"—Se cortó la luz —dijo el hombre. El ascensor se había detenido y había quedado a oscuras. La mujer se quejó con un “Ay…” menudo y alargado, eran los únicos pasajeros del viaje interrumpido entre el octavo y el noveno piso.
—Toquemos la alarma —propuso la mujer, su voz era ronca y suave, la voz que se desea para la mujer de uno, y que la mujer de uno solamente utiliza cuando está con otros. El hombre dijo que no iba a funcionar, que el corte había afectado a todo el edificio. Podía adivinarse a la mujer apoyándose desalentada contra la pared del ascensor, o contra el espejo que duplicaba la oscuridad.
—¿Por qué no prueba?
—Toquemos la alarma —propuso la mujer, su voz era ronca y suave, la voz que se desea para la mujer de uno, y que la mujer de uno solamente utiliza cuando está con otros. El hombre dijo que no iba a funcionar, que el corte había afectado a todo el edificio. Podía adivinarse a la mujer apoyándose desalentada contra la pared del ascensor, o contra el espejo que duplicaba la oscuridad.
—¿Por qué no prueba?
—No sé cuál será —dijo el hombre, se escuchaban los golpes de su mano buscando la botonera.
—Hay que tocarlos todos —la mujer hizo un movimiento brusco, sus manos se encontraron con el cuerpo del hombre, el contacto fue breve. El hombre se sintió obligado a decir “no es nada” aunque la mujer no le había pedido disculpas.
La alarma no funcionó, después intentaron abrir la puerta manualmente, pero fue inútil. Lo mejor era quedarse tranquilos y esperar, se callaron y comenzaron a respirar prestando atención a la posible falta de aire. La mujer suspiró.
—No sé si voy a aguantar —dijo."