El primer cuento que leí es una Obra Maestra de la mexicana
Guadalupe Nettel, “El matrimonio de los peces rojos”. Extraordinario. Después
leyó Vanina, un cuento que tiene atmósfera fellinesca pero todavía está
demasiado desprolijo. Le recomendé leer a Hebe Uhart, los cuentos completos que
acaban de ser editados, y el libro “Los días de la noche” de la gran Silvina Ocampo.
De allí leímos, para ilustrar, “Las vestiduras peligrosas”. Después vino Fabián,
con un cuento que no entendimos demasiado y que podía ser comprendido, sin
embargo, de dos maneras. Para colmo de males se titula "Que se vayan todos", lo que le agregaría, tal vez, un tercer significado que solamente sirve para desorientar.
La manera que él propuso era, sin duda, más
interesante que la que yo alcancé a comprender. De todos modos, para cualquiera
de las dos le faltaban o sobraban indicios. Sería un buen ejercicio escribir
ambos cuentos, Fabián (con otros títulos) . Algo así como un golazo, si lo podés hacer. Yo que vos
lo intentaría. Para eso tenés que olvidarte, primero, de que ese cuento es
parte de una serie en la que solamente vos, por el momento, ves coincidencias.
No te ates a eso: escribí un buen cuento y chau. Es lo que todos
nosotros debemos hacer. Para eso es la Clínica.
Ah, y también para comer. Los chipás de Natalia Kiako
son una delicia. Esta vez me tocó cocinar y salieron para chuparse los dedos,
como todas las recetas de su blog.
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