30.9.22

NOCHE ESTELAR PARA UNA PELEA DE FONDO / LA AGENDA

 Lo que viene es un experimento. Siempre que recibo los libros que las editoriales me mandan, les arranco inmediatamente las fajas y las tiro a la basura, mando las gacetillas a freír churros y no arranco las contratapas y las solapas (que detesto) por no estropear la integridad de los volúmenes. Y no se trata de que no me espoileen, los espóilers me tienen sin cuidado. No me afecta la lectura saber quién es el asesino; en mi caso muchas veces el subrayado de las operaciones narrativas me alienta a seguir, para ver cómo lo resolvió literariamente el autor. Como si lo leyera dos veces con el gasto de una, digo. Bueno, este es el experimento: Lidijover me informó que tenía dos libros que me iban a interesar, cuando le pedí “Hambre”, los últimos relatos de John Fante reunidos por Anagrama.

- ¿Hay dos de Fante?

- No, pero hay uno de una americana jovencita, Emma Cline, cuyos cuentos tratan asuntos parecidos: familias, amistades, reuniones. El de ella se llama “Papi”.

Lidijover agregó que iba a escribir un boletín contando los beneficios de leer esos libros en tándem. Le hice caso y he aquí el experimento: leí primero el boletín de Anagrama, después las dos fajas, una verde y otra roja, correspondientes a las segundas ediciones de los libros, y finalmente puse cara de emoticón feliz y leí ambas contratapas con dedicación y tomando nota. Después, recién después, leí los cuentos.

Nielsen, alumno ejemplar.

 

CLINE VS FANTE


El título del boletín es críptico: “Todos fuimos peces alguna vez”. “Si el cuento norteamericano lleva el conflicto al borde de las páginas, Emma Cline lo corre aún más lejos. Cada una de sus historias es una ventana: nos asomamos el tiempo suficiente para entender que si no hay un conflicto es porque esa propia vida lo es.”

Lidijover también aporta: “Si vas a leer alguno de los dos libros no dejes pasar mucho tiempo para leer el otro. Hay algo ahí. Dos formas distintas del cuento norteamericano. No porque el género haya cambiado, sino porque somos nosotros los que no somos los mismos.”

La faja del libro de Cline, por su lado, se pregunta: “¿Qué sucede cuando el statu quo se desmorona?”. Y no responde nada, aunque los cuentos tampoco respondan esa pregunta, que podía haber funcionado también para Fante, o para Bukowski, que es a través de quien llegué a Fante.

Las historias de ambos libros pasan casi todo el tiempo en California, salvo por la diferencia de que las de Cline pasan ayer a la tarde y las de Fante son de la década del 30, cuando el escritor era adolescente. Las de Cline retratan a gente de clase alta, millonarios y famosos. Hay cineastas, actores, personajes que gastan dinero en shoppings dorados, que compran las marcas más caras de ropa con sus Amex Platinum, que manipulan desde las sombras a través de sus iPhones último modelo, sin jamás poner el cuerpo en nada. Viven casi siempre deprimidos en casas enormes, los acosan los periodistas de vanidades y toman anfetas con Glenfiddich.
Los personajes de Fante, en cambio, son pobres. Italianos o filipinos, viviendo como inmigrantes aspiracionales a esa clase media a la que a veces llegan instalando un pequeño comercio, generalmente de comida rápida. Tienen problemas con el alcohol barato, no pueden pagar cuentas, son racistas y sucios. Ponen el cuerpo todas las veces: se pelean, garchan, vomitan, tiran platos, se enferman, patean a los vecinos. Están tan igualmente hartos de la vida como los de Cline, y casualmente tienen los mismos problemas. La violencia doméstica, monstruosa, aparece en las casas de todos. Unos tratan de olvidarla con la psiquiatría tardía; otros se bajan los dientes a tortazos. Los cuentos de Cline podrían ser filmados por Sofía Coppola, mientras que los de Fante son decididamente para Martin Scorcese.

 

CLINE Y FANTE SON NOVIOS

Ambos escritores exprimen y le sacan el jugo a la teoría del iceberg de Hemingway: lo que no se dice es lo valioso de la historia. Normalmente hay que ponerle más atención a los cuentos que no cuentan lo importante, sino que apenas lo van suponiendo de a retacitos. Esto pasa a veces exageradamente en Cline: uno, lector, siente que la historia que está leyendo se va a poner peligrosa, pero normalmente no se entiende demasiado hasta pasada la primera carilla. Un ejemplo es el cuento “La niñera”, de los mejores del libro. La chica Cline, nacida en Sonoma en 1989, licenciada en Bellas Artes con un máster de escritura creativa en la Universidad de Columbia, hace tanto esfuerzo por ocultar qué está pasando en la realidad, que parece un noticiero de TN. Aunque al final todo salga a la luz, y el título y cada uno de sus renglones exactos se unan en un solo discurso. Cuentazo.


