Lo que viene es un experimento. Siempre que recibo los libros que las editoriales me mandan, les arranco inmediatamente las fajas y las tiro a la basura, mando las gacetillas a freír churros y no arranco las contratapas y las solapas (que detesto) por no estropear la integridad de los volúmenes. Y no se trata de que no me espoileen, los espóilers me tienen sin cuidado. No me afecta la lectura saber quién es el asesino; en mi caso muchas veces el subrayado de las operaciones narrativas me alienta a seguir, para ver cómo lo resolvió literariamente el autor. Como si lo leyera dos veces con el gasto de una, digo. Bueno, este es el experimento: Lidijover me informó que tenía dos libros que me iban a interesar, cuando le pedí “Hambre”, los últimos relatos de John Fante reunidos por Anagrama.
- ¿Hay dos de Fante?
- No, pero hay uno de una americana jovencita, Emma Cline,
cuyos cuentos tratan asuntos parecidos: familias, amistades, reuniones. El de
ella se llama “Papi”.
Lidijover agregó que iba a escribir un boletín contando los
beneficios de leer esos libros en tándem. Le hice caso y he aquí el
experimento: leí primero el boletín de Anagrama, después las dos fajas, una
verde y otra roja, correspondientes a las segundas ediciones de los libros, y
finalmente puse cara de emoticón feliz y leí ambas contratapas con dedicación y
tomando nota. Después, recién después, leí los cuentos.
Nielsen, alumno ejemplar.
CLINE VS FANTE
El título del boletín es críptico: “Todos fuimos peces alguna vez”. “Si el cuento norteamericano lleva el conflicto al borde de las páginas, Emma Cline lo corre aún más lejos. Cada una de sus historias es una ventana: nos asomamos el tiempo suficiente para entender que si no hay un conflicto es porque esa propia vida lo es.”
Lidijover también aporta: “Si vas a
leer alguno de los dos libros no dejes pasar mucho tiempo para leer el otro.
Hay algo ahí. Dos formas distintas del cuento norteamericano. No porque el
género haya cambiado, sino porque somos nosotros los que no somos los mismos.”
La faja del libro de Cline, por su
lado, se pregunta: “¿Qué sucede cuando el statu quo se desmorona?”. Y no
responde nada, aunque los cuentos tampoco respondan esa pregunta, que podía
haber funcionado también para Fante, o para Bukowski,
que es a través de quien llegué a Fante.
Las historias de ambos libros pasan
casi todo el tiempo en California, salvo por la diferencia de que las de Cline
pasan ayer a la tarde y las de Fante son de la década del 30, cuando el
escritor era adolescente. Las de Cline retratan a gente de clase alta,
millonarios y famosos. Hay cineastas, actores, personajes que gastan dinero en
shoppings dorados, que compran las marcas más caras de ropa con sus Amex Platinum,
que manipulan desde las sombras a través de sus iPhones último modelo, sin
jamás poner el cuerpo en nada. Viven casi siempre deprimidos en casas enormes,
los acosan los periodistas de vanidades y toman anfetas con Glenfiddich.
Los personajes de Fante, en cambio, son pobres. Italianos o filipinos,
viviendo como inmigrantes aspiracionales a esa clase media a la que a veces
llegan instalando un pequeño comercio, generalmente de comida rápida. Tienen
problemas con el alcohol barato, no pueden pagar cuentas, son racistas y
sucios. Ponen el cuerpo todas las veces: se pelean, garchan, vomitan, tiran
platos, se enferman, patean a los vecinos. Están tan igualmente hartos de la
vida como los de Cline, y casualmente tienen los mismos problemas. La violencia
doméstica, monstruosa, aparece en las casas de todos. Unos tratan de olvidarla
con la psiquiatría tardía; otros se bajan los dientes a tortazos. Los cuentos
de Cline podrían ser filmados por Sofía Coppola, mientras que los de Fante son
decididamente para Martin Scorcese.
CLINE Y FANTE SON NOVIOS
Ambos escritores exprimen y le sacan el jugo a la teoría del
iceberg de Hemingway: lo que no se dice es lo valioso de la historia.
Normalmente hay que ponerle más atención a los cuentos que no cuentan lo
importante, sino que apenas lo van suponiendo de a retacitos. Esto pasa a veces
exageradamente en Cline: uno, lector, siente que la historia que está leyendo
se va a poner peligrosa, pero normalmente no se entiende demasiado hasta pasada
la primera carilla. Un ejemplo es el cuento “La niñera”, de los mejores del
libro. La chica Cline, nacida en Sonoma en 1989, licenciada en Bellas Artes con
un máster de escritura creativa en la Universidad de Columbia, hace tanto
esfuerzo por ocultar qué está pasando en la realidad, que parece un noticiero
de TN. Aunque al final todo salga a la luz, y el título y cada uno de sus
renglones exactos se unan en un solo discurso. Cuentazo.
