Los encarnados son espíritus diabólicos que se meten en los cuerpos de la gente o de las mascotas buscando, justamente, hacerse carne. Se cansaron de ser demonios de aire, quieren mezclarse entre los humanos. Añoran crear, un día, una especie de redentor.
Para lidiar con encarnados no hay que dejarse estar,
conviene reaccionar a los primeros síntomas. Y hay una serie de reglas clave a
la hora de encararlos. Son siete, me acuerdo apenas de tres, porque esta parte
de las películas de terror que explican cómo manejar a los entes, es la que más
me molesta. Enumero: no se puede ir al encuentro de un encarnado con un perro;
no se puede usar la electricidad delante de ellos (por lo que siempre estaremos
a oscuras); no se los puede matar a los tiros, con un arma de fuego, porque el
espíritu se pasa inmediatamente al justiciero.
Otra de las cosas que me revienta de las películas de terror
son los aparatos medievales, los libros de la -mala- memoria, siempre llenos de
tierra, los astrolabios con péndulos que examinan las vibras diabólicas, los
grabadores que llevan miles de años de humedades, pero cuando los sacan del baúl
la cinta corre y dice “Astaroth, Vehuel, Scheva”. Todos estos aparatos
suelen necesitar de expertos que sepan manejarlos, o improvisados actores cuya
curiosidad supere la experiencia que les falte.
Bueno, las películas de Rugna tienen todo eso. Más personas
en estado de putrefacción, seres que llegan de otras dimensiones, cuerpos
serruchados con las tripas al aire, muertos que resucitan, bubones goteantes,
sangre y zombis de cementerio. Y son GENIALES.
Él hizo varios cortos y dos largometrajes: “Aterrados” (2018) y “Cuando acecha la maldad” (2023). Hay un par que hizo antes, que son casi ejercicios (hablados en inglés, para el mercado estadounidense). Con “Aterrados” había conseguido éxito de público y cantidad de premios: Mejor Película de Fantasía en Fantastic Fest, otro premio en el BARS, etcétera (la pueden buscar en Amazon Prime Video). “Cuando acecha la maldad” acaba de ganar como Mejor Película en la Selección Oficial del Festival de Sitges, el encuentro más importante de cine fantástico y de terror del mundo. Es el primer film latinoamericano que recibe este galardón, en los 56 años que el festival catalán lleva en pie. Además, logró la distinción Blow Window, que es de las mejores cosas que te pueden pasar si sos un anfitrión que quiere asustar de verdad a sus invitados. El estreno en Argentina está programado para el 9 de noviembre. Aquí pueden ver el teaser.
Rugna logra asustar. Sus películas son desesperantes, van a toda
velocidad, están llenas de suspenso y auténtico gore: salpican. Sobre
todo esta última, un pequeño parque de diversiones del horror. Rugna graba con
vértigo, no da respiro. Después de ver por primera vez al encarnado gordo del
rancho, ese grano humano, sentimos que nada podrá salir bien. Y, efectivamente,
nada sale bien.
El director larga con ventaja en este tipo de películas,
porque se llama Demián. Si le afeitáramos la cabeza o la barba a lo mejor le
encontraríamos los tres seis. No lo hacemos porque, a pesar de todos esos
ingredientes de género que nombré antes (opinando que me molestaban por
conservadores), hay que reconocerle que inventa cosas increíbles. Sus niños no
se ven en otros terrores cinematográficos. Son de él, originales. Si Rugna no
ha venido con sus pelis a este mundo a reinar para el mal, al menos podría
fundar un jardín de infantes satánico.
LOS NIÑOS DE DEMIÁN
La verdad es que vi tanto cine de miedo que también estoy
medio cansado de esos niños cancheros, que salen siempre poniendo ojitos a lo Kubrick
para decir “mirá lo malo que soy”. Desde los engendros de Village of the Damned
(El pueblo de los malditos, 1960), los pibines siempre son presentados como una
especie de mejores alumnos, dignos del cuadro de honor. Tienen un adulto individualista
“a mí nadie me regaló nada” clavados en su ser, que se les escapa en miradas y gestos.
