25.3.16

TERCERA REUNIÓN EN LA CLÍNICA LITERARIA

El cuento del día fue uno que vino en una traducción mediocre de Lumen, pero como se trata de mi cuentista americana preferida supimos pasarnos por alto ese detalle: estoy hablando de Flannery O´Connor, la sureña que criaba pavos reales. Leí de ella “La buena gente del campo”, obra maestra de la literatura mundial. Además agregué un texto de “Misterio y maneras”, un libro uruguayo con sus conferencias, del capítulo titulado “El arte de escribir cuentos”. Fue un poco largo, pero sustancioso. Ahí dice cosas como estas:
“Un cuento es una acción dramática completa y, en los buenos cuentos, los personajes se muestran por medio de la acción, y la acción es controlada por medio de los personajes. Como consecuencia de toda la experiencia presentada al lector se deriva el significado de la historia.”
O, más de entrecasa:
“Una vez le presté unos cuentos a una señora del campo que vive carretera debajo de mi casa y cuando me los devolvió, me dijo: “Bueno, pues, las historias van y te muestran cómo actuarían algunos tipos”. Y pensé que tenía razón: cuando se escriben cuentos hay que contentarse con empezar exactamente por ahí, por mostrar cómo actuarán algunos tipos concretos, porque actuarán a pesar de todo.”
Una genia, Flannery. Después Iván leyó su cuento “Vertigorama”, donde no pudimos entender si la relación descripta era con dos mujeres diferentes, o con la misma que se partía en la cabeza de él. Discutimos largo rato sobre eso. Y como la duda yo la llevé desde casa, aproveché para leer dos cuentos que podían ayudarle a entender la diferencia entre las estructuras dobles, donde una misma historia se cuenta un par de veces y el resultado está, justamente, en lo que los cuentos difieren. Leímos “Doble Antonia”, un texto maravilloso de mi amiga chilena Andrea Maturana y mi “Marvin”.
Comimos palitos salados en dos variedades, para aderezar el tema del día; unos venían con morrones. Y Mendicrim.

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