Como un par de amables payadores, Sergio Bizzio nos
recitó anoche “Dos nenitas” y yo le contesté con “VII”. Los dos son poemas
suyos, el primero está en la plaqueta “Paraguay”, el segundo en “Gran salón con
piano”.
Pensaba que
estar mal es esto:
“…la luna,
falsa en todas sus fases,
una humareda
aplastada las nubes,
un velero de
velas nipón, niponas…”
–un
crawl, por esos fracasos del lenguaje–,
cuando una
sombrilla empezó a rodar hacia la
/ costa
seguida por
una rubiecita de gorro azul,
y vi una
pelirroja de 5 años en el agua
(del mar,
casi al mismo tiempo) con una vincha
/dorada
y una
pulsera fosforescente en el
tobillo,
donde podía leerse one
cada vez que
saltaba las antipáticas
y limpias
olas sin espuma –y
me dije: “A
lo mejor son las mujeres que amé,
de nuevo
nacidas. Si puedo confiar
en la primera
impresión, ellas
reestablecieron
el equilibrio del día.
¿Por qué
levantar contra el viento
La estúpida
cabeza?”
Recité mi
parte de memoria:
No encuentro
haber hecho nada
para ganarme
un odio tan atroz.
Mi vida es
tan corta, y eterno
el infame círculo
que domina este músculo,
esta ceniza.
Debieran ustedes amarme. Siempre
habrá sombra
después de luz.
Se inclina. Vuestro
servidor.
También cambiamos figuritas marca “El ornitorrinco” de
cuando teníamos dieciséis y veinte, y Abelardo y Sylvia nos publicaron cuento y
poema en el mismo número tres. Él salió en la página 19, yo en la 11. Va mañana en
posteo aparte.
Después simplemente hablamos de literatura y de escritores.
Nos contó de su encuentro con Roa Bastos y por qué le hizo perder su trabajo en
la televisión. Nos contó de sus incursiones en el teatro junto a Guebel, y que salió encantado de la adaptación de “Rabia” que hizo su amigo Tolcachir.
Hablamos de Hitchcock, de Mondongo, de extraterrestres y de Kafka (citó el
cuento “Blumberg, el solterón” con un extraño episodio con pelotitas de pimpón
que no dejan de saltar –vamos por él). Hablamos del comienzo de
“El increíble hombre menguante”: un acto totalmente trivial de la naturaleza,
con una nube radioactiva que le cambia la vida al personaje. Esto sucede de manera
similar en “¿Quieres ser John Malkovich?”. El tipo abre una puerta y es chupado
a otra dimensión.
“¿Cuál es la explicación?”, se pregunta Bizzio. “Nada, no
hay. La literatura se vuelve mala al explicarla. Es lo peor que se puede hacer cuando
narrás.”
Bizzio jura que no le hace mal el cigarrillo; “los
argentinos nos sentimos mal por lo que aspiramos de los caños de escape y por
la comida industrializada. Es peor que te comas un paquete de Óreo a que te
fumes diez cigarros por día”. También jura conocer a un amigo de un amigo
que se curó el asma bronquial fumando tabaco negro.
Otras cosas que dijo:
“Todo puede pasar siempre, un cuento se va transformando. Sé
adónde voy, sé dónde termina, pero a veces no encuentro la línea final.
Entonces empiezo a cambiar y a cambiar. Ya no escribo más poesía, ahora los
poemas los meto ahí, en los finales de los cuentos y en cualquier otra parte en
las novelas.”
“Cien años atrás un cuento tenía que tener cien páginas. Hoy
Aira le llama novelas a textos de treinta y cinco páginas. Novelitas,
dice.”
“Me gustan todos los géneros, la paso bien en todas partes.
Tengo libros más realistas y más dadaístas, de nosense. Pero si lo
publiqué, si salió, fue porque me gustó.”
“Corregir es como pasar la lengua por la espuma del licuado”
(este es un párrafo típico de Bizzio: no sabemos si está bien, no sabemos si es
correcto, solo demuestra que él está disfrutando de la edición y lo dice de una
manera atractiva, hermosa. Queremos a este muchacho demente).
“Nunca investigo sobre ningún tema. Prefiero inventar. No
tengo ningún miedo con el disparate. Tengo más miedo con el verosímil que con
lo que no es. Equivocarme en lo literario me da chispazos de felicidad.
Bienvenidos sean los errores: son parte de mi familia.”
Mis novelas preferidas de Sergio son “Era el cielo”, “En esa
época” y “Rabia”. Mis cuentos preferidos, “Sí, sí” y “Por la espalda”. Bizzio es
un tipo que se divierte escribiendo, y eso se transmite a la lectura y a su modo
empático y franco de dirigirse a los demás.
Cenamos empanadas con vinos varios y los postres exquisitos a los que nos tienen acostumbrados Lili y Fabián. Hubiéramos seguido mucho más tiempo, pero lamentablemente a las 22:47:23 –dato de la Nasa– un OVNI abdujo al escritor, y se terminó la visita.
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