"En el cuaderno también escribo mis cuentos. Todos mis cuentos comienzan en esas hojas y, de hecho, suelo escribirlos allí de principio a fin. Hay una buena razón para que así sea, aunque me tomó un tiempo comprenderla: en mi cuaderno nada tiene la obligación de ser permanente ni bueno. Allí tengo total libertad y por eso no me da miedo. Es imposible escribir bien (o, probablemente, hacer bien cualquier otra cosa) con la sensación de estar entre la espada y la pared. No me da miedo porque lo que escribo en mi cuaderno no tiene la obligación de convertirse en un cuento, pero si quiere, así será. En alguna medida, ya no me propongo escribir cuentos deliberadamente. Antes sí, y empezaba a tipearlos en la máquina de escribir en hojas en blanco (en la época que hice mi único taller, que fue con Grace Paley; debía de sentirme más profesional escribiendo así). Ahora los cuentos se me imponen. Pasaron años para que sucediera, y no sé cómo logré que sucediera, además de exigiéndome: si no se me ocurría ninguna historia, me sentaba, las inventaba y las escribía, sin importar qué tan incómoda o forzada fuera la situación y a pesar de que las historias no me terminaban de gustar."
En el blog de Eterna Cadencia.
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