Lo conocí
en una pensión de Italia.
Ocupaba la pieza contigua.
Me pidió fósforos una noche
y yo temí por su piel de petróleo
Un café y dijo que se llamaba Samad
venía de los rascacielos que brotaron hace poco
en la antigua Persia
Otro día me presentó a la mujer
que habitaba en silencio tras un velo
y bajaba los suaves párpados
hacia la tierra
Compartí en su cuarto
una comida con aroma a limón y a muerte
Y sólo conservo de los turbios susurros
de su lengua
una palabra: Golja, que significa flores
Golja golja repetía y señalaba
el verano derramado sobre los campos de Urbino
y yo decía golja golja golja
y reíamos los dos como idiotas
creyendo que por fin hablábamos de lo mismo
Ese otoño su ayatolah lo llamó para la guerra
y regresó al Irán
Le escribí
de derecha a izquierda
de abajo hacia arriba
a la dirección que me había dejado
pero no respondió
Todos los años
cuando llega el verano
y los campos resplandecen
presiento que nunca existió un lugar
donde pudiéramos encontrarnos.
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