“Puso menudito en Tinder y la cagó.”
Así empieza “Salo solo. El patrullero del amor”, la primera
novela de Kartun, nuestro querido Mauricio de las tablas. Antes de eso escribió
unas treinta obras teatrales, con el “Tríptico patronal” -“El niño argentino”,
“Salomé de chacra” y “Ala de criados”-, que al decir del crítico Jorge Dubatti es
la tríada insoslayable del teatro argentino del siglo XXI. Más “Terrenal.
Pequeño misterio ácrata” y “La vis cómica”, entre sus últimas genialidades. Con
ellas ganó el Premio Nacional de literatura dramática, el Premio Municipal de
Teatro, un Konex de platino, el gran premio de honor de Argentores, el premio a
la trayectoria del Fondo Nacional de las Artes y el ACE de oro, que es el
galardón que otorga la Asociación de cronistas del espectáculo de la Argentina.
“Terrenal” también fue galardonado como mejor libro argentino de creación
literaria en la Feria internacional del libro de Buenos Aires del año 2014. A
pesar de tanta página escrita y festejada, Kartun no había incursionado antes
en la novela. Tampoco creo que se le vuelva una costumbre, porque por lo que
escuché que dijo en redes, “Salo solo” se le fue haciendo mientras posteaba las
peripecias de su amigo Salomón en el Facebook.
Leí todos sus libros de dramaturgia. Tengo por lo menos seis
en mi biblioteca, y los abro cada tanto para estudiar. También concurrí a su
taller de tres días -maravilloso- e hice una nota que puede leerse por acá. Reconozco que me había dado un poco de miedín empezar a leer “Salo solo”
(miedo de lector serio, no hay peor cosa). Un libro de puro humor, a esta
altura, qué le agrega al Maestro. Mi expectativa pava se dispersó en esa
primera frase donde el personaje se autodescribe como menudito, en un
medio (Tinder) en el abundan las descripciones de super héroes. Y explica que
así era como su mamá lo llamaba de chico. No me tuve que entregar: el libro te
agarra de los pelos y te lleva.
Salomón es un hombre mayor, se ha quedado viudo pero se
sigue percibiendo joven. Sale a buscar compañera. Su médico de cabecera le da
la posta (además de la lata): “Circule, Salomón, circule. En los lugares de
siempre no va a encontrar nada: con las
que tenía que pasar ya pasó, y con las otras no va a pasar nunca. Ábrase y
circule”. Entonces Salomón se convierte en el patrullero del amor. Desde ahí y
hasta el final lo vamos a ver anotarse en Aquagym, lidiar con la botánica de
balcones, volver a Miramar en la segunda quincena de febrero, asistir a un
curso de teatro vocacional, participar de una movilización anti aborto, de un
certamen de baile, convertirse en extra en una película testimonial y apostador
en un torneo de Burako. Le da lo mismo estar con diez gordas en una pileta que ayudar
a coser el feto ingeniero para que otras señoras muy derechas lleven en
andas a la plaza del Congreso. Siempre que haya una mujer para apuntarse, el
patrullero encenderá su sirena.
Por la mitad de la historia Salomón tiene una noche kármica
y él, que es de avanzar siempre con chascarrillos, empieza a contenerse. “Destino
de gracioso. Qué me vas a contar a mí. El que hace reír no garcha, menino.
¿Querés garchar? Hacé llorar, menino, haceme caso. El payaso no la pone jamás”.
Salomón es un ganador que pierde cantidad de veces, pero nunca
baja la guardia. Se ve a sí mismo como un péquele. “El paquetito de las
sobras soy. Un resto solitario en la fuente que se reparte envuelto al final de
la fiesta. Pedazos mordisqueados soy y ni manjar he sido. Deprimido Salo y
picoteando Rivo de nuevo, ritmo maní salado. Copetín de clonazepam. Dejado,
encima. Baño polaco: pata, verija y sobaco. Y hablando solo todo el día.”
