9.7.25

IR AL PASADO / LA AGENDA REVISTA

 


          Nos seducen los viajes en el tiempo porque nacimos adentro de uno que nos lleva del presente al futuro, de manera irreversible. Esta es una verdad barata, pero me sirve para empezar a pensar. También podemos afirmar que se puede viajar al pasado con los recuerdos. La memoria, para los que la tienen.

O podemos viajar al pasado en mente y cuerpo. Yo te tiro una pelota y vos vas a atinar a atraparla con las manos. Esta acción puede verse como una intuición, como un instinto o como un brevísimo viaje al pasado que hizo tu cerebro a algún momento anterior en el que atajaste una pelota. Lo buscaste, lo encontraste, lo trajiste al presente y lo convertiste en acción: la pelota está en tus manos.

Estos viajes (obvios, sí, pero ciertos) son realizados muchísimas veces por nosotros, a lo largo de la vida. Tienen que ver con nuestras experiencias y nuestros instantes, durante el intervalo de historia en el que habitamos el planeta. ¿Pero qué pasaría si quisiéramos ir a tiempos en los que no figurábamos, en los que no había ni noticias de nosotros, en los que no éramos ni un mero proyecto? ¿Y qué, si quisiéramos viajar hacia delante centurias enteras, hacia fechas inimaginables en el mañana? Estoy hablando de mundos anteriores o posteriores a nuestras existencias. A la Edad Media, por ejemplo.

Tal vez necesitaríamos una máquina.

 

THE TIME MACHINE

¿Qué es viajar en el tiempo? Así lo explica el filósofo David Lewis, de Princeton University: “Un viajero parte y después llega a su destino; el tiempo trascurrido entre partida y llegada es la duración de la jornada. Pero si es un viajero en el tiempo, la separación temporal entre partida y llegada no es igual a la duración de su jornada. Sale; viaja durante, digamos, una hora, entonces llega. El tiempo al que llega no es el tiempo de una hora después de su partida. Si ha viajado al futuro es más tarde; si ha viajado al pasado, más temprano. Si ha viajado muy lejos hacia el pasado, puede ser incluso anterior a su nacimiento. ¿Cómo es posible que los mismos dos sucesos, su partida y su llegada, estén separados por dos cantidades desiguales de tiempo?”

La palabra máquina quizás no sea la más adecuada para nombrar el artefacto; la relatividad nos dice que las distorsiones temporales vienen por el lado de los fenómenos gravitatorios. No se trata de aparatos mecánicos ni electrónicos. Desde 1950 en adelante, cantidad de físicos y matemáticos se han ocupado, en sus recreos, del tema. Hay decenas de nombres destacados: Von Stockum, Kerr, Morris, Yurtsever, Thorne, Novikov, Gott, Wheeler, Hiscockm, Einstein, Rosen, Gödel, Polchinski, Hawking, Rovelli. Todos ellos fueron componiendo una trama de ejercicios lúdicos, agregando teorías complementarias o disconformes, pero jamás agresivas, siempre creando en positivo. Fue como una conversación mantenida a medida que se iban descubriendo o aclarando nuevas leyes naturales, casi sin competir. La constante es que ningún físico dijo jamás que viajar en el tiempo fuera una mera ilusión desesperanzada.

La ficción los acompañó, como es debido. Desde la precaria máquina de Wells hasta las visiones de Verne, Heinlein, Asimov o Bradbury; los ingenieros de Primer, los mercenarios de Tenet, los atrapados de Coherence.

A veces los físicos se desmienten, pero en el caso de los viajes en el tiempo siempre lo hacen con simpatía y caballerosidad. Hawking, por ejemplo, antes de morir decretó que los viajes al pasado eran imposibles, debido al principio de causalidad, lo que provocaría inmensas paradojas. Donde Hawking termina sus estudios (porque se muere) larga Rovelli, un científico dedicado a la cuántica que fue aprendiz del gran Stephen. Lo primero que hace es desmentir a su maestro: en física cuántica la causa no tiene por qué anteceder al efecto. Por lo tanto es posible viajar al pasado sin despertar paradojas literarias, adentro de un agujero de gusano.

