El cuento del día fue
uno que vino en una traducción mediocre de Lumen, pero como se trata de mi
cuentista americana preferida supimos pasarnos por alto ese detalle: estoy
hablando de Flannery O´Connor, la sureña que criaba pavos reales. Leí de ella
“La buena gente del campo”, obra maestra de la literatura mundial. Además
agregué un texto de “Misterio y maneras”, un libro uruguayo con sus
conferencias, del capítulo titulado “El arte de escribir cuentos”. Fue un poco
largo, pero sustancioso. Ahí dice cosas como estas:
“Un cuento es una
acción dramática completa y, en los buenos cuentos, los personajes se muestran
por medio de la acción, y la acción es controlada por medio de los personajes. Como consecuencia de toda la experiencia presentada al lector se deriva el
significado de la historia.”
O, más de entrecasa:
“Una vez le presté
unos cuentos a una señora del campo que vive carretera debajo de mi casa y
cuando me los devolvió, me dijo: “Bueno, pues, las historias van y te muestran
cómo actuarían algunos tipos”. Y pensé que tenía razón: cuando se escriben
cuentos hay que contentarse con empezar exactamente por ahí, por mostrar cómo
actuarán algunos tipos concretos, porque actuarán a pesar de todo.”
Una genia, Flannery.
Después Iván leyó su cuento “Vertigorama”, donde no pudimos entender si la
relación descripta era con dos mujeres diferentes, o con la misma que se partía
en la cabeza de él. Discutimos largo rato sobre eso. Y como la duda yo la llevé
desde casa, aproveché para leer dos cuentos que podían ayudarle a entender la
diferencia entre las estructuras dobles, donde una misma historia se cuenta un
par de veces y el resultado está, justamente, en lo que los cuentos difieren.
Leímos “Doble Antonia”, un texto maravilloso de mi amiga chilena Andrea
Maturana y mi “Marvin”.
Comimos palitos
salados en dos variedades, para aderezar el tema del día; unos venían con
morrones. Y Mendicrim.
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