Fante, nacido en 1909, que no tiene más que estudios primarios en su solapa y trabajó como negro de Hollywood durante toda su vida, es muchísimo más directo que Emma, aunque lo que suele ocultar sea igual de peligroso. En “Me río yo de Dibber Lannon”, por ejemplo, hace un interesante escamoteo de un aborto desde la ingenuidad de los que miran lo que está pasando. Es un cuentazo que se entiende desde la primera línea, aunque el truco también esté en hacernos creer cualquier otra cosa que la que realmente sucede. La diferencia es que Cline oculta desde un enjambre de marcas y gadgets; desde gps, nombres de programas y redes, Apps, remedios, comidas estrambóticas y modas light. El pobre de Fante no puede nombrar casi nada de la industria yanqui, porque como consumidor es un tirado.

 

CITAS A LOS DOS

Se entiende que los cuentos de “Hambre” le hayan gustado al viejo Bukowski, porque hablan de sus temas y lugares. Escribe Fante en el “Prólogo para Pregúntale al polvo”:

“¿Hablo de Hollywood y su oropel? ¿De las películas? ¿Hablo de Bel Air y de Lakeside? ¿Hablo de Pasadena y de los clubs de alrededores? No, no y mil veces no. Te digo que este es un libro sobre una chica y un chico en una civilización diferente. Es sobre Main Street, Spring Street y Bunker Hill, sobre esa población cuyo horizonte occidental se detiene en Figueroa, y nadie es famoso en este libro y nada notable o famoso será mencionado porque nada de eso pertenece a este libro, ni estará por aquí mucho más tiempo.”

En un reportaje, Cline comenta por qué tituló “Papi” a su libro, a pesar de que no hay ningún cuento que se llame así:

“Cuando me pregunté qué podría cubrir todas las historias me di cuenta de que el tema que las engloba es el poder. Y la palabra "papi" es muy interesante porque por un lado tiene el significado familiar e inocente, es la palabra que usa un niño para llamar a su padre. Pero también tiene esa connotación sexual, que tiene que ver con el poder y nuestra extraña sublimación del sexo, con cosas que normalmente no dirías en voz alta. Con ciertas dinámicas de cómo se pervierte la inocencia.”

Los mejores cuentos de Fante son “Póngalo en la cuenta”, “Mary Osaka, te quiero”, “La domesticación de Valenti” y el que ya nombré. Si le hubieran preguntado a él de qué iban, creo que jamás hubiera contestado “el poder”, sino “el amor, los celos, el racismo”. Los cuatro mejores de ella, según mi ranking personal, serían: “¿Qué se hace con un general?”, “Hijo de Friedman”, “La Arcadia” y “La niñera”.

 

VENCEDORES EN LA NOCHE

La pelea de fondo, la favorita, merece ser un empate. Es sábado, la estamos mirando con Bukowski en “Boxeo de primera”. Hay que esperar las opiniones de los jueces, porque no hubo nocáu. Escuchar cada tarjeta. Y también tenemos que votar la tarjeta del televidente, mediante el QR que aparece en la pantalla. El voto popular, mi voto Samsung. ¿O mi plata no vale? Sobre la mesa hay restos de la pizza que pedimos a Kentucky. Charles abre otra Quilmes, dice: “hubo un par de ápercats bien puestos; supo cuidar la izquierda”. Yo digo que esto de peleas mixtas, hombres contra mujeres, me parece horrible, mientras reviso las contratapas de los libros. “No debería existir”, dice Bukowski. “Últimamente perdemos todas las veces”.

- Shhh.

 

Tarjeta del señor Éric Neuhoff, Le Fígaro littéraire: “Emma Cline probablemente sea lo mejor que nos ha llegado de Estados Unidos en los últimos años”.

Tarjeta de la señora Marion Winik, The Washington Post: “El libro de Emma Cline está tan bien escrito que cuando lo terminas te deja con ganas de releer los cuentos, reflexionar sobre ellos, poder hablar con alguien sobre ellos”.

Tarjeta del señor Cody Delistraty, The Wall Street Journal: “Brillante y sombrío… Los relatos de Cline están repletos de contradicciones que chocan entre sí: las promesas de la juventud y las realidades de la vida, el éxito y el fracaso, la desolación y el humor, la belleza exterior y la podredumbre interior”.

 

A nosotros no nos importa tanto la técnica, ni quienes son los mánagers de los púgiles. Nosotros, con Bukowski, bancamos al que resiste más, al guapo que soportó la paliza sin chistar. Nuestro voto es re “titanes en el ring”. Le sirvo más cerveza en un vaso de plástico. Charles se agarra la última de muza fría y le pone encima el pedazo que queda de la fainá, que está más dura que un cartón. Hace fondo blanco, eructa y agrega:

- Votemos a L-Fante, que aprendió a escribir por Conectar Igualdad.

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