Los niños de Demián, no. Y acá viene la novedad. El chiquito
de “Aterrados”, da pena, no miedo. Se banca que lo entierren, lo desentierren,
lo metan en un frízer, lo metan en un coche, y él solamente quería tomarse un
Vascolet mientras hacía la tarea. Es cierto que en la nueva película, sus niños
son más activos. Además de bancarse las del hermanito, se dejan apalear,
estropear, morder, siempre con una sonrisa. Algunos hacen que sufren, pero en
el fondo se divierten. Nosotros, los espectadores, lo sabemos. Vuelven para
decirle a su mamá que va a morir aplastada en el próximo cuadro, o para comerse
a la abuela. Lo hacen con alegría. Dan ganas de adoptarlos, si no fuera porque
sabés que te van a mellar la cabeza a martillazos.
Cuando se quedan quietos, los nuevos niños de Demián son aún
peores que el de “Aterrados”. Hay una escena que pasa en el aula de una escuela
rural. El protagonista y la limpiadora van a la noche a exorcizar el edificio.
Los niños están ahí, como si alguien se los hubiera olvidado en mitad de una
clase. Con sus guardapolvos y cuadernos. En silencio. Cada uno sentado en su
banco, a oscuras. Y el protagonista y la limpiadora tienen que pasar de ida y
vuelta entre esos pupitres ocupados. Si les digo que me hizo acordar a la
escena final de “Los pájaros” de Hitchcock, no les estoy mintiendo ni un
poquito.
MONSTERS, INC
“A los niños les gusta el mal, y el mal gusta de los niños”,
dice la experta, en un parlamento. Yo agregaría: al mal le gusta lo doméstico.
Los niños adentro de sus casas, de sus colegios. Los placares, las alacenas, el
interior de las paredes. Eso: los interiores de las cosas. El “debajo de la
cama”. Lo oculto.
Estas dos películas alientan miedos infantiles, los que nos
asustaban por las noches en nuestras habitaciones apagadas. “Aterrados” lo hace
en modo urbano: las alteraciones paranormales suceden en dos casas pegadas y la
vecina de enfrente, en un barrio del Conurbano que podría ser Castelar. “Cuando
acecha la maldad” lo hace sin medianeras, en modo campo. Los ranchos próximos
quedan a grandes distancias, hay que ir en camioneta.
En ambos casos, los peores sustos se debaten en camas, entre
las patas de una mesa, con sillas que se mueven y a veces hasta vuelan. Con
vecinos mirándolo todo, testigos de algo que nadie entiende, ni entenderá. La
domesticidad vuelve las historias muy aprehensibles, porque están acá nomás, a
la vuelta de los recuerdos.
En mi próxima vida quiero reencarnar en niño de película de
Rugna. Son los vencedores del mañana, porque no trabajan individualmente, como
el pendejo liberal de La Profecía, sino que van en grupo. Peronistas, carajo.
SPOILEAR PERJUDICA LA SALUD: ¡VADE RETRO, SATÁN!
Me quedo un rato después de la función privada en
Metrovisión, para poder hablar con el director. Pero es imposible llegar hasta
él, y la espera que me anticipan es de una hora como mínimo. Clarín y La Nación
tienen prioridad (ufa). Entonces me quedo comiendo sanguchitos con Fernando
Díaz, de Machaco Films, que fue el productor de los dos éxitos. “Cuando acecha
la maldad”, además, tiene otros dos productores asociados: Aramos Cine y
Shudder.
Le pregunto a Fernando por el muñeco de Luis Ziembrowski,
por la escena del Dogo de Burdeos y otros detalles macabros, así como en su
momento le había preguntado por la excelente escena de la bañadera de la
película anterior. Me empieza a explicar y Roxana Ramos, la chica de Aramos, le
para el carro. Todo lo que me está contando no se puede decir, porque Demián se
puede enojar y si se enoja capaz que llueve sangre de cerdo del cielo, y
quedamos todos pegoteados y rojos.
¡A quién se le ocurre revelar los trucos! Una cosa es el
entusiasmo por la “cocina” del cine, otra es publicar las “recetas”. El
interés, me dicen ellos, está en preservar la ilusión, por lo que no me dejan repetir
nada de lo que escuché (y grabé). Los maestros del terror son como
prestidigitadores, mucho más que en otros tipos de cine. Y Demián Rugna es un maestrazo.
Los dobles de los actores acá suelen ser de látex, e inmunes al golpe de hacha.
Marcos Berta se llama el campeón dueño de los efectos especiales.
Así que voy a tener que escribir otra nota en paralelo, con
esa data misteriosa. La pienso a subir a La Necronomicón Revista, La Agenda
Revista de la Dark Web. Allí podrán leerla completa, muertos vivientes.
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