“Lo que atormenta a Dostoievski es la duda sobre la existencia de Dios. La pregunta es: ¿cómo si Dios existe permite lo que les sucede a los pequeños niños rusos, víctimas inocentes de todas las maldades adultas y carencias, con padres alcohólicos, mendigando en las calles, abandonados, muriendo de hambre y enfermedades? Sus libros son el reflejo de esta realidad que lo atormenta, potenciada por el hecho de que su pequeño hijo Alexei muriera a los cuatro años de epilepsia, algo que se culpaba de haberle transmitido.
Ahora bien, si éstas son algunas de las condiciones del contexto que compartieron nuestros autores, otra cosa es lo que tanto Gógol como Dostoievski y Tolstói consiguieron hacer con el género novela, a partir de él. A qué alturas lo llevaron y de qué recursos técnicos literarios se valieron para dar obras que influyeron decisivamente en la literatura del siglo XX, y hasta hoy. Cuando hablamos del realismo de Dostoievski advertimos que sus novelas son “realistas” hasta que se internan en los oscuros pasadizos de los delirios, imaginaciones neuróticas y crisis existenciales de sus personajes, donde las etiquetas dejan de tener sentido. El mismo autor considera que el delirio y lo fantástico son parte de la realidad.
Dostoievski, al igual que Tolstói, no es una lectura, es una experiencia. Esta frase que puede parecer hueca o frase hecha, encierra la más básica de las vivencias: cuando se los lee pasan a formar parte de nuestra vida cotidiana, están en nuestras mentes y sus personajes nos acompañan a veces con mayor intensidad que la gente real.”
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