22.11.24

DÉCIMO PRIMER ENCUENTRO DE LA CLÍNICA DE CUENTOS DEL GALPÓN / MARATÓN

Orgullo personal: somos un grupazo: Lili, Fabián, Memi, Pablo, Fabiana, Jonatan, Gaby, Mariano. Impecable. Tuve que pedir ayuda culinaria por semana estresante a pico máximo y todos aportaron en un picnic maravilloso, del que quedaron algunos vinos para la próxima. Ni me preocupé y la cena fue copiosa y delicada: tabla de quesos y fiambres, cherrys con cerezas, cherrys sin cerezas, dos tortillas españolas, masitas crocantes de queso y pan. ¡Hasta hubo postre! Y de lujo. Uno que pidió una escritora que yo conozco como última cena, y que saboreamos anoche como gualicho para no olvidarla jamás.



Iba a leer “Anteúltima cita”, de Elsa Drucaroff, por título y por buen cuento, pero fuimos directamente a los trabajos del día, que se habían acumulado un poco. Así que el de Druky queda para tarea en el hogar (una pena que no haya podido venir, pero la Clínica coincide con su taller de los miércoles; ya probaremos invitarla otro año). Con los textos que había, nomás, se nos extendió la reunión una media hora. O tal vez fue que quisimos quedarnos un ratito más. Vamos por orden:

“La persona que te enseñó a andar en bici”, de Jonatan. Un cuento muy logrado, al que simplemente hay que quitarle frases innecesarias que sobreexplican acciones. Muy bien Jonatan: aprovechó su viaje en Cabify con Sylvia Iparraguirre, el día que la acompañó, para sacarle tips de escritura que le sirvieron mucho.

“La voluntad de los cuadros”, otro buen cuento de Lili, en la línea santa que nos tiene acostumbrados. Debe estar preparando nuevo libro, shhhh. Le saca una frase al final y da perfecto.

“La muñeca rota”, uno breve de Memi. Psicológico, con el recuerdo de una Marilú de infancia. ¿Quién la rompió? Enigma. Con solamente hacerle una buena limpieza de diminutivos ya va a quedar más claro.

“Fiambre”. Pésimo título para un excelente cuento de Fabiana. Algunas frases están al revés y hay alguna torpeza en el final, pequeños detalles a componer para cerrar una joyita. Buen tono.

“El agujero”, otra obra que se nota muy corregida. Ambiente de guerra oscuro, contado desde una mirada infantil. Bien manejada la ubicuidad en los espacios: la cancha de fútbol, el galpón, el pozo. Fabián ya está maduro como para publicar su primer libro, como hicieron Lili, Mariano, Fernando y otros que pasaron por la Clínica. Felicitaciones.

“A quién le importa lo que es de nadie”, de Gaby. Un paseo por las fieras de Lincoln. Le sobran algunos personajes y necesita corregirlo más, pero está bien orientado a partir de la pregunta clave que aparece enunciada en el título.

“Pablo”, de Mariano. Le objeté el final moralista y decidió explicarlo. En el contexto académico para el que fue escrito no suena mal, y él jura que funcionó. En la Clínica, como cuento aislado de circunstancia, renguea. Le tiene que cambiar el final o decidirse a aparecer, cuan fantasma, cada vez que alguien lo lee, a fin de contagiar emotivamente el contexto con la realidad de sus alumnos en la secundaria de la que es tutor.

“Huevos quimbo”, por Pablo. El cuento más dulce.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario