27.9.05

EL TALLER MÍSTICO PRESENCIÓ LA REUNIÓN DE BLOGGERS EN EL ROJAS

Fue a la vuelta de Dunken. Ocupamos la primera fila, vestidos de celeste. De izquierda a derecha, un servidor, postulado para la canonización por la Santa Sede Milanesa en Milán (en un par de semanas se sabe, ¡recen por el milagro!), seguido por Osho al que el enterito le quedaba tirante de sisa, seguido por Claudio María Domínguez que se equivocó y se vino de anaranjado. Lo que fue un problema, porque cuando le tocó leer su discurso maniático necochense re-serio sobre la re-encarnación del hermano blogger, todo el mundo se le cagó de risa. Además, tenía la bragueta abierta.

Coronaban la fila Víctor Sueiro que se vino sin los anteojos y daba un blogger jovial, medio Borgeano; el inefable Paúlo que está medio de amigovio con Bukay (nuestra religión permite la amistad masculina sensible mientras estén vestidos) y al final de los finales, monseñor Arancibia con el “¿qué hacer?” en la mano. Osho me dijo: “quién lo hubiera dicho, Massei pelado como Sai Baba”. También dijo que la barba a lo Tufí Memé le parecía mal, porque confunde credos. Por el tipo de discurso de Dani pensé “este tipo debe saber jugar al póker”. Bueno, a veces me equivoco.

Puto y aparte se sentó muy cerca menta de Genovese, que se puso nervioso y no quiso empezar. Pero igual empezó. Y además Omar se autoproclamó feo –con razón-, por lo que lo vamos a mandar con Magda Pisani para que le haga el peeling de última tecnología y el electrolifting para recuperar el contorno facial de noventa pesito que promocionan en el Subte D. No se puede manejar una parrilla como “La papa caliente” y expender tripa gorda siendo feo. Tony Bennet no lo permitiría.

Osho estaba verborrágico: “lo hacía menos mofletón a Baker, ¿no?”. A Piro le pareció que lo que diferenciaba a los blogs de los sitios de Internet eran las fechas, a lo que Osho agregó: “lo mismo que diferencia un almanaque de un coletivo”. El guacho se reía tanto que me tuve que cambiar de lugar. La verdad es que no me molestó su risa sino su aliento, porque se había comido una ensalada de radicheta y ajo y estaba con los gástricos en el infierno grande.

El discurso de Balduccio vino abundante de historia informática que le interesó mucho a Víctor, como también le interesó el del matemático. “A ellos les cabe la investigación, igual que a mí”, dijo Sueiro. “Son serios”. “Balduccio habla bien de los Bebeeses porque acaba de tener una beba”, interpretó Bukay, y Paúlo le apretó la mano con ternura. A Arancibia estas cosas no le parecen del todo bien, ni tampoco el Cristian ese que habla de sus novios pijudos. Arancibia no es moderno como nosotros o como Link, que vio el discurso por pantalla gigante desde su oficina de Filo.

Acto seguido Monseñor pasó a catar la Villavicencio bendita finamente gasificada que había en la mesa. Era mitad de la tarde y todavía nadie había respondido a la pregunta “¿por qué y para qué?”. El único que podía hacerlo era Don Marcos y no venía; suerte que al final llegó para la pizza. Aunque el muy zombi se fue a la otra sucursal de La Continental, a la del Bauen, y nosotros estábamos en la Peronista. Claro, a lugares peronchos no puede ir ni con la inmunidad de la Santa Aura. No se lo permiten en La Nación.

Cristian come barbacoa, según su discurso que fue el mejor de todos (del primer día, el otro no lo vimos), y preguntó “¿Hay alguien aquí que se llame René?” Osho levantó la mano y Bukay le dijo “vos no, salame”, pero Osho estaba pidiendo permiso para ir al baño. En ese momento empezó la clase de karate-do en el piso superior del Rojas. Y un poco después, la maratón de villancicos indígenas que venía desde el patio y se escuchaba por la ventana abierta. Por lo que se pudo entender poco. Lo dijo bien Don Víctor: “la primera mesa mucho olor a huevo y conceptos vacuos, y al final Balduccio resultó más nerd que el matemático”.

La segunda vino más de chica. Había una nenita Irina que se autodenomina histérica pero que se la banca, medio onírica y un tanto críptica aunque muy bien dotada de pechugas. Según Beatriz Vignoli, que es una especie de Liliana Heker mejorada, Irina es tan joven que ni siquiera tiene que ponerse yines. Osho quedó encantado con Irina y siguió su discurso con una erección que le tironeaba el enterito. Quería sí o sí hacerle la postura de manos y demás entremeses religiosos. A Mori Ponsowy, que andaba meta borrar todo con su goma mágica y su secreto del pase del año, le pareció un guarango. Pero a Osho ni le importó. No le importa nada, ni mierda.

“Somos un monumento a la dispersión, venimos de cualquier lado pero nos encontramos para apostar por la literatura”. Beatriz soñaba, de chica, que todos la entrevistaban. “La estampa, el aguafuerte, la columna. El sueño era éste, pero no exactamente”. Bukay lanzó un gruñido de oso y Claudio le puso las gotitas “Sin roncar” dos veces, como dice el prospecto. “El blog es cínico. El discurrir de una subjetividad presentada como espectáculo.”

Pampín dijo lo suyo velozmente petisa. “Daba gorda Pampín, y mirá que figurín”, rimó Osho, mientras pelaba un sánguche de mortadela que sacó de un bolsillo. Fue demasiado, hizo que se levantaran Claudio y Víctor. Se volaron a sus casas con el primer eructo del viejo. “Nadie quiere vivir eternamente encerrado en un blog, pero todos disfrutamos estando ahí”, recuerdo esa frase de Massei mientras Pampina sigue. Somos un poco losers, y hablamos como si fuéramos ganadores. Eso nos hace felices. “¿Te dijiste yo a ti mismo alguna vez?” (Samuel Beckett). ¿Digo Nilsen y nombro a la humanidad? Tal vez ahora, que firmo anónimos con nombre y apellido. Ya firmé como el autor de El Cantar del Mio Cid y de la Guía de Telecom. La Guía se la dediqué a Fander. Bueno, no sé, Beatriz… ¿No será exagerado eso de nombrar a la humanidad en un solo yo? Tal vez si dijéramos Pig…

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