Yo esperé, Accervil
entender a los niños con padecimiento cerebral.
Llegué un día temprano, el resto
a tiempo.
Me asignaron algunos pacientes
dos hombres fracturados
una mujer rígida
una postulante a reemplazo de cadera.
Los moribundos eran de todos,
también el machista malhumorado
con secuelas de ACV
que llegaba quince minutos antes del almuerzo.
Los atendía con dedicación,
podría decirse que fueron
rehabilitaciones exitosas,
pero no me sentí más feliz.
Me descubrí
cada día a la espera del receso.
Pensé
en el trabajo rutinario, en el tedio
de la curiosidad satisfecha.
Esperé que pasara
y pasó.
Ya no quise tratar niños
con padecimiento cerebral
ni con ninguna otra cosa.
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