Las diversas esferas de la actividad humana están todas relacionadas con el uso de la lengua. Por eso está claro que el carácter y las formas de su uso son tan multiformes como las esferas de la actividad humana, lo cual, desde luego, en nada contradice a la unidad nacional de la lengua. El uso de la lengua se lleva a cabo en forma de enunciados (orales y escritos) concretos y singulares que pertenecen a los participantes de una u otra esfera de la praxis humana. Estos enunciados reflejan las condiciones específicas y el objeto de cada una de las esferas no sólo por su contenido (temático) y por su estilo verbal, o sea por la selección de los recursos léxicos, fraseológicos y gramaticales de la lengua, sino, ante todo, por su composición o estructuración. Los tres momentos mencionados el contenido temático, el estilo y la composición están vinculados indisolublemente en la totalidad del enunciado y se determinan, de un modo semejante, por la especificidad de una esfera dada de comunicación. Cada enunciado separado es, por supuesto, individual, pero cada esfera del uso de la lengua elabora sus tipos relativamente estables de enunciados, a los que denominamos géneros discursivos.
La riqueza y
diversidad de los géneros discursivos es inmensa, porque las posibilidades de
la actividad humana son inagotables y porque en cada esfera de la praxis existe
todo un repertorio de géneros discursivos que se diferencia y crece a medida
que se desarrolla y se complica la esfera misma. Aparte hay que poner de
relieve una extrema heterogeneidad de los géneros discursivos
(orales y escritos). Efectivamente, debemos incluir en los géneros discursivos
tanto las breves réplicas de un diálogo cotidiano (tomando en cuenta el hecho
de que es muy grande la diversidad de los tipos del diálogo cotidiano según el
tema, situación, número de participantes, etc.) como un relato (relación)
cotidiano, tanto una carta (en todas sus diferentes formas) como una orden
militar, breve y estandarizada; asimismo, allí entrarían un decreto extenso y
detallado, el repertorio bastante variado de los oficios burocráticos
(formulados generalmente de acuerdo a un estándar), todo un universo de declaraciones
públicas (en un sentido amplio: las sociales, las políticas); pero además
tendremos que incluir las múltiples manifestaciones científicas, así como todos
los géneros literarios (desde un dicho hasta una novela en varios tomos).
Podría parecer que la diversidad de los géneros discursivos es tan grande que
no hay ni puede haber un solo enfoque para su estudio, porque desde un mismo
ángulo se estudiarían fenómenos tan heterogéneos como las réplicas cotidianas
constituidas por una sola palabra .y como una novela en muchos tomos, elaborada
artísticamente, o bien una orden militar, estandarizada y obligatoria hasta por
su entonación, y una obra lírica, profundamente individualizada, etc. Se podría
creer que la diversidad funcional convierte los rasgos comunes de los géneros
discursivos en algo abstracto y vacío de significado. Probablemente con esto se
explica el hecho de que el problema general de los géneros discursivos jamás se
haya planteado. Se han estudiado, principalmente, los géneros literarios. Pero desde
la antigüedad clásica hasta nuestros días estos géneros se han examinado dentro
de su especificidad literaria y artística, en relación con sus diferencias
dentro de los límites de lo literario, y no como determinados tipos de
enunciados que se distinguen de otros tipos pero que tienen una
naturaleza verbal (lingüística) común. El problema lingüístico
general del enunciado y de sus tipos casi no se ha tomado en cuenta. A partir
de la antigüedad se han estudiado también los géneros retóricos (y las épocas
ulteriores, por cierto, agregaron poco a la teoría clásica); en este campo ya
se ha prestado mayor atención a la naturaleza verbal de estos géneros en tanto
que enunciados, a tales momentos como, por ejemplo, la actitud con respecto al
oyente y su influencia en el enunciado, a la conclusión verbal específica del
enunciado (a diferencia de la conclusión de un pensamiento), etc. Pero allí
también la especificidad de los géneros retóricos (judiciales, políticos)
encubría su naturaleza lingüística común. Se han estudiado, finalmente, los
géneros discursivos (evidentemente las réplicas del diálogo cotidiano), y,
además, precisamente desde el punto de vista de la lingüística general (en la
escuela saussureana, entre sus seguidores actuales, los estructuralistas, entre
los behavioristas norteamericanos y entre los seguidores de K. Vossler, sobre
una fundamentación lingüística absolutamente diferente). Pero aquellos estudios
tampoco han podido conducir a una definición correcta de la naturaleza
lingüística común del enunciado, porque esta definición se limitó a la
especificidad del habla cotidiana, tomando por modelo a veces los enunciados
intencionadamente primitivos (los behavioristas norteamericanos).
De ninguna manera
se debe subestimar la extrema heterogeneidad de los géneros discursivos y la
consiguiente dificultad de definición de la naturaleza común de los enunciados.
