4.10.18

QUINTA REUNIÓN DE LA SEXTA TEMPORADA DE LA CLÍNICA DE CUENTO DEL GALPÓN ESTUDIO


El teléfono: 4802 2408. Academia Argentina de Letras. De 13:30 a 18:30 es el horario para hacer consultas idiomáticas. Significado de palabras, sintaxis, redacción. Hay un especialista por área, y las respuestas son exactas (elegir la opción "consultas idiomáticas"). Se pueden hacer hasta dos o tres consultas por llamada. Son amabilísimos. En mi agenda los tengo anotados como “diccionario parlante”, pero son mucho más que eso. En los tiempos de corregir mis libros llamo hasta cuatro o cinco veces por día.

Eleonora me pidió información por cuentos en primera persona y en presente, porque está escribiendo uno así y quiere ver cómo lo hicieron otros. Inmediatamente pensé en “Torito”, de Cortázar o en un cuento de Dalmiro Sáenz en que se dirige al Juez. “Declaro, Su Señoría, que hice tal y tal cosa”. Busqué en el mataburro “Armar un cuento”, a ver qué me decían las maestras Liliana Díaz Mindurri y Laura Massolo. Resulta que el narrador en primera persona suele ser apelativo, tanto si es testigo como si es protagonista. Cuando simplemente discurre en sus acciones sin dirigirse a otros no suele hacerlo en presente. En los finales de capítulo del libro hay un ítem de preguntas posibles. Transcribo: 

- ¿Se puede escribir en primera persona y en presente?
Salvo en el cuento fantástico y con grandes reservas, no resulta muy creíble que el personaje cuente a medida que desarrolla la acción.”

La llamé a Laura para que me ampliara la respuesta. Me contestó: “Imaginate que estás corriendo y la policía te dispara. ¿Vas a ponerte a contar cómo te están zumbando las balas?” Tiene razón, no es creíble. De todas maneras encontramos algunos ejemplos que deberemos chequear en clase. Ella propuso “Mariposa nocturna”, de Patricia Suárez, y “La casa de Asterión”, de Jorge Luis Borges. Yo uno que leímos el año pasado: “Hombrecitos”, de la chilena Alejandra Costamagna. No hay tantos buenos.

La lectura del día fue doble. Esta vez relacionada al tema “cuentos con películas”. En la semana tuve un intercambio de correo con María Teresa Andruetto sobre la cineasta Agnés Varda. Hablamos de “La felicidad” y de la intervención de Varda en “Los paraguas de Cherburgo”, la película de su marido. María Teresa me contó que tenía un cuento sobre “La felicidad” que también se llamaba así. Yo le dije que tenía uno que dialogaba con “Los paraguas”. De la lectura de los archivos surgió un tema muy bueno: hasta qué punto una obra debe incidir en otra, a la hora de la reinterpretación. Quise llevar el problema a la clase, y me parece que salió bien.

Comimos una torta húmeda de nueces y ciruelas “Presidente”. Cocinada por las manos adoradas de Moi, nuestra princesa repostera. Tomamos café. Corregimos un cuento de Fernando que llevó a una discusión alegre sobre la importancia de un final. Frank Kermode estudia esta idea en su teoría de la ficción. ¿Se acaba la realidad donde ponemos el último de los puntos?

“En el apocalipsis existen dos órdenes de tiempo, y el tiempo terrenal corre hacia un punto en que se ha de detener. El grito de pesar a los habitantes de la Tierra significa el final de su tiempo. Desde ese momento “el tiempo ya no será”. En la tragedia el grito de pesar no termina la sucesión. Las grandes crisis y fines de la vida humana no detienen el tiempo. Y si deseamos que sirvan nuestras necesidades mientras permanecemos posados en el mismo medio, debemos conferirles pautas, relaciones comprensibles, como las llama Macbeth, que desafíen el tiempo. Las concordancias de pasado, presente y futuro hacia las cuales se extiende el espíritu pertenecen a la duración inventada para los ángeles, cuando parecía difícil negar que el mundo en el que los hombres sufren sus propios fines es disonante al ser eterno. Para cerrar esta gran brecha recurrimos a las ficciones. Pueden ser ahora novelas, cuentos o poemas, como en una época fueron tragedias, y antes de ellas, ángeles.”

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