En la ficción las máquinas son especialmente divertidas: la cápsula metálica de Wells, el túnel hipnótico de Douglas y Tony, el DeLorean de Marty McFly. En “Los mundos anteriores” acabo de colaborar con una que tiene dos cilindros. Uno está acostado, de titanio. El otro cilindro está parado, y es de espuma cuántica. Tuve en cuenta las indicaciones de Hawking acerca de que no pueden viajar seres humanos sin espaguetizarse, por lo que recomienda lanzar avatares. Los míos tienen cuerpos de treinta años y están cargados con todo el saber que adquiriste en tu vida, jovato, lo que te vuelve muy inteligente con apariencia juvenil. Mejor, no vas a encontrar.

 

LA PARADOJA DEL ABUELO

Es la más conocida de todas, la que inspiró “Volver al futuro” y “Terminator”. En el sitio El Cedazo (son profesores que cuentan las cosas más inverosímiles de la física y la matemática; los amo, búsquenlo porque no tiene desperdicio) la explican así: “Una persona toma una máquina del tiempo (un agujero de gusano, o lo que sea) y regresa a un punto del pasado en donde ni él ni sus padres han nacido todavía. Esta persona se encuentra con quien en el futuro será su abuelo; toma un arma y -digamos accidentalmente- lo mata. La situación que se plantea es la siguiente: si el abuelo murió de joven, nunca habrá nacido, pongamos, la madre del viajero, ni tampoco él. Si no hay viajero, no hay asesinato. O, dicho de otro modo, el viajero mata a su abuelo sí y solo si no lo mata: esta es la contradicción. Por supuesto, no hace falta que quien muera sea el abuelo; la paradoja sería más explícita si el viajero asesinase a su propia persona del pasado.”

En “El ruido del trueno”, el aventurero que va a cazar tiranosaurios a la prehistoria puede apuntar con su carabina solo un microsegundo antes de que el animal muera de muerte natural, y caiga. Pero se pone nervioso y salta la pasarela, cayendo en la jungla. Los organizadores lo rescatan y lo vuelven al presente, donde han cambiado algunas cosas. Él se mira la suela del zapato y descubre que ha pisado una mariposa. La hipótesis de Bradbury compartida con todos los físicos que van desde la relatividad hasta nuestros días, nos dice que podemos viajar al pasado siempre y cuando no toquemos nada que ponga en peligro el curso de la historia.

 

MUNDOS PARALELOS

Hay una solución literaria para dirimir los complejos laberintos paradojales; son las que se utilizan en los “Stranger things”, en algunos episodios de “La dimensión desconocida” y la que nombra Vonnegut en “Matadero cinco”. “Escuchen, Bill Pilgrim se ha quedado atrapado en el tiempo”. Es una paralización que proviene de la conciencia (Vonnegut también la aplica al final de “El desayuno de los Campeones”, cuando somete a su personaje a un viaje cósmico relámpago). Pillgrim se ha vuelto loco al lidiar con el horror de la guerra, y queda encerrado en ese presente eterno. Va y viene sin moverse de la silla. Es una especie de prisionero de un rulo del tiempo.

“El día de la marmota” también juega con ese experimento. Y una novela nueva de la danesa Balle, “El volumen del tiempo”, lo expone de igual modo. No sabemos cómo sigue porque es el primero de ocho libros que aún no han sido publicados (es una novedad de Anagrama). Dice uno de los profesores de El Cedazo acerca de los Universos Paralelos:

“¿Por qué debería haber otros universos aparte del nuestro? Y si así fuere, ¿cómo lo sabríamos? Generalmente se dice que resuelven las paradojas de esta forma: al viajar al pasado, lo que se está haciendo es viajar hacia otro universo paralelo al nuestro, donde alguien podría perfectamente asesinar a su abuelo o impedir la muerte de Luis XVI. No existiría contradicción alguna, ya que el universo en donde el viajero nació es distinto al universo en donde el abuelo murió de joven y el viajero nunca nació.”

Lo único malo es que los cambios producidos en cada viaje provocarían la aparición de más y más universos intervenidos, algunos parecidos entre sí, tal vez, o muy diferentes, depende los disturbios que hayan ocurrido para cambiarlos. Me parece una solución fácil, decidí no adoptarla para mi libro.

Odio “Stranger Things”.

