2.11.05

AUDEN / EL POZO DE NARCISO

“Espiar es siempre un acto poco amistoso, la sustracción de un conocimiento. Todos lo sabemos, y no podemos espiar sin sentirnos culpables. Como compensación, exigimos que lo que espiamos sea sorprendente. Si espío por la cerradura del estudio de un obispo y lo descubro rezando, se revela de inmediato el carácter ‘ocioso’ de mi curiosidad; pero si lo descubro haciendo el amor con la camarera logro persuadirme de que mi curiosidad ha logrado lo que buscaba.
De la misma manera, para satisfacer al público, los papeles privados de un autor deben ser el doble de insólitos e impactantes que sus libros.

Las cartas íntimas, los diarios, etcétera, pueden ser de dos clases: aquellos donde el escritor es dueño de la situación –escribe sobre lo que ha elegido escribir-, y aquellos donde la situación le dicta lo que va a escribir. Aquí los términos personal e impersonal son ambiguos: la primera clase es impersonal en la medida en que el escritor se ve a sí mismo en el mundo como si fuera una tercera persona; pero también es personal, ya que es personal observar ‘de esa manera’: firma la carta y es responsable por su contenido. Viceversa: la segunda clase es personal en cuanto el escritor se identifica con lo que escribe, pero impersonal ya que es la situación, no la persona, lo que genera esa identidad.
La segunda clase corresponde al género que los periodistas denominan ‘testimonio’, y cuya publicación -en el caso de que fuera necesaria- debería ser anónima.”

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