Sobre todo hay que prestar atención a la diferencia, sumamente importante,
entre géneros discursivos primarios (simples) y secundarios (complejos); tal
diferencia no es funcional. Los géneros discursivos secundarios (complejos) a
saber, novelas, dramas, investigaciones científicas de toda clase, grandes
géneros periodísticos, etc. surgen en condiciones de la comunicación cultural
más compleja, relativamente más desarrollada y organizada, principalmente
escrita: comunicación artística, científica, sociopolítica, etc. En el proceso
de su formación estos géneros absorben y reelaboran diversos géneros primarios
(simples) constituidos en la comunicación discursiva inmediata. Los géneros
primarios que forman parte de los géneros complejos se transforman dentro de
estos últimos y adquieren un carácter especial: pierden su relación inmediata
con la realidad y con los enunciados reales de otros, por ejemplo, las réplicas
de un diálogo cotidiano o las cartas dentro de una novela, conservando su forma
y su importancia cotidiana tan sólo como partes del contenido de la novela,
participan de la realidad tan sólo a través de la totalidad de la novela, es
decir, como acontecimiento artístico y no como suceso de la vida cotidiana. La
novela en su totalidad es un enunciado, igual que las réplicas de un diálogo
cotidiano o una carta particular (todos poseen una naturaleza común), pero, a
diferencia de éstas, aquello es un enunciado secundario (complejo).
La diferencia entre
los géneros primarios y los secundarios (ideológicos) es extremadamente grande
y es de fondo; sin embargo, por lo mismo la naturaleza del enunciado debe ser
descubierta y determinada mediante un análisis de ambos tipos; únicamente bajo
esta condición la definición se adecuaría a la naturaleza complicada y profunda
del enunciado y abarcaría sus aspectos más importantes. La orientación
unilateral hacia los géneros primarios lleva ineludiblemente a una
vulgarización de todo el problema (el caso extremo de tal vulgarización es la
lingüística behaviorista). La misma correlación entre los géneros primarios y
secundarios, y el proceso de la formación histórica de éstos, proyectan luz
sobre la naturaleza del enunciado (y ante todo sobre el complejo problema de la
relación mutua entre el lenguaje y la ideología o visión del mundo).
El estudio de la
naturaleza del enunciado y de la diversidad de las formas genéricas de los
enunciados en diferentes esferas de la actividad humana tiene una enorme
importancia para casi todas las esferas de la lingüística y la filología.
Porque toda investigación acerca de un material lingüístico concreto (historia
de la lengua, gramática normativa, composición de toda clase de diccionarios,
estilística, etc..) inevitablemente tiene que ver con enunciados concretos
(escritos y orales) relacionados con diferentes esferas de la actividad humana
y de la comunicación; estos enunciados pueden ser crónicas, contratos, textos
legislativos, oficios burocráticos, diversos géneros literarios, científicos o
periodísticos, cartas particulares y oficiales, réplicas de un diálogo
cotidiano (en sus múltiples manifestaciones) , etc., y de allí los
investigadores obtienen los hechos lingüísticos necesarios. Una noción clara
acerca de la naturaleza del enunciado en general y de las particularidades de
diversos tipos de enunciados, tanto primarios como secundarios, o sea de
diferentes géneros discursivos, es necesaria, según nuestra opinión, en cualquiera
orientación específica del enunciado. El menosprecio de la naturaleza del
enunciado y la indiferencia frente a los detalles de los aspectos genéricos del
discurso llevan, en cualquier esfera de la investigación lingüística, al
formalismo y a una abstracción excesiva, desvirtúan el carácter histórico de la
investigación, debilitan el vínculo del lenguaje con la vida. Porque el
lenguaje participa en la vida a través de los enunciados concretos que lo
realizan, así como la vida participa del lenguaje a través de los enunciados.
El enunciado es núcleo problemático de extrema importancia. Analicemos por este
lado algunas esferas y problemas de la lingüística.
