16.6.23

"EL ACTO EN CUESTIÓN" EN MILANESA




  WEl acto en cuestión cumple treinta años y festeja su cumple con copia impecable en el pelotero Leonardo Favio del Gaumont. Esa es la invitación. Va a estar su papá, Alejandro Agresti, y la gente de Comunidad Cinéfila, un colectivo de amigos del cine que lleva once temporadas presentando películas argentinas en salas, a veces acompañadas por los directores, otras por actores. También están invitados Mirta Busnelli y Sergio Poves Campos. Allá fuimos en peregrinación, aunque hayamos visto y re visto El acto en cuestión en MUBI o en la tele, varias veces, porque es una película infinita.

Así la describen los de Comunidad: “Es la historia de un maestro ilusionista—imaginativa, visualmente audaz y llena de trucos mágicos fascinantes—que captura el vínculo entre cine y vaudeville. Una cruzada por la originalidad, firmemente arraigada en la historia argentina, que cuestiona el propósito mismo de la creación artística.”

Así la cita el crítico Roger Koza: "No debe existir película más porteña que El acto en cuestión, obra que destila un amor por Buenos Aires y patentiza una forma de ser. Quiroga podría ser estigmatizado como el típico chanta (argentino), pero sería injusto circunscribirlo en esa descripción. Las referencias del filme van de Borges a Arlt, y cuanta cosa se pueda pensar de la cultura porteña. Una forma de atravesar El acto en cuestión puede consistir en reconocer los signos de esa cultura específica. Tal vez hoy, el pasaje que tiene lugar en París, en el que Nathalie Alonso Casale interpreta La montaña de Luis Alberto Spinetta en una heterodoxa versión tanguera, adquiera una magia singular que conecta al cine con los espectros y va más allá de Buenos Aires. Es inagotable." Con los ojos abiertos: críticas, crónicas y apuntes de cine en festivales.

Si fuera por su trayectoria comercial, El acto en cuestión es la película maldita de Agresti. Se estrenó en 1993 en el festival de Cannes, con éxito rotundo de crítica, pero nunca llegó a los cines como cualquier película que se precie. Llegó, vamos que sí, pero como joya, como historia, como rareza. Yo la vi por primera vez en un VHS en holandés, con subtítulos en castellano llenos de faltas de ortografía que me pasó Damián Tabarovsky.

​El actor es el mítico Carlos Roffé, que en esa época debía tener unos cuarenta años. Un día encuentra (o se afana, más bien) un libro de Magia y Ocultismo. Lo lee y aprende un truco, el acto en cuestión por el cual hace desaparecer de verdad cualquier objeto que el aprendiz de brujo decida que vale la pena hacer desaparecer. Empieza por un telescopio, termina por la torre Eiffel. En el medio hace desaparecer también a un niño y a unos nazis que lo persiguen. El niño regresa porque “la infancia es esa cosa que no nos deja en paz hasta que somos viejos”. “¡El helado está podrido!”, reclama una comensal en un restorán de lujo. “¡Aparición con vida!”, grita la prensa. Cualquier semejanza con los tiempos de la dictadura argenta no es una coincidencia, porque el amor es una mujer gorda. “Lo peor no es hacer desaparecer; lo peor es el olvido”, dice el mago.

 LOS DUEÑOS DEL CCC

Me llegan los avisos de las funciones por mail, en una aparente suscripción que hice en algún momento de esos que no recuerdo. Aparecen, es todo. Ya que tenía que ir al cine, los busqué en el hall de la Sala Favio para averiguar quiénes son. Me contesta Alejandra Ruiz, fundadora del centro. “El Cineclub Comunidad Cinéfila es un espacio creado para difundir películas argentinas que recupera la experiencia social de ir al cine. En su historia de una década ha cambiado varias veces de sala (Espacio Incaa –Artecinema, Caras y Caretas y entre 2016 y 2019 el Microcine de la ENERC). La idea es que sirva como plataforma de intercambio entre realizadores y espectadores, propiciando comentarios y aprendizaje”. Algunos de los directores que participaron fueron; Gustavo Fontán, Raúl Perrone, Fernando Spiner, José Celestino Campusano, David Blaustein, Nicolás Prividera y Rosendo Ruiz.

