El Bafici no suele estrenar películas de arquitectura. Pueden ser de sociología, sobre la vida de un grupo de gente en un edificio, o versar acerca de lugares urbanos poco fiables, lo que Koolhas denomina “espacios basura”, o contar la historia de una casa, una calle o un pueblo a través de sus habitantes. Las ficciones se desarrollan en lugares donde hay -o donde falta o falla- la arquitectura. Pero es raro encontrar películas específicas para arquitectos. Esos documentales que nosotros preferimos, porque nos vuelven a contar el cuento que aprendimos en la Fadu. En el último Bafici, sin embargo, hubo una excepción: “Plan para Buenos Aires”, de Gerardo Panero. Es un documental y es para todo público, pero con preferencias en la historia del urbanismo porteño.
El Plan fue un estudio de tres episodios, en los que se
vieron involucrados el maestro Le Corbusier y la oligarquía argentina en la
década del 20, el maestro Le Corbusier y la dictadura en la del 30 y el maestro
Le Corbusier y Perón la del 40. Temporada uno, dos y tres, como decimos cuando
hablamos de series.
TABULA RASA, TABULA SANA
El dvd de este documental podría haberse adjuntado con el
libro “La red austral”, de los arquitectos Jorge Francisco Liernur y Pablo
Pschepiurca, editado por la Universidad Nacional de Quilmes en octubre de 2008
para su colección “Las ciudades y las Ideas”. De hecho, Pancho y Pablo son dos
de los principales oradores, compartiendo sus datos junto a otros
seleccionados. Creo que hubiera bastado con los autores que nombré, más la
arquitecta Cayetana Mercé y los historiadores Alejandro Lapunzina y Fernando
Domínguez. La investigadora Sonia Sasiain y los arquitectos Eduardo Maestripieri
y Norberto Feal están desaprovechados, los conozco de las redes y suelen saber
de urbanismo más que el resto de los mortales. Hay algunas intervenciones de
una vez o dos que no aportan demasiado.
Los datos de la Buenos Aires a la que el arquitecto francés
arriba en barco en 1929, están detallados en “El Plan Austral” de esta manera:
“(…) era una ciudad con un casco céntrico de ocupación y
densidad relativamente homogéneas, definido al sur y al norte por las avenidas
Caseros y Alvear, y al este y al oeste por las avenidas Paseo Colón y Boedo. Se
trataba de unas 1600 manzanas en un rectángulo de 6 por 4,5 kilómetros. Parque
de los Patricios, Barracas y La Boca inmediatamente al sur y una trama de
mediana y baja densidad, que unía el Centro con Flores, Belgrano y una serie de
barrios intersticiales que completaban la mancha urbana consolidada, más allá
de la cual, hacia el oeste y el sudoeste, se presentaba una situación ambigua.
Para un espectador de la época que sobrevolara el actual territorio
metropolitano podría definirse, según su imagen de futuro, en distintos
sentidos: en efecto, el 25% de la superficie del ejido urbano era
predominantemente rural o estaba escasamente construida y el 10% se encontraba,
aunque semiocupada, con posibilidades de ser definitivamente urbanizada o
nuevamente ruralizada.”
La Buenos Aires que vio Le Corbusier fue la que le daba la
posibilidad de realizar el Plan Voisin pensado para París, que demolía una buena parte de sus manzanas para alzar una
ciudad del futuro, de concepto higienista. La arquitectura empezaba a hacerse
cargo de las plagas y enfermedades de trasmisión aérea, asoleando y ventilando
convenientemente los espacios. Altos edificios sueltos entre el verde,
cambiando el lenguaje arquitectónico para siempre.
Como en Francia no se lo dejaron hacer, se buscó un lugar
menos conflictivo, con construcciones más raleadas y de menor valor histórico.
Más plano. Más parecido a la tabla rasa que necesitaba.
EL PERSONAJE
Le Corbusier fue uno de los creadores del Movimiento
Moderno. Para 1929 su personalidad eufórica, entusiasta y poderosamente
proactiva -como le dicen ahora a los creativos inyectados de ganas propias-,
había decaído un poco. Se llevaba más o menos mal con el nuevo CIAM (Congreso
Internacional de Arquitectura Moderna); los alemanes y los rusos de la época lo
trataban de burgués; estaba visto como un diseñador de casas aunque quería ser
conocido como diseñador de ciudades. Ese era su estado de ánimo cuando Victoria
Ocampo lo invitó a que diera un ciclo de conferencias. El arquitecto, ávido de
encargos nuevos, le escribió a su mamá una carta que decía que iba a ganar “big
money”.
Las diez conferencias se dieron en la Asociación Amigos del
Arte. En una de las últimas, Le Corbusier dibujó frente a los espectadores un
Plan para Buenos Aires, que era como decirles “esto es lo que deberían hacer”.