Ante todo, la
estilística. Todo estilo está indisolublemente vinculado con el enunciado y con
las formas típicas de enunciados, es decir, con los géneros discursivos. Todo
enunciado, oral o escrito, primario o secundario, en cualquier esfera de la
comunicación discursiva, es individual y por lo tanto puede reflejar la
individualidad del hablante (o del escritor), es decir puede poseer un estilo
individual. Pero no todos los géneros son igualmente susceptibles a semejante
reflejo de la individualidad del hablante en el lenguaje del enunciado, es
decir, no todos se prestan a absorber un estilo individual. Los más productivos
en este sentido son los géneros literarios: en ellos, un estilo individual
forma parte del propósito mismo del enunciado, es una de las finalidades
principales de éste; sin embargo, también dentro del marco de la literatura los
diversos géneros ofrecen diferentes posibilidades para expresar lo individual
del lenguaje y varios aspectos de la individualidad. Las condiciones menos
favorecedoras para el reflejo de lo individual en el lenguaje existen en
aquellos géneros discursivos que requieren formas estandarizadas, por ejemplo,
en muchos tipos de documentos oficiales, en las órdenes militares, en las
señales verbales, en el trabajo, etc. En tales géneros sólo pueden reflejarse
los aspectos más superficiales, casi biológicos, de la individualidad (y
ordinariamente, en su realización oral de estos géneros estandarizados). En la
gran mayoría de los géneros discursivos (salvo los literarios) un estilo
individual no forma parte de la intención del enunciado, no es su finalidad
única sino que resulta ser, por decirlo así, un epifenómeno del enunciado, un
producto complementario de éste. En diferentes géneros pueden aparecer
diferentes estratos y aspectos de la personalidad, un estilo individual puede
relacionarse de diferentes maneras con la lengua nacional. El problema mismo de
lo nacional y lo individual en la lengua es, en su fundamento, el problema del
enunciado (porque tan sólo dentro del enunciado la lengua nacional encuentra su
forma individual). La definición misma del estilo en general y de un estilo
individual en particular requiere de un estudio más profundo tanto de la
naturaleza del enunciado como de la diversidad de los géneros discursivos.
El vínculo orgánico
e indisoluble entre el estilo y el género se revela claramente en el problema
de los estilos lingüísticos o funcionales. En realidad los estilos lingüísticos
o funcionales no son sino estilos genéricos de determinadas esferas de la
actividad y comunicación humana. En cualquier esfera existen y se aplican sus
propios géneros, que responden a las condiciones específicas de una esfera
dada; a los géneros les corresponden diferentes estilos. Una función
determinada (científica, técnica, periodística, oficial, cotidiana) y unas
condiciones determinadas, específicas para cada esfera de la comunicación
discursiva, generan determinados géneros, es decir, unos tipos temáticos,
composicionales y estilísticos de enunciados determinados y relativamente
estables. El estilo está indisolublemente vinculado a determinadas unidades
temáticas y, lo que es más importante, a determinadas unidades composicionales;
el estilo tiene que ser con determinados tipos de estructuración de una
totalidad, con los tipos de su conclusión, con los tipos de la relación que se
establece entre el hablante y otros participantes de la comunicación discursiva
(los oyentes o lectores, los compañeros, el discurso ajeno, etc.). El estilo
entra como elemento en la unidad genérica del enunciado. Lo cual no significa,
desde luego, que un estilo lingüístico no pueda ser objeto de un estudio
específico e independiente. Tal estudio, o sea la estilística del lenguaje como
disciplina independiente, es posible y necesario. Pero este estudio sólo sería
correcto y productivo fundado en una constante consideración de la naturaleza
genérica de los estilos de la lengua, así como en un estudio preliminar de las
clases de géneros discursivos. Hasta el momento la estilística de la lengua
carece de esta base. De ahí su debilidad. No existe una clasificación
generalmente reconocida de los estilos de la lengua. Los autores de las
clasificaciones infringen a menudo el requerimiento lógico principal de la
clasificación: la unidad de fundamento. Las clasificaciones resultan ser
extremadamente pobres e indiferenciadas. Por ejemplo, en la recién publicada gramática
académica de la lengua rusa se encuentran especies estilísticas del ruso como:
discurso libresco, discurso popular, científico abstracto, científico técnico,
periodístico, oficial, cotidiano familiar, lenguaje popular vulgar. Junto con
estos estilos de la lengua figuran, como subespecies estilísticas, las palabras
dialectales, las anticuadas, las expresiones profesionales. Semejante
clasificación de estilos es absolutamente casual, y en su base están diferentes
principios y fundamentos de la división por estilos. Además, esta clasificación
es pobre y poco diferenciada.*a Todo esto resulta de una falta de comprensión
de la naturaleza genérica de los estilos. También influye la ausencia de una
clasificación bien pensada de los géneros discursivos según las esferas de la
praxis, así como de la distinción, muy importante para la estilística, entre
géneros primarios y secundarios.
La separación entre
los estilos y los géneros se pone de manifiesto de una manera especialmente
nefasta en la elaboración de una serie de problemas históricos.
Los cambios
históricos en los estilos de la lengua están indisolublemente vinculados a los
cambios de los géneros discursivos. La lengua literaria representa un sistema
complejo y dinámico de estilos; su peso específico y sus interrelaciones dentro
del sistema de la lengua literaria se hallan en un cambio permanente. La lengua
de la literatura, que incluye también los estilos de la lengua no literaria,
representa un sistema aún más complejo y organizado sobre otros fundamentos.
