
Su papá, que había sido un obrero calificado, se había terminado muriendo por
una enfermedad porque tuvo que ir a trabajar de todas maneras. Las leyes de
protección a los trabajadores vinieron después, con Perón. Cuando vos estabas
con Marechal, te volvías peronista y cristiano.”
Sobre el cuento: “¿Dónde empieza una historia? ¿En qué
momento, en qué lugar? Decidir eso es tener el cuento. Cuando vos conseguís una
buena frase -“Todo empezó con el viento”, por ejemplo, de "Cuando todo brille"-; cuando
tenés la voz y la anécdota, solamente te queda sentarte a escribir. Por
supuesto que se te ocurren otras cosas inesperadas: algunas sirven, otras no.”
Sobre el estilo indirecto libre: “Es una tercera persona muy
pegada a la primera; la usé y uso mucho, creo que la descubrí sin tener la más
remota idea, cuando escribí “Retrato de un genio”. Meterme en la cabeza de esa nena
de 8 o 9 años me hizo encontrar una voz. Yo tenía 19. No me salió una primera
persona, sino esa tercera donde continuamente estoy contando ayudada por los razonamientos
de Mariana. Después me enteré de que esa forma de narrar se llamaba indirecto
libre. La teoría literaria se nutre de la creación; cuando la creación quiere
demostrar cosas de la teoría literaria entra en un punto muerto. Yo no sabía
nada de teoría literaria, simplemente hice actuar así a mi personaje y funcionó.
A veces uno practica algo y no funciona, hay que estar atento. Lo maravilloso
que tiene la literatura es que uno puede hacer lo que no pudo hacer en la vida:
corregir lo que le salió mal."
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