Fante, nacido en 1909, que no tiene más que estudios primarios en su solapa y trabajó como negro de Hollywood durante toda su vida, es muchísimo más directo que Emma, aunque lo que suele ocultar sea igual de peligroso. En “Me río yo de Dibber Lannon”, por ejemplo, hace un interesante escamoteo de un aborto desde la ingenuidad de los que miran lo que está pasando. Es un cuentazo que se entiende desde la primera línea, aunque el truco también esté en hacernos creer cualquier otra cosa que la que realmente sucede. La diferencia es que Cline oculta desde un enjambre de marcas y gadgets; desde gps, nombres de programas y redes, Apps, remedios, comidas estrambóticas y modas light. El pobre de Fante no puede nombrar casi nada de la industria yanqui, porque como consumidor es un tirado.
CITAS A LOS DOS
Se entiende que los cuentos de “Hambre” le hayan gustado al
viejo Bukowski, porque hablan de sus temas y lugares. Escribe Fante en el
“Prólogo para Pregúntale al polvo”:
“¿Hablo de Hollywood y su oropel? ¿De las películas? ¿Hablo
de Bel Air y de Lakeside? ¿Hablo de Pasadena y de los clubs de alrededores? No,
no y mil veces no. Te digo que este es un libro sobre una chica y un chico en
una civilización diferente. Es sobre Main Street, Spring Street y Bunker Hill,
sobre esa población cuyo horizonte occidental se detiene en Figueroa, y nadie
es famoso en este libro y nada notable o famoso será mencionado porque nada de
eso pertenece a este libro, ni estará por aquí mucho más tiempo.”
En un reportaje, Cline comenta por qué tituló “Papi” a su
libro, a pesar de que no hay ningún cuento que se llame así:
“Cuando me pregunté qué podría cubrir
todas las historias me di cuenta de que el tema que las engloba es el poder. Y
la palabra "papi" es muy interesante porque por un lado tiene el
significado familiar e inocente, es la palabra que usa un niño para llamar a su
padre. Pero también tiene esa connotación sexual, que tiene que ver con el
poder y nuestra extraña sublimación del sexo, con cosas que normalmente no
dirías en voz alta. Con ciertas dinámicas de cómo se pervierte la inocencia.”
Los mejores cuentos de Fante son
“Póngalo en la cuenta”, “Mary Osaka, te quiero”, “La domesticación de Valenti”
y el que ya nombré. Si le hubieran preguntado a él de qué iban, creo que jamás
hubiera contestado “el poder”, sino “el amor, los celos, el racismo”. Los
cuatro mejores de ella, según mi ranking personal, serían: “¿Qué se hace con un
general?”, “Hijo de Friedman”, “La Arcadia” y “La niñera”.
VENCEDORES EN LA NOCHE
La pelea de fondo, la favorita, merece ser un empate. Es
sábado, la estamos mirando con Bukowski en “Boxeo de primera”. Hay que esperar
las opiniones de los jueces, porque no hubo nocáu. Escuchar cada
tarjeta. Y también tenemos que votar la tarjeta del televidente, mediante el QR
que aparece en la pantalla. El voto popular, mi voto Samsung. ¿O mi plata no
vale? Sobre la mesa hay restos de la pizza que pedimos a Kentucky. Charles abre
otra Quilmes, dice: “hubo un par de ápercats bien puestos; supo cuidar
la izquierda”. Yo digo que esto de peleas mixtas, hombres contra mujeres, me
parece horrible, mientras reviso las contratapas de los libros. “No debería existir”,
dice Bukowski. “Últimamente perdemos todas las veces”.
- Shhh.
Tarjeta del señor Éric Neuhoff, Le Fígaro littéraire:
“Emma Cline probablemente sea lo mejor que nos ha llegado de Estados Unidos en
los últimos años”.
Tarjeta de la señora Marion Winik, The Washington Post:
“El libro de Emma Cline está tan bien escrito que cuando lo terminas te deja
con ganas de releer los cuentos, reflexionar sobre ellos, poder hablar con
alguien sobre ellos”.
Tarjeta del señor Cody Delistraty, The Wall Street
Journal: “Brillante y sombrío… Los relatos de Cline están repletos de
contradicciones que chocan entre sí: las promesas de la juventud y las
realidades de la vida, el éxito y el fracaso, la desolación y el humor, la
belleza exterior y la podredumbre interior”.
A nosotros no nos importa tanto la técnica, ni quienes son
los mánagers de los púgiles. Nosotros, con Bukowski, bancamos al que resiste
más, al guapo que soportó la paliza sin chistar. Nuestro voto es re “titanes en
el ring”. Le sirvo más cerveza en un vaso de plástico. Charles se agarra la
última de muza fría y le pone encima el pedazo que queda de la fainá, que está
más dura que un cartón. Hace fondo blanco, eructa y agrega:
- Votemos a L-Fante, que aprendió a escribir por Conectar
Igualdad.
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