Para comprender la compleja dinámica histórica de estos sistemas, para pasar de
una simple (y generalmente superficial) descripción de los estilos existentes e
intercambiables a una explicación histórica de tales cambios, hace falta una
elaboración especial de la historia de los géneros discursivos (y no sólo de
los géneros secundarios, sino también de los primarios), los que reflejan de
una manera más inmediata, atenta y flexible todas las transformaciones de la
vida social. Los enunciados y sus tipos, es decir, los géneros discursivos, son
correas de transmisión entre la historia de la sociedad y la historia de la
lengua. Ni un solo fenómeno nuevo (fonético, léxico, de gramática) puede ser
incluido en el sistema de la lengua sin pasar la larga y compleja. vía de la
prueba de elaboración genérica.*b
En cada época del
desarrollo de la lengua literaria, son determinados géneros los que dan el
tono, y éstos no sólo son géneros secundarios (literarios, periodísticos,
científicos), sino también los primarios (ciertos tipos del diálogo oral:
diálogos de salón, íntimos, de círculo, cotidianos y familiares,
sociopolíticos, filosóficos, etc.). Cualquier. extensión literaria por cuenta
de diferentes estratos extraliterarios de la lengua nacional está relacionada inevitablemente
con la penetración, en todos los géneros, de la lengua literaria (géneros
literarios, científicos, periodísticos, de conversación), de los nuevos
procedimientos genéricos para estructurar una totalidad discursiva, para
concluirla, para tomar en cuenta al oyente o participante, etc., todo lo cual
lleva a una mayor o menor restructuración y renovación de los géneros
discursivos. Al acudir a los correspondientes estratos no literarios de la
lengua nacional, se recurre inevitablemente a los géneros discursivos en los
que se .realizan los estratos. En su mayoría, éstos son diferentes tipos de
géneros dialógicocoloquiales; de ahí resulta una dialogización, más o menos
marcada, de los géneros secundarios, una debilitación de su composición
monológica, una nueva percepción del oyente como participante de la plática,
así como aparecen nuevas formas de concluir la totalidad, etc. Donde existe un
estilo, existe un género. La transición de un estilo de un género a otro no
sólo cambia la entonación del estilo en las condiciones de un género que no le
es propio, sino que destruye o renueva el género mismo.
Así, pues, tanto
los estilos individuales como aquellos que pertenecen a la lengua tienden hacia
los géneros discursivos. Un estudio más o menos profundo y extenso de los
géneros discursivos es absolutamente indispensable para una elaboración
productiva de todos los problemas de la estilística.
Sin embargo, la
cuestión metodológica general, que es de fondo, acerca de las relaciones que se
establecen entre el léxico y la gramática, por un lado, y entre el léxico y la
estilística, por otro, desemboca en el mismo problema del enunciado y de los
géneros discursivos.
La gramática (y la
lexicología) difiere considerablemente de la estilística (algunos inclusive
llegan a oponerla a la estilística), pero al mismo tiempo ninguna investigación
acerca de la gramática (y aún más la gramática normativa) puede prescindir de
las observaciones y digresiones estilísticas. En muchos casos, la frontera
entre la gramática y la estilística casi se borra. Existen fenómenos a los que
unos investigadores relacionan con la gramática y otros con la estilística, por
ejemplo el sintagma.
Se puede decir que
la gramática y la estilística convergen y se bifurcan dentro de cualquier
fenómeno lingüístico concreto: si se analiza tan sólo dentro del sistema de la
lengua, se trata de un fenómeno gramatical, pero si se analiza dentro de la
totalidad. de un enunciado individual o de un género discursivo, es un fenómeno
de estilo. La misma selección de una forma gramatical determinada por el
hablante es un acto de estilística. Pero estos dos puntos de vista sobre un
mismo fenómeno concreto de la lengua no deben ser mutuamente impenetrables y no
han de sustituir uno al otro de una manera mecánica, sino que deben combinarse
orgánicamente (a pesar de una escisión metodológica muy clara entre ambos)
sobre la base de la unidad real del fenómeno lingüístico. Tan sólo una profunda
comprensión de la naturaleza del enunciado y de las características de los géneros
discursivos podría asegurar una solución correcta de este complejo problema
metodológico.
El estudio de la
naturaleza del enunciado y de los géneros discursivos tiene, a nuestro parecer,
una importancia fundamental para rebasar las nociones simplificadas acerca de
la vida discursiva, acerca de la llamada "corriente del discurso",
acerca de la comunicación, etc., que persisten aún en la lingüística soviética.
Es más, el estudio del enunciado como de una unidad real de la
comunicación discursiva permitirá comprender de una manera más
correcta la naturaleza de las unidades de la lengua (como
sistema), que son la palabra y la oración.
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