El teléfono: 4802 2408. Academia Argentina de
Letras. De 13:30 a 18:30 es el horario para hacer consultas idiomáticas.
Significado de palabras, sintaxis, redacción. Hay un especialista por área, y
las respuestas son exactas (elegir la opción "consultas idiomáticas"). Se pueden hacer hasta dos o tres consultas por
llamada. Son amabilísimos. En mi agenda los tengo anotados como “diccionario
parlante”, pero son mucho más que eso. En los tiempos de corregir mis libros
llamo hasta cuatro o cinco veces por día.
Eleonora me pidió información por cuentos en
primera persona y en presente, porque está escribiendo uno así y quiere ver
cómo lo hicieron otros. Inmediatamente pensé en “Torito”, de Cortázar o en un
cuento de Dalmiro Sáenz en que se dirige al Juez. “Declaro, Su Señoría, que hice tal y tal cosa”. Busqué en el mataburro
“Armar un cuento”, a ver qué me decían las maestras Liliana Díaz Mindurri y
Laura Massolo. Resulta que el narrador en primera persona suele ser apelativo,
tanto si es testigo como si es protagonista. Cuando simplemente discurre en sus
acciones sin dirigirse a otros no suele hacerlo en presente. En los finales de
capítulo del libro hay un ítem de preguntas posibles. Transcribo:
“- ¿Se
puede escribir en primera persona y en presente?
Salvo en el cuento fantástico y con grandes
reservas, no resulta muy creíble que el personaje cuente a medida que
desarrolla la acción.”
La llamé a Laura para que me ampliara la
respuesta. Me contestó: “Imaginate que estás corriendo y la policía te dispara.
¿Vas a ponerte a contar cómo te están zumbando las balas?” Tiene razón, no es
creíble. De todas maneras encontramos algunos ejemplos que deberemos chequear
en clase. Ella propuso “Mariposa nocturna”, de Patricia Suárez, y “La casa de
Asterión”, de Jorge Luis Borges. Yo uno que leímos el año pasado:
“Hombrecitos”, de la chilena Alejandra Costamagna. No hay tantos buenos.
La lectura del día fue doble. Esta vez
relacionada al tema “cuentos con películas”. En la semana tuve un intercambio
de correo con María Teresa Andruetto sobre la cineasta Agnés Varda. Hablamos de
“La felicidad” y de la intervención de Varda en “Los paraguas de Cherburgo”, la película de su marido. María Teresa me contó
que tenía un cuento sobre “La felicidad” que también se llamaba así. Yo le
dije que tenía uno que dialogaba con “Los paraguas”. De la lectura de los archivos
surgió un tema muy bueno: hasta qué punto una obra debe incidir en otra, a la
hora de la reinterpretación. Quise llevar el problema a la clase, y me parece
que salió bien.
Comimos una torta
húmeda de nueces y ciruelas “Presidente”. Cocinada por las
manos adoradas de Moi, nuestra princesa repostera. Tomamos café. Corregimos un
cuento de Fernando que llevó a una discusión alegre sobre la importancia de un
final. Frank Kermode estudia esta idea en su teoría de la ficción. ¿Se acaba la
realidad donde ponemos el último de los puntos?
“En el apocalipsis existen dos órdenes de
tiempo, y el tiempo terrenal corre hacia un punto en que se ha de detener. El
grito de pesar a los habitantes de la Tierra significa el final de su tiempo.
Desde ese momento “el tiempo ya no será”. En la tragedia el grito de pesar no
termina la sucesión. Las grandes crisis y fines de la vida humana no detienen
el tiempo. Y si deseamos que sirvan nuestras necesidades mientras permanecemos
posados en el mismo medio, debemos conferirles pautas, relaciones
comprensibles, como las llama Macbeth, que desafíen el tiempo. Las
concordancias de pasado, presente y futuro hacia las cuales se extiende el
espíritu pertenecen a la duración inventada para los ángeles, cuando parecía
difícil negar que el mundo en el que los hombres sufren sus propios fines es
disonante al ser eterno. Para cerrar esta gran brecha recurrimos a las
ficciones. Pueden ser ahora novelas, cuentos o poemas, como en una época fueron
tragedias, y antes de ellas, ángeles.”
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