Supe de la escritora Raimunda Torres y Quiroga por mi amigo
el profesor Carlos Abraham de la Universidad de La Plata, que editó las obras
completas en dos tomos, para Ciccus. Raimunda fue una de las más destacadas
escritoras decimonónicas argentinas, y una pionera de nuestra literatura
fantástica y de terror. También fue una de las primeras feministas argentas:
nacida en 1855, desarrolló una amplia actividad firmando con diferentes
heterónimos en los semanarios femeninos La Ondina del Plata, El Correo de
las Niñas, El Correo de las Porteñas, El Álbum del Hogar y La Alborada
del Plata. En el matutino La Nación publicó textos entre 1876 y
1885, “que exhibían marcadas influencias de Hoffmann, Poe y del Shakespeare más
oscuro y sangriento”, dice Abraham. El cuento que leí, “Un crimen misterioso”, sorprende
con un final absolutamente moderno para la época.
Inmediatamente pasamos al taller: Memi y Pablo leyeron textos
a los que aún le falta alguna corrección para ser cuentos. El de ella
podría inscribirse en el género de la “silueta” o del “perfil”, tan estudiado
por el maestro Luis Chitarroni, del que leí “Memoria de paso”, un retrato personalísimo
de Fogwill que publicamos hace muy poco por acá.. También leí "La abuela Juana", un delicioso poema de Sergio Bizzio, en el que con dos o tres pinceladas nos describe
a su abuela querida. Emociona con recursos simples y brevedad.
El texto de Memi podría emparentarse con alguno de Hebe Uhart
-hay unos cuantos así en “El gato tuvo la culpa”, la recopilación que hizo
Blatt & Ríos con los cuentos que le sobraron a Hebe de las obras completas
publicadas por Alfaguara-, o con la simpática voz de Aurora Venturini.
El texto de Pablo contiene más sugerencias que exactitudes,
pero si lo trabaja concentrado en los objetivos (qué decir para lograr el
efecto buscado) lo conseguirá. Por un lado debería podarlo de sobre explicaciones
que arma a partir de acciones comunes, como moverse por un videoclub de los
noventa para encontrar una película de fin de semana. La mayoría de las veces
es innecesario describir tanto: idas y vueltas de los pasillos a un mostrador;
búsquedas laboriosas en estanterías colmadas. Y al mismo tiempo crea confusiones
por miedo a sobre explicarse con aquello que quiere trasmitir realmente: el
paso de la niñez a la adolescencia de un chico que asiste a una piyamada en
lo de su amigo. La lupa no estaría puesta en lo importante, Pablo, pero no se
ve tan complicado para pulir. Vos sabés, vos podés (acá despliego mi veta gurú).
En todo caso me gustaría releer ambas versiones revisitadas.
¡Vos también podés, Memi! (más Nil Zen): concentrate en meter las anécdotas jugosas,
las que nos gustaron a todos, en una caja (o estructura) fiable. Y con eso lo tenés.
Finalmente Mariano Ducrós leyó “Los hijos”, un interesantísimo cuento muy despojado, como de un Quiroga religioso y siniestro. Apenas si pudimos aportar algunas ideas sueltas, a un texto casi logrado. Hice un ejercicio simple: lo corregí en vivo como lo haría con mis propias páginas, y todos colaboraron con comentarios. Fue una buena experiencia, creo, porque solamente se trataba de un peinado, pequeñas indicaciones para emprolijarlo y dejarlo publicable. Mariano me trajo de regalo su reciente libro de relatos “Theremin”, que leeré a la brevedad. Gracias.
Cociné galletitas de las que hacía en pandemia; revival
cookie. Las acompañamos con ristretto de Cafezenda. En la
semana cuelgo por acá la receta del horneado. No quedó ni una miga.
Ensopamos.
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