21.10.19

CHUCK PALAHNIUK / UN CONSEJO PARA ESCRIBIR

“Cada mañana desayuno en el mismo restorán, y esta mañana un hombre estaba pintando la vidriera con dibujos de navidad. Hombres de nieve. Copos. Campanas. Santa Claus. Él permanecía de pie, afuera, en la vereda, trabajando con pinturas de diferentes colores. Dentro del restorán, los clientes y los camareros observábamos cómo esparcía pintura roja y blanca y azul en el exterior de la gran ventana. Tras él, la lluvia cambió a nieve, cayendo de un lado a otro en el viento.

El pelo del pintor era de todos los tonos de gris, y su cara estaba fláccida y arrugada como el culo vacío de sus vaqueros. Entre colores, paró para beber algo de un vaso de papel.

Observándolo desde el interior, comiendo huevos y tostadas, alguien dijo que era triste. Este cliente dijo que el hombre era, probablemente, un artista fracasado. Que lo del vaso de papel probablemente sería whisky. Que probablemente tenía un estudio lleno de cuadros olvidados y ahora vivía de decorar vidrieras de restoranes y tiendas. Triste, triste, triste.

Este pintor siguió poniendo colores. Todo el blanco nieve adelante. Algunas extensiones de rojo y verde. Después unas líneas de negro que delimitaban las formas de colores y las convertían en paquetes y árboles.

El camarero que servía café, dijo: Es tan bonito. Ojalá yo pudiera hacer algo así.

Y tanto si envidiábamos como si nos daba pena el caballero en el frío, él siguió pintando. Añadiendo detalles y capas de color. Y no estoy seguro de cuándo pasó, pero en algún momento ya no estaba allí. Las pinturas por sí mismas eran tan ricas, llenaron tan bien la ventana, los colores eran tan brillantes, que el pintor se había ido. Tanto si era un fracasado como un héroe, había desaparecido. Se había largado donde fuera, y todo lo que estábamos viendo era su trabajo.”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario