5.9.24

NUEVA CLÍNICA DE CUENTOS DEL GALPÓN / PRIMERA REUNIÓN

Cuando viajamos a Tandil con Moira fuimos a comprar salamines a Las Dinas, el mejor de todos los lugares, y quesos a la escuela agropecuaria (ídem). Teníamos esos datos por el Buena Morfa Social Club del feis. De ambos comercios me traje comestibles de más: hoy pude poner algunos embutidos -los más delicados- en la mesa(za) del primer encuentro de la nueva Clínica de cuentos del Galpón Estudio. La foto, que incluye un Trumpeter Malbec y unos pancitos caseros que yo mismo amasé, no me deja mentir. Los fiambres fueron tres: un lomo tipo Praga, levemente ahumado; una mortadela de cerdo con pistachos y bondiolita. El queso: media horma de Pepato, ese que viene con pimienta negra. Así festejamos por el inicio de otra vuelta de taller con Memi, Fabián, Lili, Mariano, Gaby, Jonatan, Pablo y Fabiana. Los panes venían con semillas de sésamo en su interior, tal como vienen las burbujas adentro de los “Jabones Flotadores” de Los Twist.

De presentación leí el cuento “Más oscuro que tu luz”, de mi amigo falsoespañol Marcelo Luján: una maravilla narrativa. Entre todos lo diseccionamos buscando los detalles más insospechados; a él le hubiera gustado escuchar las opiniones agudas que hicieron Fabiana, Mariano, Pablo y Fabián. Sentí que con ese cuento no hubo que romper ningún hielo; a todos les sirvió opinar. Fantasmas en la máquina, o la historia de los dobles, que siempre dan que hablar.

Después leyó Gaby un texto bien planteado, pero que no alcanza a ser un cuento. Le buscamos puntas para que lo intervenga, sería bueno que lo volviera a escribir con una dirección más clara. Las posibilidades son muchas. Para orientarla, leí un fragmento de los “Bocetos de natación” de Leanne Shapton, traducido por Laura Wittner, que parece un cuento. Y un pedazo cortito -el capítulo XXII- de esa maravilla que escribió Marcelo Cohen en “El fin de lo mismo”: “La ilusión monarca”. Alguien nada ahí para escaparse de la cárcel, y mientras nada ya está disfrutando de la libertad por el solo ejercicio de la natación, en lo que es una clara metáfora de la escritura.

Aunque no tenga nada que ver con el agua, ya que estamos hablando de Cohen, también recomiendo la micronovela que da título al volumen. Una obra maestra, lamentablemente demasiado larga para leer en clase.


Después Fabián nos acercó un cuento triste de su autoría que nos pareció extraordinario. Sucede en dos tiempos de un día, una mañana y una tarde. Dos excursiones. La primera es para reflexionar la muerte reciente de una hija; la segunda para buscar a la perra que había sido de la nena y, en un descuido, se les escapa. El texto es de una potencia arrolladora, me hizo acordar a "De vidas ajenas", la certera novela de Carrére. Solamente pude darle una idea para agregar, y breves comentarios sobre la escritura. Tiene algunas pocas palabras que se salen de la sobriedad de sus párrafos. Que se van de tono, diría el maestro Kartun. Piedras grises o negras con motas blancas en una colección que debería ser toda de piedras negras, como el texto de Cohen, al que no le sobra ni una coma (estoy pensando en que mañana, tal vez, lo transcriba para colgar aquí en la Milanesa; me dio mucho placer leerlo, presiento que me dará mucho más el transcribirlo). Estimo que a Fabián le va a servir releer “El cárabo”, de la (esta sí) española Sara Mesa.

Por una clase más vamos a comentar la teoría sencilla, simpática y amable del hermoso libro “Contar un secreto”, de Pablo de Santis. Habla de lo que pretendemos hacer aquí en la Clínica. Cito:

“Escribimos un texto, lo juzgamos claro y lleno de significado. Alguien lo lee y descubre párrafos que no entiende, frases oscuras, incoherencias. Esto ocurre porque el lector siempre es un recién llegado al texto, pero el autor ha convivido meses con sus personajes y los adivina aún sin verlos. Le basta escuchar sus pasos para reconocerlos, porque él ha inventado el sonido de sus pasos.”

Y unas páginas más adelante del mismo capítulo:

“La corrección exige no solo el descubrimiento del error, sino cierta desenvoltura, el trabajoso descubrimiento de la naturalidad.”

En eso estamos.

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