Una vez le escuché decir a Abelardo Castillo que sentía que podía llegar a escribirse una versión mejorada del célebre cuento de Augusto Monterroso, “El dinosaurio”, cambiándole solamente una palabra. La versión original del autor guatemalteco, muy breve y conocida por todos, es:
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.”
Castillo propone cambiar dinosaurio por unicornio, con lo que quedaría un cuento total y absolutamente fantástico, mientras que el de Monterroso puede llegar a interpretarse como un cuento “de época” o “histórico” ( prehistórico). Con el cambio, el nuevo cuento de Castillo-Monterroso debería quedar:
“Cuando despertó, el unicornio todavía estaba allí.”
Castillo propone la idea como un ejercicio simple, para hacernos dar cuenta hasta dónde se pueden llevar las cosas cambiando una sola palabra. La palabra cambiada, sin embargo, es una palabra importante: a Castillo jamás se le hubiera ocurrido cambiar un detalle para no cambiar nada. Habría sido absurdo leer, por ejemplo:
"Al despertar, el dinosaurio todavía estaba allí."
O:
"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba a su lado."
¿Con qué motivo hubiera hecho este tipo de cambios? ¿Para qué apoderarse del cuento de Monterroso así como así, inclusive citándolo? No tiene ningún sentido, a menos que Castillo hubiera querido ganar dinero en algún concurso literario de cuento brevísimo con jurados altamente despistados. A menos que Castillo hubiera querido engañarnos. Y Castillo jamás haría eso, porque es un escritor. Un capo.
Otra versión distinta de este cuento la dio hace un año el joven dueño del blog Sostiene Tomasa, linkeado en Milanesa. Tituló su invención “Convivencia”, y el cambio que logró es muy gracioso:
“Cuando despertó, ella todavía estaba allí.”
Cuando la intertextualidad está bien hecha, da envidia por lo ingeniosa, y a nadie de este mundo se le ocurriría hablar de plagio.
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