“Libro como moneda que se paga a los que vienen, en nombre de quienes estuvieron antes con nosotros. Los griegos hacían suceder sus tragedias en la puerta del palacio, ese umbral donde lo privado se vuelve público, porque desde ahí se puede escuchar el grito de la que habita la casa y oír al mensajero que llega desde tierras extranjeras con la mala nueva. Lo privado y lo público: así va la escritura a mirar en lo pequeño, en lo íntimo, para comprender los comportamientos de una sociedad. La literatura es memoria y, como tal, necesita construir con palabras un plus, una distorsión o un corrimiento de sentido, una fisura que nos permita ir en busca de lo que todavía desconocemos. Torsiones a la lengua para construir un estado de interrogación en busca de otra cosa, otras cosas, algo más. Viaje incierto hacia nuestros puntos ciegos, con la lengua de todos como herramienta, para construir un no saber que nos lleve hacia nosotros mismos.”
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