Quesadillas, frijoles negros refritos, totopos de maíz amarillo y de maíz azul, salsa de tomate con jalapeños, guacamole y otras delicias. Como bien dicta la Biblia de la cultura gastronómica de la ciudad de México (Salvador Novo, de la academia mexicana de la Lengua, cronista de la ciudad y premio nacional de literatura 1967, editado por Porrúa):
“Bajo la advocación de los nahuas, vamos pues a hablar de lo
que es CUALLI, en su sentido de comestible. Ojalá logre yo que estas páginas
también resulten CUALLI en el otro sentido; que sea a los CUALTIN -buenos y
santos- ojos de ustedes, un CUALNEZCATLATOANI. Concédemelo así la
CUALTILIZMEYALLI del corazón de los que me leen CUALTILIZCA -con bondad.
Si es así, MIC TLAZOCAMATI.”
Leyeron Fabiana y releyó Vicky, porque no le habían quedado
claros algunos conceptos de una corrección anterior. Y tuve una grata sorpresa:
empezaron a llegar las versiones de la Mulánima. Los dos valientes que se
animaron: Pati y Alberto. Alcanzamos a leer solamente la versión de ella, que
es varios cuentos en uno, y eso hay que corregir, pero logra una transformación
de mujer a animal que vale la pena por el intento y por la frescura. Se las copio acá:
“Tres noches de luna llena
hicieron que la boca de Doña Úrsula se alargara como un estuche con dientes. Su
pelo se había convertido en puras crines y sus piernas habían adquirido una musculatura
equina. Aquella transformación le ardía en todo el cuerpo como un río de
lava. Sintió que sus órganos se ensanchaban dentro de ella, que su piel era un
duro envoltorio de cuero. Luego, un impulso irrefrenable la arrastró hacia el
corral, donde sus mulas ladearon la cabeza y la observaron como quien se
mira en un espejo a una invasora.
La mente de Doña Úrsula se nubló poco antes de que su cuerpo
se volviese hoguera. Y allá iba la desdichada lanzando fuego por los ojos, los
ollares (su antigua nariz) y la boca. Y siguió corriendo para huir del
dolor y de su propia animalidad. Gritaba y sus gritos no eran más que rebuznos,
lamentos y gemidos que a ella misma la estremecían.”
MIC TLAZOCAMATI, Pati.
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