Lo que hay en el medio de todo ese baldío en China no es un obrador, sino la casa de una señora. Wu Ping, de 44 años, no quiso vender la vivienda de toda su vida en Chongqing a unos desarrolladores extranjeros para que conviertieran la zona en un centro comercial. Fue la única de 281 familias, porque pagaban bien. Y es la única casa que aún queda en pie.
Me hizo acordar al gallego del bar de Bonpland y Honduras, el único lote que no le pertenece a Cablevisión. Dicen que hace diez años el mismísimo Eurnekian fue a tomarse un café, se puso a conversar con el gallego y le abrió una valija sobre el mostrador. Al gallego se le pusieron las mejillas rojas de indignación. Le pidió inmediatamente al millonario que se retirara de su bar, que no estaba en venta. Los hijos del gallego miraban la oferta desde la espalda de su padre; dicen que a uno le corrieron lágrimas.
En la valija había un millón de dólares. El barcito no vale ni doscientos mil, pero aún sigue ahí. En pie, intacto. Siempre que puedo, me tomo un café y saludo a ese hombre.
¡Gracias, Ponzoñita!
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