22.8.24

MI 266 / LA CONJURA EDICIONES

"Cuando el escritor murió fui a la muestra “Archivo Bolaño” que alguien -Anagrama, la viuda o los amigos del chileno- había montado en el Centro Cultural Recoleta. Fue para el fin de año de 2004. Hacía mucho calor. Tras las vitrinas iluminadas había fotos, muchas fotos del escritor niño, joven y de mediana edad. En casi todas sonriente, feliz. La letra de sus manuscritos era, en todas las páginas, la de un niño. Llamaba la atención la cantidad de papeles sin publicar, casi todos correspondientes al proyecto que vio la luz unos años después, la novela 2666 (en total tuvo seis libros póstumos, tanto es lo que dejó inédito al morir). Estaba su máquina de escribir. Y, al lado, sus anteojitos de vidrios circulares. Era el último objeto que se podía ver. Era, también, un mazazo a la disposición de todos los paseantes que andaban por el CCR, distraídos, diciendo “ese lo leí, ese no”, o reconociendo a los que lo acompañaban en las imágenes: Piglia, Marías, Fresán. Hasta había una grabación con su voz, que podías escuchar por unos auriculares colgantes. Toda la exposición hablaba de lo mismo, de la presencia de Bolaño. El escritor que está entre sus cosas. Únicamente los anteojos delataban su ausencia, como el final sorpresivo de un cuento. El último cuento de Roberto Bolaño."

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