El primer cuento que leí fue “Letino”, de Marcelo Caruso,
que plantea un loop en el tiempo que dejó al grupo con la piel de gallina. Es
un cuento que Marcelo escribió con menos de veinte años, la joya con la que
ganó la Primera Bienal de Arte Joven en 1989.
Leyeron Fabián, Mariano y Pablo. Mencioné partes de un
discurso espléndido de Flannery O´Connor, que dice verdades como esta:
“La literatura implica que se está hablando con personajes y
acciones, no de personajes y acciones. El sentido moral del escritor debe
coincidir con su sentido dramático.”
O:
“La cuestión es que los materiales del escritor son los más
humildes, La literatura trata de todo lo humano y nosotros estamos hechos de
polvo. Si desprecian mancharse de polvo, entonces no deberían intentar
escribir. No es un trabajo lo bastante grande para ustedes.”
Leímos también “La madre de Ernesto”, de Castillo, “Ìcaro”,
de Buzzati y un fragmento de “Zona de clivaje” de Liliana Hecker, esa especie
de cuento con el que termina su novela.
Brindamos con un sake coreano que trajo Pablo Redivo.
Brindamos con un sake coreano que trajo Pablo Redivo.
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