vestías una remera blanca
una que no conozco
y los mismos ojos verdes
pero distintos
no pude mirarte hondo
como solía
y me tragué el nudo espinoso en seco,
como una de esas píldoras inmundas
recetadas por el médico
pude haberlo intentado,
haberte dicho
algo parecido al asombro
con el que te toqué tantas veces
el mismo
con el que inauguramos a las hijas
pude decir temblando que no sé
si algo como eso se repite
que me pone de rodillas el miedo
de que no regrese nunca
pude haber buscado en las cajas
(en las de fotos viejas y ombliguitos caídos
abrochados en rosa)
mi credencial vencida de cenicienta
o la tuya de príncipe azul
haber esgrimido noches en que soñaba muerte
y despertaba cuando me salvabas
abrazando tan tibio
pude haber sacado el recorrido:
cómo crecimos juntos
las primeras arrugas los brindis los lunares
sabidos de memoria
Pero no dije nada.
Tomé la lapicera
firma,
aclaración
y documento.
Así se lacra el final
se sella se certifica
que nosotros estamos muertos
que nosotros perdimos
que ahora estamos vos y yo
dos monos de zoológico
repentinamente sueltos en esta ciudad
tan vasta
tan salvaje.
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