30.4.10

REPORTAJE A DOLI / AUGUSTO MUNARO PARA "LOS ANDES" DE MENDOZA, "EL LIBERAL" DE SANTIAGO DEL ESTERO Y "LA OPINIÓN AUSTRAL" DE SANTA CRUZ


-El libro plantea el dualismo existente entre lo auténtico y su copia, indagando los fundamentos de la identidad como problemática existencial. Para dramatizar este concepto usted decidió encarnar ambos polos a través de dos jóvenes adolescentes: Sergio (el original) y Víctor (la réplica), su hermano clonado. En términos literarios, ¿qué fue lo que más le atrajo sobre el genoma humano y la clonación?
La idea de poder fabricar ese doble con el que tanto han jugado la literatura y el cine de todos los tiempos.

-Tardó siete años en escribirla. ¿Qué fue lo que le demandó más tiempo, definir la arquitectura de su trama o el estilo, es decir el tono de la historia?
El tono salió tempranamente. No suelo escribir ni media palabra de un cuento o una novela si no tengo claro el tono de la historia, si no sé quién cuenta y cómo. Para escribirla completa y pasarla a la compu tardé aproximadamente un año (siempre escribo la primera versión a mano, me gusta así). El resto del tiempo me lo pasé corrigiendo y reescribiendo partes.

-A su vez, es una novela con una importante cantidad de personajes. Toda una genealogía familiar. ¿Ya estaba determinado antes de iniciar la narración o dejó un espacio para improvisar, a medida que avanzaba su escritura?
No hubo improvisación ni en la cantidad de personajes, ni en el diseño del pueblo, para el que incluso dibujé planos. La planilla de personajes y tiempos es complejísima, parece de cine o de televisión. La improvisación se dio en el comportamiento de algunos personajes secundarios como los hijos de Patrick, Mauro y Mauro, o Calda Camina, la esposa. O con el tío E-mail, Pepa y su novia el fletero. Esos personajes, que estaban muy desdibujados en una primera versión, tomaron forma con los años. El que más creció es el matarife del final, personaje al que quiero especialmente por su orgullo senescente (que ya no se puede clonar). El matarife se robusteció con la interpretación de su sitio de trabajo, el sótano secreto de los pollen. Ese sótano apareció en una de mis relecturas de “Un mundo feliz”, la extraordinaria novela de Huxley, y decidí inspirarme en él para la recreación de mi escenario. Como soy arquitecto, además de escritor, me siento con todo el derecho del mundo a tomar prestado un lugar de otro libro.

-En los agradecimientos, hay algunos nombres ilustres como Susan Sontag y Aldous Huxley. También vienen a la memoria las distopías de Ray Bradbury, Harry Harrison, George Orwell, y en particular J.G.Ballard por su modo de entrecruzar la sociología, la política y la metafísica al describir el carácter represivo y autoritario del mundo. ¿Cree que también ellos influenciaron el carácter de su libro?
Sontag es fundamental en este libro, por todas sus inteligentes apreciaciones en el campo de las imágenes, sobre todo en “Sobre la fotografía”. Ella habla del original y del valor de la copia como nadie, apliqué muchas de sus ideas acerca de lo fotográfico como arte en el tema de la duplicación de seres humanos y animales mediante clonación. También fue importante el libro de Roland Barthes “La cámara lúcida”, por el mismo tema. Son libros que había leído por otras razones, pero cuando llegó la hora de escribir Doli me vinieron a la memoria y tuve el placer de releerlos. Los llené de notas que no tienen que ver con lo que se está leyendo, sino con lo que estaba por escribir. “La cámara lúcida” quedó hecho un borrador abarrotado, tanto que lo volví a comprar, porque mis citas volvieron ilegible ese ejemplar, al que igual guardé. Barthes y Sontag son fundamentales para poder vivir.

-¿Teme que algunos pasajes -por ejemplo aquellos referidos a la biología molecular- puedan resultar demasiados explicativos?
Me gusta la didáctica y que los libros se autoexpliquen. No tengo ningún temor al respecto. Adhiero a la literatura romántica que te decía “te estoy contando esta novela de un tipo en una peste, pero ojo: ahora prestá atención porque a lo mejor te sirve de algo. Mirá si alguna vez te toca vivir una cuarentena como esta en tu barrio”. Y es Daniel Defoe haciendo esa maravilla que se titula “Diario del año de la peste”. Mirá si será una buena novela que inspiró por lo menos dos pestes más, la existencialista de Camus y la posmodernista de Saramago.

-Por momentos la historia toca cuestiones que conciernen al campo de la moral, como por ejemplo: la donación de órganos, el derecho a la vida, el homicidio, y sobre todo la discriminación.
No toca esos puntos: es justamente eso. La novela trata sobre la discriminación, y todas las cuestiones que nombrás están inscriptas en lo discriminatorio, o no. En esa decisión moral. Es curioso: en esta pregunta hablás de moral y en la anterior de explicación como si fueran temas tabúes. Y ambos temas dependen de la educación, y cuando alguien dice educación la cosa pasa a mayores, ¿no? Y a mí no me interesan las cosas mayores, me interesan las rasantes de la clase B. Sin embargo, es bien difícil desperezarse de la moral como si nos sacáramos un bostezo de encima. ¡Claro que mis temas son morales! ¡Lo fueron siempre! En “Auschwitz”, en “Marvin”, en “El amor enfermo”, en “La fe ciega”. No escribo para comunicar una alegría, no lo hago para solamente entretener al lector, escribo para sentar mis miedos. Y si me sirvo de la clase B o de la acción, es porque mis armas literarias y de pensamiento son así de chiquititas. Si me dieran a elegir sería Barthes, o Sontag. Pero no puedo porque soy básicamente menos lúcido que ellos. Pero ni la moral, ni la explicación rústica de un tema complejo me parecen temas pasados de moda o como para nombrarlos en secreto. Son mis modos sencillos de existir en el mundo racional, y estoy orgulloso de mis logros petisos. Contra todo lo que pase, seguiré siendo Nielsen y contando mis temas a mi manera, como cantaba Frank.

-Existe una importante cuota de sátira en especial en torno a la construcción de ese personaje monopólico y ultra nacionalista llamado Coto. ¿Cuánta crítica política existe en el libro?
La que está, la que se lee. No mucha. No quiero ser Orwell, no quiero hacer cuestiones sociales. Quiero hablar sobre las diferencias humanas, sobre el sufrimiento por el que pueden pasar dos personas que son técnicamente idénticas pero son diferentes, justamente por ser humanas. Dos hamburguesas iguales serán siempre dos hamburguesas. Si nos ponemos a buscarle las siete diferencias, se las encontraremos, pero no importan. En las personas, en cambio, sí. Doli tiene más amor que política, más aventura que política, más dolor y más alegría. Y me parece bien que así sea, porque al fin y al cabo es una novela, no un tratado.

-Por último, en un pasaje del libro leemos: “solo tiene valor lo auténtico”. Según su criterio Nielsen, ¿cuál es la auténtica literatura?
La frase está sacada de un folleto del Banco Central de la República Argentina, que enseña a distinguir los billetes falsos de los legítimos. Para cada lector la auténtica literatura tiene nombres distintos, yo elegí mis libros preferidos de todos los que leí, y la lista es enorme. De los libros que más coincide la gente a través de la historia salen los clásicos. De los que más compran salen las listas de best sellers. La auténtica literatura es simplemente la inolvidable.

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