“- Aprieta el gatillo. Apunta y aprieta -ordena la investigadora.
- La pistola está descargada -replica el tirador.
Ella insiste, por lo que él apunta al blanco que hay a cinco
metros de su arma. Dispara.
- Ahora revisa el cargador -agrega ella.
Él mira, hay una bala intacta. La saca y se la entrega. Ella
la ubica en una mesa, al lado de otra.
- Una de estas balas va como nosotros -dice-, viajando en el
tiempo hacia delante. La otra va al revés, porque su entropía es inversa. ¿Puedes
distinguir cuál es cuál?
El tirador niega con la cabeza. La investigadora ubica su
mano abierta sobre el proyectil de la derecha, a unos treinta centímetros de
altura, hace un leve movimiento con los dedos y lo agarra en el aire.
- Desde mi punto de vista atrapé una bala que saltó desde la
mesa; desde el punto de vista de la bala, se cayó de mi mano.”
Esta es una hermosa escena de “Tenet”, la más incomprensible
de todas las películas de Christopher Nolan, y una de las más festejadas por
los científicos que estudian física cuántica, como Rovelli, del que hablamos en
la nota pasada. La otra película es “Primer”, filmada en 2004 por un ingeniero
y matemático llamado Shane Carruth, y lo demás son un par de cuentos de Robert
A. Heinlein, el autor de la novela “Starship Troopers”, también comentada
alguna vez en nuestra Agenda. Y pará de contar. Casi todos los otros intentos
de la ficción por dar sustento científico a la posibilidad de los viajes en el
tiempo se quedan en la fantasía. Hablo de la saga “Back to the future”, por
ejemplo. Y “Terminator”. O se gastan tantas paradojas que las vuelven
imposibles para los que escriben los libros de la buena memoria.
“El tirador dispara otra vez, apuntando a los agujeros en la
diana, con la pistola vacía. Las balas se recomponen, salen de sus boquetes,
entran en reversa por el caño de la pistola y se alojan, quietas, en el
cargador.
- ¿La causa no debería venir antes del efecto?
- No siempre -responde la mujer.
- ¿Y qué hay del libre albedrío?
- La bala no se hubiera desprendido de la diana si tú no
hubieras apuntado y gatillado. Lo hiciste posible. -Y agrega: - No trates de
entenderlo. Simplemente, siéntelo.”
La escena vale la película. Aunque tiene muchas otras, tan buenas
como aisladas: un comienzo con un atentado en un teatro durante una convención,
una persecución de dos coches yendo a la misma velocidad en inversión (uno va
para el sur, el otro para el norte, pero en el episodio comparten la misma
fracción de espacio-tiempo), una guerra donde algunas bombas explotan y otras
des-explotan, simultáneamente en un mismo paisaje caótico.
Intentaré explicar algo de esto sin enloquecer.
TODOS LOS TIEMPOS, EL TIEMPO
Hay algunas reglas básicas en la que todos los físicos
parecen estar de acuerdo:
1 – En un viaje en el tiempo, la separación temporal entre
partida y llegada no es igual a la duración de la jornada del viajante. Observa
el investigador Daniel Lewis que el asunto implica dos lapsos diferentes: el
del tipo que viaja, subjetivo y acomodado a su propio reloj de pulsera, y el
que le ocurre como historia. El viajante vive una historia en otra época que
puede durar meses y para su reloj tal vez hayan pasado unos pocos minutos.
2 – Esta es de Hawking: el principio de “autocoherencia”,
formulado por Ígor Nóvikov y Kip Thorne, nos impide viajar al pasado. O sea,
solamente podrían existir los viajes al futuro, donde no habría paradojas.
Obvias leyes de protección cronológica impiden que lleguemos a un tiempo
anterior y nos mandemos un cagadón de esos que transforman todo el futuro en
otra cosa, por efecto mariposa.
3 – Los universos se están multiplicando. Esta es una
explicación del físico Bryce deWitt: “cada transición cuántica que ocurre en
cada estrella, galaxia o rincón del cosmos, está dividiendo nuestro mundo local
en millares de copias de sí mismo, y los universos multiplicados son inconexos
entre sí”. Es la explicación macro de los “muchos mundos” de la que se
asombra Carlo Rovelli. Por el momento, es la única propuesta que resuelve las
paradojas.
¿QUÉ SON LAS
PARADOJAS?
Hay solo dos modelos de paradojas causales en el caso de que
se quiera ir a veranear al tiempo de nuestros abuelos. Para explicarlo voy a
recurrir a la película de Cameron, un ejemplo de ficción que no tiene asidero
en la física. Desde el futuro mandan a Terminator al presente para matar a
Sarah Connor, y que ella nunca pueda engendrar al líder de la revolución contra
Skynet. Supongamos que la mata: el líder no nace, por lo tanto nadie puede en
el futuro mandar a matarlo. La ciencia habla de “paradoja de incoherencia”.