 

LA ACUMULACIÓN DE REPETICIONES

Parece un título de Ballard, pero es adonde me llevó este texto homenaje de tantas máquinas y viajantes. Los físicos elogiaron solamente dos ejemplos de la literatura y el cine, que yo sepa, en donde dicen que estos viajes tienen mayor verosimilitud. Uno, es el largo cuento “Por sus propios medios”, que Robert Henlein escribió en 1940. Otro es el film de Shane Carruth que ya nombré, “Primer”.

En el cuento se abre un portal y Wilson, que está estudiando muy concentrado, recibe una visita. El hombre es su yo del mañana, que le viene a dar aviso de una noticia importante. Hablan. El recién llegado lo convence a viajar al futuro. Wilson 1 se mete por el portal y llega a un lugar en el que le dan indicaciones precisas: tiene que regresar al presente a cumplir el plan. Wilson 1 vuelve y ve a dos Wilsons en su cuarto, porque llega inmediatamente después de que haya llegado Wilson 2. Y se descubre a sí mismo como Wilson 3, rogándole a Wilson 1 que pase el portal porque le van a dar una noticia importante. Y así constantemente, hasta que el cuarto se llene de Wilsons.

La idea de la repetición espanta a los brokers de “Primer”, que para lo único que quieren viajar al futuro es para anotar las subidas en la bolsa, volver al presente e invertir en aquellas que saben que rinden exitosamente. La primera vez lo festejan, han ganado montañas de dinero y nada raro parece haber ocurrido. Pero viajan de nuevo y se encuentran a sí mismos en el futuro, haciendo notas en la sala de la bolsa, lo que les provoca pavor. La repetición de un personaje también se ve en “Coherence”, y parece ser una constante cuántico-terrorífica. Como mínimo, esta acumulación de gente copiada pasa a ser un problemón para los deterministas einstenianos.

Carlo Rovelli dice en “Helgoland” que todo esto tiene que ver con la teoría de los “muchos mundos” de la física (anteriores y posteriores, agrego yo) y explica que hay un modo de evitar la multiplicación de mundos y de copias de nosotros mismos con un razonamiento fino. Nos lo proporciona un grupo de teorías de “variables ocultas”. La mejor de ellas fue concebida por De Broglie, el creador de las ondas de la materia, y puesta a punto por el científico David Bohm en 1950. Pero para explicar esto necesitaría aceptar la indeterminación de Heisenberg en una nota que duplicaría a la presente. Y no soy un físico cuántico, apenas si un buen lector. A veces, muy de vez en cuando, escritor.

 

PEQUEÑO DIÁLOGO DE “LOS MUNDOS ANTERIORES”, PARA TERMINAR

          “—Resulta que viajé con Crónicas marcianas en el bolsillo —comenzó Nane—. Pero llegó en blanco, sin los cuentos. La batería de Litio que también traje, sin embargo, retuvo las palabras escritas: indicaciones de voltaje, marca, numeración. No entiendo qué puede haber pasado.

          —Otro libro tal vez hubiera llegado correctamente. De Crónicas marcianas se dice que es un Jinn.

          —¿Un qué?

          —Es una expresión utilizada por Igor Novikov, que a su vez la sacó del Corán — explicó Morel—. Un Jinn es un objeto fabricado mediante una falacia temporal. Dicen que Bradbury no podía llegar con la entrega del libro en el plazo estipulado. Se había gastado el anticipo y las prórrogas, y tenía problemas con su mujer. Le quedaban dos semanas. Entonces viajó un año al pasado en una máquina del tiempo y se hospedó en un hotelucho de mala muerte, donde alquiló una máquina de escribir. Trabajó en sus marcianos y volvió al presente con el libro redactado. Para su vida solamente había pasado un minuto.

Nane frunció la nariz, como si no le creyera.

          —La otra versión es que viajó un año hacia el futuro y compró un ejemplar de su propio libro en el comercio —siguió explicando Morel—. Cuando volvió al presente no tuvo más que pasar las páginas impresas en su Remington. Las dos semanas le sobraron para la tarea. En ambos casos pudo entregar a tiempo.

          —Entiendo —dijo Nane—. Es un objeto nacido de una paradoja.

          —Algo así.

          —¿Y usted cree que Bradbury puede haber viajado en el tiempo?

—A Bradbury le creo todo —dijo Morel.”

 

“Los mundos anteriores” es la última novela de Gustavo Nielsen, recientemente publicada por el Fondo de Cultura Económica en su colección Popular.


¡Gracias, Pablo Perantuono!

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