Alejandra es docente universitaria y curadora independiente. Realizó la carrera de Artes Combinadas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y la maestría en Estudios de Teatro y Cine Latinoamericano y Argentino. Cuenta que se las vieron negras cuando empezó la pandemia, porque justamente uno de los objetivos didácticos del espacio es devolver los espectadores a los cines, lo que en la pandemia estaba prohibido. Entonces surgió el proyecto de la Sala Virtual que sigue ofreciendo a sus socios la posibilidad de disfrutar de una programación que acerca ficciones y documentales de todo el mundo, con tramas de perspectiva de género. La Sala Virtual supo abrir un espacio de exhibición para nuevxs directorxs argentinxs, brindando además charlas y encuentros en el Zoom con muchos de ellos. Toda la info, acá: http://www.comunidadcinefila.org

 HABLA AGRESTI

Acerca de la realización: “En la película no hay ningún truco digital porque cuando la filmé no existían. Cuando Quiroga camina sobre un texto, lo hace sobre un piso al que se le pintó el mensaje con grandes letras. Estuvimos dos meses de viaje por la Europa del Este, filmando en locaciones extravagantes, mientras que en un estudio de Amsterdam construían el conventillo y en otro de Rotterdam, la casa de muñecas. El circo se rodó en Italia. Para el viaje compramos dos ambulancias hechas mierda y una casa rodante. Una ambulancia servía de vestuario, la otra era para utilería. En la casa rodante hacíamos las reuniones y jugábamos al truco con Carlitos. Cruzamos Alemania, Bélgica, Hungría, Bulgaria, Rumania, Praga, Checoslovaquia. Cuando veíamos un lugar que nos gustaba, con posibilidades para ser un decorado, nos bajábamos y negociábamos con la gente. Hicimos 21000 kilómetros en dos meses; en un momento tuvimos que mandar las latas a revelar a Holanda, entonces regresamos. No se podía revelar en cualquier lado porque era fílmico de 35 en blanco y negro, y las máquinas rusas que se conseguían en el Este podían rayar o estropear el material. Así que nos volvimos y por suerte salió todo bien: los productores aprobaron los resultados y pusieron más plata para las dos semanas de estudio que faltaban. En total, la película salió dos millones y medio de florines, que era un millón de dólares y un poquito más.”

Acerca de Roffé: “Llamé a Carlos y le dije que se viniera. En ese momento él tenía un trabajo que no era de actor. Le mandé el pasaje. Después te cuento lo que vamos a hacer. Él estaba con miedo: ¿En serio dejo el laburo? Yo: sí dale, acá te van a pagar, vos venite. Al final su miedo no era a dejar el trabajo, sino a viajar en avión. Ahora van a decir todos se tienen que bajar porque hay una bomba. Pero después llegó y no podía creer todas esas ciudades por las que paseamos. No era una película en la que llegabas al estudio, actuabas y te ibas. Era una aventura.”

Acerca del final: “Con el cierre de El acto en cuestión sucedió algo raro. Al principio no había ningún guion, solamente una novela de quinientas páginas que yo había escrito a los diecinueve. Un pastiche insoportable, pero con ideas. Cuando llegaron Sergio y Carlos, les entregué más o menos la mitad de la letra que tenían que memorizar. Y después seguí escribiendo en el camino. Para las escenas finales ya estábamos en el estudio de Rotterdam, el de la casa de muñecas de Lorenzo Quinteros. Quiroga, que está acabado, se va a trabajar con él al taller. Son amigos de toda la vida. Están conversando solos, los dos, mientras Quiroga va poniéndole ojos a las cabezas de los muñecos. Entonces Lorenzo le pide que le cuente cómo lo hacía. Le insiste. Y Quiroga dice, medio con tristeza: Un buen mago nunca revela sus secretos. Después de esa escena venían tres o cuatro más, no recuerdo bien. Pero me dieron ganas de ir al baño y me retiré rumiando una posibilidad. Se me ocurrió ampliar la insistencia por parte de Lorenzo: ¿cómo lo hacés? Dale, decime cómo… Hace hablar a una muñeca con voz de nenita: tío Miguel, ¿cuál es la trampa? Y Carlos Roffé dice: ¿En serio querés que te lo diga?  ¡Como si realmente hubiera un truco! Ahí entendí que se había terminado la película. Ya está, les dije a todos. Vamos.”

 PRÓXIMAS FUNCIONES EN EL CINECLUB

Dos más, previstas para los meses que vienen. Agenden: siempre cada dos lunes a las 19:30 en el Gaumont. El 10 de julio, los Comunidad Cinéfila proyectarán “La revolución es un sueño eterno”, versión del (genial) libro homónimo de Andrés Rivera, filmada por Nemesio Juárez. Don Nemesio es socio fundador del Grupo Cine Liberación junto a Fernando Solanas y Octavio Getino, entre otros próceres. Y el 14 de agosto dan “Espérame mucho”, de Juan José Jusid, film que está cumpliendo cuarenta años (pensar que fui cuando la estrenaron en el Ocean de Morón, qué viejo estoy). Como dicen los de Comunidad: “¡Nos vemos en el cine!”

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