Vicky llegó a este taller y lo primero que dijo, después de verme interactuar el día uno corrigiendo y leyendo, fue: “sos un buen mecánico de cuentos”. Es el mejor elogio que me puede decir un tallerista, porque la clínica está para eso. Reparación, balanceo y alineación de relatos, y reparación nuestra también, un poco, en nuestros balanceos existenciales. Da gusto estar con un grupo que entiende eso, y trabaja para sostener esta fidelidad/felicidad necesaria en las actividades que tanto nos involucran en lo emocional, como la escritura. Se agradece.
Leyeron Mariano, Fabiana, Pablo, Lili y Jonatan. La verdad
es que están escribiendo muy bien. Todos recibieron alguna crítica que luego
verán si les sirve o no, más alguna que otra recomendación. Repartí unos libros que obsequiaron
Chernov y Suárez, más uno de Rodrigo Urquiola Flores, escritor paceño, del que señalo
especialmente “Ashley” y “Dysneyworld” (así, con la primera i griega).
Cenamos como dioses. El picnic que nos dimos esta
vez fue epítome de las mejores comidas anteriores: hubo salmón gravlax, hubo
carnecita mechada, hubo medialunas rellenas con jamón y queso, pan casero de centeno,
un Malbec Catena Zapata DV y otro Navarro Correa cabernet Sauvignon reserva. De
postre marquise de chocolate, torta de ricota, masas finas, palmeritas, rafaelos
y ferreros con café. Banquetazo de despedida.
Y es despedida porque entramos en receso escolar. Siempre quise
decir esa dupla de palabrejas, receso-escolar, pero para alguien que no tiene
hijos es difícil encontrarle un lugar en las conversaciones. Llamémoslo recreo
o vacaciones de invierno, en las que aprovecharemos para pensar personajes y parlamentos
para la obra teatral que vamos a emprender en el siguiente paso, más una idea
de Lili que rescató de otro tiempo en la que le gustaría volver a hacer un
ejercicio de reescritura de alguna leyenda argentina, como hicimos cuando vino Jorge
Acame. Ella prometió buscar la leyenda apropiada en su enciclopedia de monstruos argentinos, la de Berta E. Vidal de Battini, editada por la Secretaría
de Cultura de la Nación en épocas mejores a las actuales. También le vamos a
copiar a Fabián Casas, de su Taller Asintomático, el ejercicio de análisis de
poemas narrativos, que en su caso lo hacen con “Dantesco”, de Roberta Iannamico
y “Epifanía” de Ted Hughes, marido de Sylvia Plath. Son poemas larguísimos, llenos de significados para
escarbar. Le vamos a dedicar el ejercicio al viejo Viel Temperley, un favorito
de nuestra clínica.
Ya tengo ganas de empezar de nuevo con todas estas cosas.
Los vuelvo a ver por acá el miércoles 3 de septiembre a las 20. Les dejo de
regalo, por privado, el cuento “Circo”, de Franco Molinari, gran escritor
todavía inédito, pero que perfila como un namber uán. Besos muchos.
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