5.7.23

LA BITÁCORA DEL ARTE ENCUADERNADO / DIBUJAR O ESCRIBIR EN CUADERNOS


 Cuadernos o libretas. Para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero. De tapas duras, de tapas blandas. Con gomitas, con señaladores. De marca: Moleskine, Brugge, Rivadavia; siempre cosidos. Cuaderno Correspondencia duplicado, cuaderno Esquela espiralado. Sin marca: berretas con ganchitos plateados abrochándolos por la mitad. Tapas de hule negro o de cartulina barnizada. Nunca blocks, no.

Libretas o cuadernos. Papel de noventa gramos, de ochenta, aptos para lapiceras y pinceles. O papeles de estraza recuperados, de no más de setenta, en los que solo se podrá escribir con lápiz blandos o birome. Con renglones o blancos; o cuadriculados, o milimetrados de color naranja. O calcos de hojas apenas trasparentes, apenas opacas.

El problema: no vamos a poder arrancar el dibujo para enmarcar o regalarlo, porque romperíamos las encuadernaciones. ¿Entonces, para qué sirven? Para quedártelos completos, para guardarlos. En sus páginas se escriben diarios y se bocetan obras de arte cuando todavía andan en pañales. En los cuadernos se pone todo lo que no es para exhibir, sino para recordarse a uno mismo quién es. Quién soy. Volcar ahí todas las ideas que voy a necesitar para construir una novela, un cuento, teatro, poesía, notas, sueños. Para componer el óleo que imaginé, o el collage. Para acotar el mueble que voy a construir, el espacio que pienso erigir, la máquina que va a andar pero de la que todavía no tenemos más que una vaga, dispersa, noción.

Esa materia prima de los dioses.


DIBUJAR EN CUADERNOS

Copio un texto del ilustrador Martín Kovensky que adora, como yo, el borrador, el ejercicio del bosquejo, el croquis que la mayoría de las veces supera a las obras terminadas. Ese lugar donde se coleccionan los primeros trazos de algo nuevo. Martín ve a los cuadernos como un registro de la memoria individual de la creación humana.

 "Abrir un cuaderno. Encontrar una imagen, recordar a una persona, y las circunstancias cuando la dibujaste. Dónde. En qué momento. El tiempo transcurrido.

Mirar, hacer, entender, intentar, buscar, probar y volver a probar.

Dibujar siempre."

Hay cuadernos de creadores famosos y no tan famosos. Si buscamos en la web, con uno de los primeros que damos es con el gran Edward Hopper. Los grafiquitos, mínimos pero con explicaciones, son una muestra exacta de lo que dije arriba. Planos y planes para pintar.

Acá va otro Eduardo famoso, un ecuatoriano genial que no es muy conocido por estos pagos: Solá Franco. Tiene más de setenta cuadernos de tamaño mediano y pequeño. Van dos muestras, observen las personas, los interiores. Eduardo era alguien que le daba tanta importancia a la pintura de cuaderno como a las obras finales. Estos trabajos están recopilados en un libro que se titula “El teatro de los afectos”, editado por el Municipio de Guayaquil:  uno y dos.

Por último, un historietista desconocido para muchos argentinos, que fue famoso en la Fierro con el personaje Emigrator, el super héroe que se iba del país. Alberto Sastre me regaló esta libretita azul cuando él mismo se mudó a España. Hicimos juntos El cerdo Pancho, la Squonk, revistas under de la época de los australes. Atesoro su trabajo en mi colección de obras increíbles. Miren qué preciosura: dos, uno.

 

ESCRIBIR EN CUADERNOS

Hemingway y Chatwin escribían en Moleskines, porque viajaban mucho y son libretas cómodas para llevar a cualquier lado y anotar cualquier cosa en cualquier momento o paisaje feroz. Highsmith plasmaba sus ideas en cuadernos aunque ella viajara solamente entre la seguridad de sus propias casas, ubicadas en diferentes países. Muchos comienzos de novelas, descripción de personajes, datos. Y también escribió sus diarios ahí. Cuando Patricia se murió, sus familiares encontraron, en un armario para ropa blanca de su domicilio de Tegna, cincuenta y seis gruesos volúmenes de escritura personal. Dieciocho diarios y treinta y ocho cuadernos. Todos marca Columbia, de espiral. Anagrama acaba de publicar un libro con ese material, editado y prologado por la licenciada Anna Von Planta, con epílogo de Joan Schenkar. Es una joyita imposible de leer en la cama: tiene 1254 páginas y pesa más de un kilo y medio.

Los diarios pormenorizan la historia íntima de la autora, los cotilleos del amor. Muchas frustraciones y alegrías de su vida diaria. Como sucede en todos los diarios de la gente, ella parece más triste de lo que supo ser (esto lo corroboran sus amistades y compañeras sexuales). Cuando empieza a escribir, en la veintena, las entradas son zafadas, largas, con más detalles que los datos ingresados al final. El libro, que cubre la trayectoria de la autora desde 1941 hasta 1995, está ordenado por los lugares en los que vivió, desde Estados Unidos, pasando por varias ciudades de Europa hasta llegar a su vejez en Suiza. Los diarios son lindos de leer, pero lo importante está escrito en los cuadernos, donde pone la nerca literaria. Los posteos están intercalados. El idioma que utiliza para escribir ahí es siempre el inglés. En sus diarios hasta 1952 escribe en cinco idiomas diferentes. Las entradas en francés y en alemán suelen ser las más jugosas, como si se escondiera detrás de las lenguas que manejaba menos.

El primer apunte en los cuadernos está fechado el día seis de enero de 1941: “Un pensamiento descarado, engreído, decadente, despreciable y retrógrado para hoy: me he sumido en un sueño sin fundamento, de la vida en suspenso y una tercera dimensión, de mis amigos y sus tipos, de personas y caras sin nombres, que solo ocupaban espacios y cada cual era justo como cabía esperar, donde estaba, y la imagen -que llamamos vida experiencia- estaba completa, y me he visto ocupando exactamente el lugar que se esperaba de mí sin nadie que tuviera un aspecto o se comportara precisamente como yo, Y era yo quien más me gustaba de todo este grupito (que no era en absoluto el mundo entero) y he pensado cómo se echaría algo terriblemente en falta si no estuviera yo allí.”

El último data del seis de octubre de 1993: “Hay monjes - ¿los cartujos? - que duermen en su ataúd, por lo visto como preparación para la muerte, pensando en ella con frecuencia noche y día. ¡Yo prefiero el elemento sorpresa! Uno sigue con su vida como siempre, entonces la muerte llega quizá de súbito, quizá por medio de una enfermedad de dos semanas. En este sentido, la muerte es más como la vida, impredecible.”

Después de eso comienza un tomo nuevo al que nunca le agrega material.

Tras la muerte de Pat, sus editores también encontraron varias carpetas con cuentos inéditos. ¡El extraordinario armario de Mario!

Durante el funeral de Pat, su amigo Daniel Keel leyó un poema del cuaderno 34, de 1979. “Un brindis”:

“¡Un brindis por el optimismo y la valentía!

¡Una copa por la osadía!

¡Y laureles para quien dé el salto!”

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