Como no la mata y Sarah, que era una simple secretaria, se
convierte en una feroz guerrillera, va a engendrar y educar un hijo héroe que
liderará a la humanidad contra Skynet: en este caso será el Terminator enviado
el que haya producido una historieta sin principio ni fin, que en física se
llama “bucle causal”, o “paradoja de bucle causal”. En una nota muy interesante
del sitio argentino El Cedazo,
que recomiendo leer atentamente, avisan que el principio de la causalidad, que
parecía ser hasta hace poquito una de las cosas básicas de la existencia, no
deriva de las leyes de la física. Cito: “En las ecuaciones de la física no hay
nada que nos explique la naturaleza de la causalidad; si bien todo efecto debe
tener una causa, ¿por qué esta tiene que existir antes y no luego? ¿Cuál es
exactamente el lazo que une una causa con su efecto? Cuando se trata de
cuestiones como el tiempo y la causalidad, la ciencia no nos dice cosas
claras.”
La esencia de las paradojas siempre es la causalidad. Si el espacio-tiempo
permitiera las bifurcaciones que intuye la física cuántica, el problema de las
paradojas quedaría resuelto.
En la teoría de los “muchos mundos” (que El Cedazo titula de
“universos paralelos”), podría existir un tiempo en el que Skynet reine sin
resistencia, otro donde Sarah Connor vence a Terminator y entrega al mundo un
líder, otro donde los humanos vencen a Skynet sin ayuda de nadie, hasta uno
donde Terminator y Sarah se casen y coman perdices en una isla en el Tigre.
VEO GENTE REPETIDA
Hay un acertijo de Hawking que dice que si los viajes al
pasado existieran estaríamos conviviendo con viajantes. Planea hacer una fiesta
con un pasacalle que diga BIENVENIDOS, y sentarse a esperar. Si nadie viene, se
suspende la fiesta. Es una manera barata de probar que no existen los viajes al
pasado; frizás los sanguchitos de miga y los guardás para tu próximo cumple.
Pero agreguemos esta idea: suponete que me voy al futuro… ¿nunca voy a querer regresar
para contarlo? El regreso del futuro, según los físicos, es lo que embarra la
cancha del determinismo de la relatividad creado por Einstein.
Cité a Heinlein al principio de la nota, pero no especifiqué
por qué. Tiene un cuento titulado “By his boostraps” (“Por sus propios medios”),
en el que hay un hombre escribiendo una tesis en un cuarto. Está muy
concentrado, tanto que no ve que se abre una puerta circular a un costado, como
un ojo de buey de luz, por la que entra otro hombre igual a él, que viene del
futuro. La permanencia de los calcos en una misma habitación se vuelve
imposible de sostener. Provoca sorpresa, miedo, diálogos extraños. Al final el
original, llamémosle hombre 1, pasa la puerta y aparece en el futuro. Allí es
convencido por un investigador para cumplir con un plan. Entonces regresa al
presente y ya no se encuentra a uno solo igual a él, porque llegó a la escena
posterior, unos minutos después, y queda anonadado ante la presencia de hombre
1 más hombre 2. O sea: pasa a ser el hombre 3, idéntico a los anteriores. El
cuento es de 1941. Fue destacado por los físicos cuánticos como un primer
atisbo de los “muchos mundos”, en donde los visitantes empezarían a verse
repetidos.
Dos jóvenes brokers de la Bolsa arman una máquina del
tiempo en una baulera y se deciden a viajar un día al futuro para ver qué
acciones subieron, y no fracasar en sus apuestas de negocios. La película es
“Primer”. Cuando vuelven, distribuyen sus ganancias en muchas ofertas, para
transgredir en lo mínimo las disposiciones temporales y no caer en paradojas.
Pero se aterrorizan en el segundo de los viajes, al que llegan al futuro unos
minutos después del viaje anterior y se ven a sí mismos en el recinto. También
en “Tenet” hay gente copiada, que se encuentra realizando una acción que ya
pasó o pasará. ¿Qué es esto de las repeticiones por todos lados? Otra vez la
teoría de los “muchos mundos” que describe Rovelli en “Helgoland”.
Las películas de Nolan y de Carruth nos llevarían a pensar
que la cuántica es aburridísima cuando se la aplica con severidad en la
ficción. Los directores, que en algunos momentos nos dan segmentos narrativos
maravillosos (los que mencioné de “Tenet”, el episodio de la biblioteca en “Interstellar”
y el segundo viaje de los “Primer” al futuro), fracasan en mantenerles la
atención a los legos (que, por otra parte, constituimos casi todo su público).
Son películas muy difíciles de seguir, con explicaciones que aburren y
episodios que hacen parecer que el director se mareó o se olvidó de que hay
alguien mirando. ¿Será que no se puede hacer algo serio, que satisfaga a los
científicos y que además sea divertido? Bueno, miren “Coherence” (2013), de James
Ward Byrkit, guionista y director. Contra todas las ganas que tengo, no la voy
a espoilear. Búsquenla y prepárense para una inquietante seguidilla de cajas de
Schrödinger en la que no hay gatos, sino personas cenando.
Pánico cuántico al alcance de todos.
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