8.4.13

¿POR QUÉ OBJETÉ EL CONCURSO DEL CECBA?


Participé del concurso del CECBA como participé de muchos otros antes, promocionados por la SCA o por otras entidades de arquitectos. La mayoría los perdí, algunos he ganado, nunca demostré en ocasiones anteriores disconformidades con los fallos. Sin embargo, por este pedí la impugnación. Lo hice porque sospeché que el arquitecto Edgardo Minond, el ganador del primer premio, estaba inhabilitado para presentarse, dado que tiene un contrato con la Municipalidad de Buenos Aires por la obra de Sede Central del Banco Ciudad. La información está en el cartel de la obra a medio hacer en Parque Patricios, y en la página del Banco Ciudad. De los seis jurados que oficiaron en el concurso, tres fueron autoridades de la Municipalidad, por lo que es fácil de dilucidar que la mitad del jurado, en el caso de haber contratación, son empleadores directos del premiado. De ahí la prohibición expresa en las bases para la presentación de gente que tenga convenios o contratos con la Muni. Cuando los resultados se vieron, supimos que el cuarto jurado era el socio directo de Minond en el mismo proyecto del Banco. De seis jurados, cuatro allegados. Amplia mayoría. ¿A nadie más que a mí le parece dudosa esta maniobra?
Una vez que un concurso se impugna, la SCA, como promotor, debe tomar las riendas del asunto. Tiene diez días para contestar mediante el Comité de Ética. Sin embargo, la SCA, esta vez, no hizo nada. Prometió juntar a una comisión para evaluar el caso, que no era la de ética sino un grupo de amigos convocados ad hoc. Extendió en el tiempo su plazo de acción anunciando públicamente una fecha de cierre de asunto: el 25 de marzo del año en curso. Publicó la información en el periódico ARQ. Pero no se expidió, se calló y cubrió el supuesto negociado que fui a objetar con su silencio. Escribo esta nota un lunes 8 de abril.
¿Esta es una pelea de fondo Minond-Nielsen? Obviamente, no. Admiro al arquitecto Minond; en mi fuero íntimo me gustaría que todo esto que está sucediendo fuera un error de mi parte, por lo que le pediré disculpas, llegado el caso. ¿Es una pelea de fondo Ciudad-Nielsen? Tampoco, aunque no comulgue para nada con el credo del PRO. Pero el concurso está lleno de errores y dudas que tal vez sean torpes coincidencias, y a la sombra de los resultados parecen maniobras ejecutadas a propósito. El silencio de la SCA corrobora la sospecha.
La actual conducción de la SCA deja mucho que desear. Los derechos de los arquitectos no son tenidos en cuenta, con una soberbia que supera la norma. Si yo fuera el presidente de la SCA y al abrir los sobres noto que el ganador tiene vínculos con los organizadores y con un miembro del jurado con el que comparte estudio en la actualidad, no dejaría que el acto de impugnación quede a cargo de un socio indefenso, sino que lo objetaría ahí mismo, como deber de la institución para que el resultado sea honesto y se vea de tal modo.
La SCA tiene que velar por la limpieza de los concursos, para eso pagamos. Una mensualidad carísima, desproporcionada para los servicios que otorga. Los arquitectos más jóvenes deberán saber que hace unos años se podía participar de los concursos sin ser socios de la SCA, solamente siendo Matriculado del CPAU o colegiado en las Provincias. Desde hace poco tiempo alguien impulsó que para hacer concursos siendo del CPAU había que ser socio obligatorio de la SCA. Soy socio antes de que existiera esa normativa, porque siempre pensé en la SCA como un club. Desde que esta obligación se hizo presente, me sentí un rehén de la institución.
La normativa la impusieron para poder sostener a la SCA y que no desapareciera. O sea: entre todos los arquitectos socios apuntalamos una institución que ya no nos sirve, no nos representa, nos ignora con soberbia. La gente vive setenta, ochenta años. Los perros, catorce. Las mariposas, apenas un día. La SCA ha durado casi doscientos años. Es como la sala de banquetes del Titanic, el cuarto de fumadores del Rotary, el salón aquel del Centro Naval por el que los milicos se jactaban de que nunca había entrado una mujer. Algo del pasado, perimido, destinado a crear una jerarquía, y que solamente da vergüenza ajena. Tal vez es el momento de dejarla morir en paz.
Me acabo de borrar de la SCA para acompañar mis palabras con un acto auténtico. Invito a todos los socios a hacer lo mismo. Y es hora de que FADEA y el CPAU tomen cartas en el asunto. La credibilidad de 200 años se pierde en un tronar de dedos.

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