Y se quedan aquí tras el hallazgo
- milagroso final de besos lentos-,
rendidos nuestros bultos y estrechados,
solo ya como prendas, como señas
de que a dos seres le sirvió esta carne
- por eso está tan trémula de dicha-
para encontrar, al cabo, al otro lado,
su cuerpo, el del amor, último y cierto.
Ese
que inútilmente esperarán las tumbas.
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