“Hasta cogiendo deprimo”, se oscurece Salomón. Cuando Kartun
está a punto de repetirse, el libro se convierte en casi policial, y resuelve
todo con un golpe. “El golpe”.
APOSTILLAS
Sería injusto leer esta primera novela de Kartun a la sombra
de sus textos teatrales, más que nada porque estos cuentos disfrazados de
capítulos fueron escritos como posteos divertidos en el Facebook, durante la
época de la pandemia. Temáticamente es un libro liviano, sin el trasfondo al que
nos tiene acostumbrados el dramaturgo. No habla del odio como en “Terrenal”, ni
del poder, como en “La vis cómica”. Ni de las diferencias de clase como en la trilogía.
“Salo solo” es un libro pasatista. ¿Es una mala palabra decirle a Kartun que
hizo un libro pasatista? ¡No! Kartun es de los que escriben en redes “me
encantó tu novela, me la morfé en tres horas”. La velocidad literaria para
Kartun es una gran ventaja. Y en el caso de esta novela es ingrediente
fundamental, porque los posteos compartidos en pandemia buscaban hacer reír. “Salo
solo. El patrullero del amor” es una especie de vodevil judío, una comedia de
enredos. Salo es nuestro Chaplin moishe.
Si le vamos a buscar el pelo literario a este huevo, tengo
que avisar que la escritura es un poco telegráfica, obviamente oralizada -es
ideal para leerla en voz alta, como si fuera el parlamento de un personaje-, y
se inscribe en la tradición argentina del primer turco Asís, el de “La familia
tipo” o “Don Adbel Zalim, el burlador de Domínico”. (Nota al margen: gran, gran
escritor, ese turquito temprano. ¿Para cuándo una reivindicación a ese hombre
condenado al desguace político en programas estúpidos de la tevé local? Es
mucho más que eso, porfa, si no leyeron estos primeros libros, agenden. E incluyan
los cuentos de “La manifestación” y “Fe de ratas”).
También tiene algo -¿el humor o el amor?- de Bernardo
Jobson, ese otro gran escritor argentino. No sé si Kartun leyó “El fideo más
largo del mundo”, donde está el cuentazo del tipo al que le sale un grano en el
orto, titulado “Te recuerdo como eras en el último otoño”. Si no lo hizo, va mi
recomendación, porque los tres, con el joven Asís, comparten una misma
tradición desopilante.
LAS PASTILLAS
Así de ingenioso escribe Kartun:
“El Cinzano es muy
locuaz. Si conociera la policía las virtudes locuaces del Cinzano, todos los
interrogatorios serían con vermú.”
“Las vacaciones: esa quincena del año en la que el ser
humano hasta tiene tiempo de ser bueno.”
“En la esdrújula batalla entre la píldora y la próstata,
siempre ha vencido la próstata.”
“A vece la mujer e’ pa’ti y a vece e’pacú. De un correntino
del servicio militar. Del Antiguo Testamento Colimba.”
“Para cuándo un paper
del Conicet sobre los mapas eróticos.”
“Una persona seria no es otra cosa muchas veces que una
dentadura de mierda.”
“Si la humanidad se
animase en la cara la mitad de lo que se anima escribiendo, el mundo sería un veinticuatrohoras
matraca.”
Cuando recuerda a una señora chetonga, dice: “De mucha
babucha. Y de rulo apelmazado”. Cuando quiere decir que hay que poner cara de
nada, dice “cara de pan de pancho”. Y “lucha con la cincha”, porque
definitivamente “no está ducho”. Le encantan esos soniditos, como a Gabriela
Acher.
Para mi gusto personal, a la prosa novelística de Kartun le sobran diminutivos y le faltan comas. Y también le vendrían bien unos
cuantos sujetos explícitos, porque con tantos tácitos, a veces confunde. Pero,
¿voy a ser tan pelotudo como para cepillarle estas migajas al creador más
grande de las tablas nacionales? Ya lo dijo la crítica global, la importante,
la del Guashintonpost y el Niuyortaims:
- “Salo solo”: un cago de la risa.
(El autor de la foto es Juan Pablo Mansilla)
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