25.8.23

NIELSEN SIEMPRE VUELVE

“Como hace tanto que no publico un libro, me olvidé de que había que ponerles título”. Eso es lo que le respondí al primer editor que vio la tapa y preguntó si el título del libro era mi apellido. Y no, si se fijan bien, hay un título: modesto, modestísimo. Un soplidito: fff. Viene con error ortográfico incluido, me diría cualquier corrector, porque es un nombre propio y le falta la mayúscula. ¿Será realmente un título? ¿Será un libro? ¿Será mi libro de cuentos de fantasmas, o será el fantasma de mi libro de cuentos?

Lo que sea, sale a la venta ahora, para que los lectores lo disfruten. El proyecto parte de una especie de apuesta, o respuesta, mejor, a mi amigo Pablo Corto Alessandrini, a una pregunta que le hizo Claribel Terre Morell para su revista BeCult:

- ¿A quién le gustaría poder publicar de la Argentina, señor editor de Aurelia Rivera?

- ¿Escritor vivo? -preguntó Alessandrini.

- Sí.

- Nielsen.

Sin saber que yo ya estaba muerto. Ya no quería publicar más, me había cansado del mundo editorial y sus intrigas palaciegas. Pero acepté, y tal vez sea una especie de resurrección, esto que les debo a Claribel y al Corto.

 

Hubo un motivo para mi renuncia de todos estos años, que son más de diez. No fue que no publiqué porque no tuviera libros inéditos; hay una novela movidita con varios viajes en el tiempo en una máquina de espuma cuántica. También tengo un libro de siete cuentos, del estilo de los que siempre saqué. Y estoy escribiendo una novela nueva con un personaje siniestro que vive en el Jardín Botánico. Mi conclusión fue: si nadie quiere publicarme como a mí me gusta, haciendo la tapa, revisando cada detalle de diseño y corrección sin concesiones, no salgo más y chau. Sigo escribiendo, pero sin publicar. Escribir, a fin de cuentas, es lo que quiero.

Hasta acá dije la verdad, pero también mentí, porque las veces que publiqué me gustó hacerlo. Sobre todo en esa parte de la publicación en la que el libro se siente como un episodio artesanal. Esto es más difícil de lograr en una gran editorial, aunque yo lo haya conseguido anteriormente con una mezcla de habilidad y suerte, que se me cortó en el último tiempo, y por eso no volví a sacar nada más. A lo mejor “fff” es el comienzo de una etapa tan buena como la primera: ojalá. Y que se empiece a mover toda la maquinaria de nuevo, sin renunciar a la manualidad.

 

¿Qué significa hacer de un libro una artesanía? Para mí, poder dibujar la tapa y las portadillas. Poder ponerle un título invisible -o indecible- como “fff”, sin tener que pasar por interminables almuerzos con profesionales del marketing que de todas formas tampoco logran, con sus maneras, vender libros como chorizos. Porque los libros no son chorizos sino libros, y siempre se salen con la suya.

Poner mis datos de arquitecto en la solapa, regalarle la contratapa a un amigo que escribe maravillosamente, aunque no sea tan conocido.

En “fff” figuran los cuentos de fantasmas que pensé en la pandemia. En ese momento sentí por primera vez que podía morir, y que no le iba a importar a nadie (mi mamá ya no existe más que en mi mente y en las fotos; se fue en esos días raros). También había escrito algunos cuentos de aparecidos cuando era chico. Encontré dos en “Marvin” y uno en una revista de chistes. Recuerdo haber ganado algún premio menor con un fantasma mal contado.

 

Eso es todo. Está el libro, “fff”, que ustedes pueden comprar en librerías. Me harían un gran favor, porque lo tenemos que vender. Espero que les guste mucho.

Va a empezar a salir en todos lados, lo sé. Así son los fantasmas, se cuelan cuando uno menos lo espera.

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