“El sol, el espacio, los árboles”. La visión de Le Corbusier fue teórica, una
serie de croquis sobre un pizarrón. Algo así como volcar todas sus ideas de
urbanización moderna en un plano nuevo. Le Corbusier estaba ofreciéndonos un “modelo
terminado”, al que se podría arribar después de siglos de aplicar códigos,
reglamentaciones, estímulos. No era una propuesta utópica, sino anticipatoria.
Parte de la sala -la parte que lo aplaudía- lo entendió. La otra parte pensó
“este tipo quiere demolernos la ciudad entera”.
Lo cierto era que este primer bosquejo regeneraba el tejido
de la zona sur, que estaba muy degradado. También pensaba cómo detener la
expansión de Buenos Aires, controlando su crecimiento y densificando ciertos
sectores. Y por último le agregó un sueño: La ciudad de los negocios, sobre el
río.
La idea de que Buenos Aires debe mirar al río era y sigue
siendo la más atractiva de todas.
EL SEGUNDO PLAN
Volvemos al libro:
“La ciudad de la segunda foto, aquella sobre la que Le
Corbusier, Jorge Ferrari Hardoy y Juan Kurchan proyectarán su Plan Director,
con 2.415.000 habitantes, llegaba consolidada hasta sus nuevos bordes -el Riachuelo
ya rectificado y la Avenida General Paz incompleta-, a excepción de unos pocos
miles de hectáreas de tierras bajas y una pequeña área semi rural en el límite
sudoeste de la ciudad. Simultáneamente, con alrededor de 1.200.000 habitantes,
el conurbano bonaerense había pasado de la incipiente estructura tentacular
generada por la red ferroviaria a conformar densos núcleos.”
Ferrari Hardoy y Kurchan tenían veinte años; eran pasantes
en su estudio de París. Le Corbusier los puso a dibujar el Plan para Buenos
Aires que había inventado en el 29, pero con más detalle, esquivando edificios
y zonas emblemáticas, para zafar del desprecio que le señalaron los
detractores. Habían pasado ocho años y una dictadura. Presentó, en su oficina
francesa, un mural fotográfico catastral con el Plan Director dibujado encima,
a todas las agencias de noticias. El proyecto era más cuidadoso: trabajó sobre
la ciudad real, negociando con las construcciones existentes, las calles
principales, los trazados del ferrocarril. La noticia a difundir en los diarios
del mundo fue explosiva: en París alguien acaba de establecer un futuro para
una ciudad sudamericana. Parecía un encargo, aunque, por segunda vez, nadie
le hubiera encargado nada.
¡OUVRIR LES YEUX!
El último intento del arquitecto francés fue con el
peronismo. El secretario de Planeamiento de Perón le pidió a Ferrari Hardoy,
que ya había fundado el Grupo Austral, en la punta de la ola de la vanguardia
artística argentina, una idea rectora para Buenos Aires. Ferrari desempolvó el
viejo plan del maestro francés. Terminaba el año 46. Le Corbusier se enteró de
la posibilidad de resucitar e hizo gala, como siempre, de su énfasis enérgico,
en el intento por volver. ¡Abrir los ojos! Pero el reloaded no le
salió como pensaba: a pesar de que Perón había constituido una oficina ad hoc,
el EPBA (Estudios del Plan de Buenos Aires), no iba a permitir que un extranjero
viniera a marcarle terreno en su gobierno nacional y popular. El maestro se las
agarró con los pibes que ya no eran tan pibes: Kurchan, Hardoy, Williams y
Bonet. No les respondían las cartas, ni lo llamaban. Se sintió ignorado y los llegó
a insultar de esta manera:
- Ustedes son unos pobres diablos.
BUENOS AIRES VICEVERSA
El documental incluye la visión de nuestra ciudad contada
por el propio director como local, y he aquí lo poético del asunto. Panero
decide desembarcar no ya en paquebote, como Le Corbusier, sino en ovni (la
filmación no hubiera sido posible sin la existencia de los drones), y mirarla
desde un extrañamiento extraterrestre. Panero nos muestra una actualidad
vertical, parecida, tal vez, a la que el francés descubrió en Nueva York. Casi
todos los registros urbanos son aéreos: cielo, cúpulas, muros cortina y
reflejos. Cuando hace registros peatonales distorsiona el tiempo: muestra
cámaras rápidas o lentas y hasta muy lentas. La música también parece, por
momentos, distorsionada. Cuando las cámaras son rápidas sus capturas se
asemejan un poco a los archivos fílmicos del 30 y del 40, solo que los nuevos
son a color.
“Plan para Buenos Aires” se estrenó en el
Bafici el 25 de abril de 2022 en el cine Monumental Lavalle.
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