3.10.05

CUENTO DE TERROR RURAL

“Las primeras cincuenta mascotas de la tierra” está en el libro “Marvin”, de editorial Alfaguara. Es el segundo cuento. Es un cuento de machos. Un carpintero llamado Carlitos me describió parte de los datos de los paperos, de un campo en el que había vivido de niño. Inventé lo demás. Los relatos del carpintero eran muy vívidos; me impactaron profundamente. Varias veces lo había escuchado contar, en los asados de mis obras. Una vez lo grabé, con su consentimiento. Conservo ese caset y –tal vez- su amistad.

El cuento quedó armado cuando logré convertirlo en un relato de fantasmas. Ani Shua y Jorge Accame me lo criticaron por eso. “Todo venía genial hasta que apareció el duende de la papa”. Ahí el relato se infantiliza, según ellos. Siempre me pareció que sin ese detalle fantástico no era un cuento, sino una simple crónica de costumbres. Y ODIO las crónicas de costumbres.

El título también salió de la obra. Durante muchos años tuve un peón, Vicente, que no quería ascender posiciones, ni cobrar más. Sólo ir a los lugares para ayudar un poco, hasta que se cansaba y se iba a dormir o a tomar vino. Un clavo, si no fuera porque, donde íbamos, nos traía suerte. Era como una herradura de siete agujeros. Recuerdo a Vicente como a un tipo feliz, que atraía felicidad y la contagiaba a los demás. Sus hermanos decían que iba de “mascota”. Yo prefería decir que era nuestro talismán. Casi siempre hacía las compras, encendía el fuego, descargaba materiales o barría. Toda vez que él participaba de una obra, las cosas salían sin contratiempos.

Del cuento me gusta la última frase, que devela el secreto del analfabetismo. Esa frase no podría existir sola en un contexto costumbrista de paperos. Sería obvia. Solamente cuando la tuve, tuve el cuento.

Leidis an gentlemans: uno de terror, en Mandarina.

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