11.7.24

CÓMO CONSTRUIR UN ÁRBOL EN UN PARQUE / TEXTO CURATORIAL

“Si la lluvia te molesta, planta un árbol. Si el calor te abruma, planta un árbol.

Si te gusta la fruta, planta un árbol. Si amas a los pájaros, planta un árbol.

Y si adoras la vida, planta muchos árboles”.

Refrán popular.

 

Arbórea Magna es un monumento que intenta homenajear a todos los árboles del mundo. Vamos a encontrar allí el ancho de un baobab, la altura de un álamo, las ramas de un pino marino, la corteza del eucaliptus, la llegada a tierra del gomero. La cita a esas especies no es documental; la propuesta conlleva un registro poético.

Su estratégico marco, el Parque de Innovación, es un centro de estudios sobre el futuro de las ciudades. El complejo abarca doce hectáreas en las que conviven edificios y pabellones, insertos en un paseo público. Arbórea Magna está emplazada en su eje medio, denominado Camino de la Innovación.

El árbol mide treinta y cinco metros de altura, un metro más que la mitad del Obelisco y uno menos que el estadio de River. El estadio se hace presente por encima de los árboles de la avenida Udaondo. Es imponente por su masa y por su significado. Representa, en su carácter monumental, la identidad de todo el barrio de Núñez. El árbol de Nicola tiene una incidencia identitaria a escala institucional, como hito dentro del complejo.

La naturaleza en las ciudades nunca crece o se expresa de modo salvaje, sino que aparece como una miniaturización domesticada. Las ciudades son artificiales. El Sena no cruza espontáneamente París, sino que está encauzado sobre orillas construidas, dragado para mantenerlo navegable y cruzado por puentes. Y es un río urbano que define un paisaje; muy distinto de un arroyo rectificado o directamente entubado, al que nunca veremos y solo servirá como aliviador pluvial. Debajo del árbol de Nicola, por ejemplo, pasa el arroyo White. Casi nadie lo sabe, porque va bajo tierra.

Lo mismo sucede con las plantas y árboles, que en la ciudad aparecen en canteros, macetones, o contenidas por cordones de granito en plazas y parques. Toda la naturaleza que ingresa a las ciudades lo hace controlada por la mano del hombre.

 

Formalmente, Arbórea Magna consta de tres elementos: el árbol propiamente dicho, el sistema de rampas, la corteza. La diferencia entre las partes está dada por magnitudes, materialidades y detalles.

El árbol es de metal galvanizado, y está robóticamente preparado para mapeos lumínicos. Es el centro y sostén de la escultura. Lo rodea un sistema de rampas y pasarelas curvas de hormigón, dispuesto sobre una isla circunscripta en un espejo de agua. La misión de las rampas es conducir al paseante desde la pérgola de ingreso hacia los puntos de observación, donde podrá hacer foco en el diseño del piso y la corteza, y sacarse selfies.

La corteza es un recubrimiento cerámico que abraza el nacimiento del tronco, cubre sectores de la isla y vuelve a aparecer en lo alto del mirador. Un tradicional arte de arcillas pigmentadas resguarda parte del árbol metálico, como si dispusiera una protección milenaria para lo que vendrá.

La flora que rodea a Arbórea Magna es autóctona, conectando Arbórea con la plaza de Alcorta y Udaondo, que a futuro vinculará los usos del predio: sedes de universidades, de empresas tecnológicas y de investigación, edificios de coworking y de viviendas.

 

La dupla arte urbano y naturaleza nos invita a reflexionar sobre cómo podemos coexistir de manera sostenible con el entorno natural. Las esculturas que representan especies botánicas o animales en peligro de extinción nos advierten sobre la importancia de conservar la biodiversidad. La obra de Nicola Costantino, desde su imponencia artística, es un llamado inspirador a plantar decenas de árboles naturales en todas partes. Cientos, miles. Un árbol junto a otros árboles refleja a una comunidad interconectada, que se cuida y ampara como un bosque.

Un árbol artificial es un preservador de la apariencia nativa e histórica de un espacio público, sin comprometer la longevidad de los árboles reales que pudieran haber existido. Así podríamos entender al árbol de Nicola, cuando todos los árboles de alrededor hayan partido. Algún día no estaremos y su monumento seguirá en pie, para recordarnos nuestro paso por el mundo.

Agrega la autora:En la combinación de técnicas existen fuerzas que llevan la obra más allá de la voluntad del artista, y es así como empieza a tener un gran poder. El poder de detener el tiempo, frenar lo inevitable, la degradación de la materia que indefectiblemente se va a corromper. Eso es lo barroco en mi trabajo, el pensamiento que estoy rescatando para el arte contemporáneo.”

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