Poco antes de morir en 1956, Bela Lugosi llegó a creer en el papel que, con variaciones ligeras, había interpretado a lo largo de una extensa filmografía; se dice en Hollywood que rehuía el sol, que solo de noche salía a respirar el aire libre, y que había cultivado una predilección por las capas negras y los dentífricos potentes. El martes pasado un público escaso pero fiel se reunió en la salita de Alex Centro para ver en privado “The vampire lovers”, nueva versión de "Carmilla", de Sheridan Le Fanu, producida por los infatigables estudios Hammer. Pero la ocasión significó la obertura solemne del Bela Lugosi Club, los asistentes fueron declarados “miembros de la orden de la doble incisión” y, aunque al momento su identidad permanece tácita (a la espera de lanzar una campaña proselitista, por lo tanto pública), se reconoce a los miembros de Ho(n)(rr)or: Tod Browning, magnífico mayor; Barbara Steele, suprema sacerdotisa; Boris Karloff, Peter Cushing, Christopher Lee, Vincent Price, sacerdotes; y Michael Reeves, Gordon Hessler, Edgar Poe, Le Fanu, Mary Shelley, Antonin Artaud “y tantos otros que ni usted ni yo nos animamos a nombrar”, como espíritus protectores. La inauguración, desde luego, se roció con vino color sangre.
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