19.9.18

ESTUVE EN ON / ON, VILLA CABANA, CÓRDOBA


Me pasó esto: una obra en construcción al lado de mi edificio, en el corazón de manzana, simultánea con otra arriba de mi departamento. Palermo 2018; fin de junio. Más toda la mierda de cómo va el país con los entreguistas que tenemos por gobernantes, más un poco de falta de trabajo, más mucho desgano, hicieron que me sulfurara. Si no me iba de Buenos Aires corría grandes riesgos de enloquecer o enfermarme. Como siempre, tenía material para escribir: dos novelas, una con las notas bastante adelantadas y otra en veremos: apenas un par de grabaciones y una idea, fuerte, pero poco desarrollada. También tres cuentos en notas y un nuevo libro de historias para corregir. Cantidad. Lo que no conseguía era la tranquilidad para resolver esa cantidad.
Hace doce años que no escribía una novela que me gustara. Cuentos sí, eso no lo perdí. Cuando lean el libro que saldrá próximamente en Interzona podrán verificarlo. Pero llegué a pensar que  podía haber extraviado la capacidad de escribir novelas, esa concentración maravillosa, larga, exacta, que hay que tener. Sobre todo para el tipo de novelas que escribo: con mecánica de ciencia por detrás y panoramas complejos. Y muchos personajes, realidades paralelas, viajes en el tiempo, gravedad cuántica, duplicaciones. Suelo complicarla, además, con problemas sociales. ¡Nunca una novela del yo! ¡Nunca una de puro lenguaje! La verdad es que odio las novelas que te cuentan lo que el escritor sufrió cuando su mujercita lo dejó. Odio las que son pura paja, con argumentos minimalistas o sin argumento, por el propio placer de combinar palabras. Sigo pensando, como Julio Verne o Conrad, que la ficción debe proveer aventura.
Durante años le saqué el jugo a una casa en la playa que me prestaba Hebe del Puerto, en la que construí las historias que más me gustan de las que hice: El corazón de Doli, El amor enfermo y Auschwitz. Esas tres me modificaron. Las disfruté por igual. Recuerdo esos encierros como a unas buenas vacaciones; farra.
Comprobado: después de doce años de planear novelas sin escribirlas, apareció otro lugar. Así que, si Graciela me sigue bancando en ON/ON –Demolición/Construcción- los voy a atosigar con novelas de las buenas, las mejores que puedo dar. Chau, me fui de vacaciones a mi interior.
Acabo de escribir una, la que menos fe le tenía porque estaba muy verde, y me salió de un tirón. Hice el manuscrito y la primera pasada en la compu. Hice dibujos, cuadros, croquis. Estoy chocho. Tengo un novelón destinado a atraparlos, hacerlos sufrir, llorar y reírse a carcajadas. Sé que funciona porque soy el primero al que entretuvo. En un año, cuando la corrija, saldrá con fritas.
Terminé sucio, oscuro, con la barba crecida. Duro: estuve casi un mes y medio sin salir, durmiendo a medias y sin moverme de la silla. Por ese lado fui piedra. Por otro, cactus.
-          Pinchás  -me dijo un día Graciela, para evitar el beso.
Me toqué la barba. Eran alfileres: que nadie se me acerque mientras me concentro. Mi cuerpo lo sabe y pela sus defensas.

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