“Una versión sobre la identidad de Lilith dice que es la primera esposa de Adán, pero, a diferencia de Eva, quien es creada de una costilla de aquel, esta se halla moldeada con heces y cochambre. Lilith se rebela contra Adán por causa de la polémica en cuanto a la forma de la unión sexual (se niega a estar recostada debajo de él) y de esta manera tensiona la igualdad entre los sexos. Después huye del Edén, se afinca en los reinos del aire y es creadora de toda una estirpe de demonios. Los apelativos con que se la designa son varios: la ramera, la falsa, la perversa, la negra, entre otros. La representación que se hace de ella es la de un ser dual, mujer-serpiente, atractiva por su larga cabellera pero con cuerpo de sierpe. La apariencia remite a Eva, como indica Erika Bornay en su libro Las hijas de Lilith: “En lo que respecta a la imagen de Lilith, con el extremo inferior de su torso en forma de serpiente, todo parece indicar que se quiso establecer un paralelismo entre su culpa y la de Eva con el reptil bíblico.”
Entonces, esta diablesa, cuyo carácter inicuo es el útero de
la perversidad y la concupiscencia, puede considerarse el primer eslabón en la cadena hacia
la constitución de la mujer fatal. Eva es el siguiente eslabón: viene a servir de
representación más respetable, sumisa y obediente a la figura masculina. Sin
embargo, está imputada con el estigma de ser la promotora del pecado, “el otro”
culpable. Según palabras de San Jerónimo, uno de los padres de la Iglesia: “La
mujer es la puerta del Diablo, la senda de la iniquidad, la picadura de la
serpiente”. En pocas palabras, un objeto peligroso.”
(“Nuevas miradas en torno a la mujer fatal”, coordinación
y notas de Héctor Roque-Pitt)
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