Estoy en una casa que no es mía. La cuido. Así será durante los próximos diez días. La casa está llena de botellas de vino y distintos alcoholes, y tengo permiso para tomar y comer lo que quiera. Tiene parque, está lejísimo de la Capi. Es un paraíso disponible. La heladera tiene conservas que jamás había probado (soy de Morón), como “pato laqueado” y “ciervo ahumado”. Exquisiteces. También hay dos perritos: Cejas, la perra; Baboons, el perro. No sé para qué sirven, para qué son. Pero los tengo que cuidar. Darle dos veces comida por día (unos porotos de nombre extravagante); sacarlos a mear y a cagar dos veces, también. Acariciarlos.
Este lugar es un barrio cerrado. Como si fuera el chalé de Castelar en el que crecí, pero incomunicado. Vine para escribir. Si no fuera por los perritos, la cosa sería perfecta. Hay decenas, docenas, casi cientos de botellas de las que me interesan. Tengo prohibido darle de comer a los perritos otra cosa que no sean sus porotos. Si comen otra cosa, cagan mal. Me vine huyendo de la Capi; ahora quizás quisiera estar ahí. Me quedo dormido a cada tanto. Y eso que no hay drogas. Estoy solo y debo decirlo: gracias a que estoy solo. Los vecinos parecen haber tomado el rumbo de la nieve. Estoy borracho, ahora. Me tomé dos botellas de vino y un whisky y medio. Extraño a alguien. Voy por el segundo vaso grande, con cubitos. Así cuesta escribir. Acaricié a los perris. Aproveché para darles de comer, compartiendo mi asado, como hacía cuando viví en el campo. Pero un poco, nomás. ¿Será malo para mí? ¿Tendré que limpiar más mierda que la primera noche? DEBO ESCRIBIR. Para eso me tomé este tiempo. Los perritos extrañan a los dueños, se nota. ¿Quién querría tener unos monstruos así? No son compañía, son una obligación. Me voy a ir a dormir la siesta, para festejar el domingo. Sé que me arrepentiré de este post. Pero para eso están ustedes, para perdonarme. Besos y abrazos para todos. Con el objeto de seguir cuidando bien a los perris, pensaré en el Caniche Toy que tuve cuando era adolescente: Jerry Kent. Dormía la siesta con las patas de atrás estiradas, como una rana.
No ronques, Nielsen. Queda feo. A tus lectoras no les gusta.
ResponderBorrarGus, te paseo los perros por un par de botellas. Hasta puedo hacerlos desaparecer limpiamente si duplicas la recompensa. Mientras, encerralos en la cocina y para que no trinen atales el pico con piolín de matambre.
ResponderBorrarTe veo mal Nielsen, donde hay una botella hay una novela inconclusa. Donde hay muchas botellas hay una novela que jamás comienza. La buena noticia es que después de la segunda botella ni siquiera importa.
ResponderBorrar¡Animo Gus! ¡Todavía quedan botellas por descorchar!
ResponderBorrarSi me invitan, con todo gusto. ¡Me encanta ir a España!
ResponderBorrarLos gatos son mejores.
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