15.10.20

EL ORDEN, EL CAOS, LAS CASAS / CARLOS CANDIA

Una probable genealogía de las villas ideales.


Extraño es el caso de las villas ideales, ninguna se parece al modelo de casa, entendiéndola como caja o como arca, porque la casa es el secreto de la familia. La casa (domus, del latín dominus) es el primer dominio del hombre, es el albergue donde estamos seguros, el sitio donde permanecemos, moramos y descansamos. Es la vivienda, el lugar donde vivimos.

La acepción “casa” también tiene implicaciones simbólicas: para los místicos, es el elemento femenino, el jardín cerrado, el hortus conclusus. Incluso la psicología ofrece una identificación entre la casa y el cuerpo humano: la fachada se asocia a la personalidad, a la máscara; y los distintos niveles se corresponden con los estratos psíquicos. La escalera es el elemento que los vincula.
Pero la villa ideal no debe parecerse a una “casa”. Lo ideal es, por definición, un modelo jamás alcanzado de una realidad, algo perfecto en su género. Como escribe Colin Rowe* en el ensayo Las matemáticas de la vivienda ideal, la villa ideal debe ser matemática, abstracta, cuadrangular, sin función aparente.

La villa Rotonda (Andrea Palladio, 1540, Vicenza) nos recuerda a un templo: planta central, plataforma, escalinatas, pórticos, cúpula. Palladio utiliza estos elementos pero los vacía de su significado más profundo con una operación intelectual. Compone sus fachadas, reguladas por el sistema de los órdenes, con los elementos del lenguaje clásico. También, dado el clima cultural de su época, inventa, superpone y crea a partir de aquellos. La simetría (entendida como “similares medidas”), la geometría y las matemáticas cumplen un rol destacado en su concepción.


La villa Savoye (Le Corbusier, 1929, Poissy), con su estética maquínica, su perfección y su frialdad, es un objeto desconcertante y cumple el postulado de Rowe que dice que la villa ideal no tiene función aparente, al menos no como casa. Es un objeto perfecto, un sólido platónico apenas posado sobre un plan vert abstracto e ideal.

Al igual que la Rotonda, este edificio parece estar concebido para ser visto desde una cierta distancia. Las fachadas son abstractas, reguladas y proporcionadas. Aunque parezcan más libres de convenciones que la obra de Palladio, están consolidadas por la altura entre planos horizontales. El autor alardea de liberarse del peso de los muros, de la férrea determinación estructural que estos imponen, pero sus alzados quedan atrapados por la rigidez del espacio entre las losas.

La villa Dall’ava (Rem Koolhaas - OMA, 1983-89, París) está atada a cuestiones programáticas y pragmáticas. La resultante formal es consecuencia de ello ya que, en la producción de este estudio, muchas veces lo programático desemboca en un diagrama que origina la forma del edificio.

Koolhaas también se sirve de la historia de la arquitectura moderna y de sus Héroes (sin dudas Le Corbusier es uno de ellos) y construye un sistema de referencias donde la ironía hacia éstos tiene un lugar destacado, y en especial en esta casa; aunque su interés en las vanguardias arquitectónicas y artísticas tiene más que ver con sus métodos de creación que con un resultado formal. A pesar de que declara su deseo de integrar la casa con su entorno inmediato, esta es un objeto extraño, cualidad que se ve reforzada por la presencia de los convencionales vecinos. Pero varios elementos la articulan con su ambiente urbano: la terraza-jardín con piscina y un antiguo muro, despintado y descascarado, que vincula calle y casa, un objet trouvée, tan caro tanto a Le Corbusier como a los surrealistas.

Se verifica cierta continuidad entre estas obras, al tiempo que son claras las rupturas. La búsqueda de lo esencial, la belleza y la armonía en Palladio (con un cubo firmemente apoyado en la Tierra); el trabajo sobre el orden y la razón, sobre el “objeto-tipo” al decir de Banham; de Le Corbusier, que propone un sólido contundente y unitario, aunque ingrávido; finalmente se torna en el desarme, en la deconstrucción de este “tipo” en Koolhaas, que origina en un objeto fragmentado y carente de unidad.

Decíamos que las dos primeras villas resultan de la búsqueda de la belleza y la armonía. El orden abstracto, matemático y preciso que preocupó tanto a Palladio como a Le Corbusier, es entonces un orden de naturaleza mucho más compleja en Koolhaas. Un orden, un cosmos, donde las variables en juego son más y donde las relaciones entre estas se vuelven contradictorias.

Palladio estaba interesado en referir al mundo regulado, finito y concéntrico del Renacimiento, un mundo que estaba en descomposición después del descubrimiento de América y del cisma de la Iglesia. Por eso su afán por construir estas plantas atadas a un orden abstracto, lógico, matemático.


Las preocupaciones de Le Corbusier en este sentido se centran en un universo signado por otras teorías: la relatividad y la mecánica cuántica ya habían sido desarrolladas. Buscaba traer orden y racionalidad (belleza en los cánones clásicos) a un orbe desestabilizado por los nuevos paradigmas científicos, la gran guerra y la crisis económica.

Koolhaas no intenta ordenar el mundo. Escribe: “no puedes aspirar al caos, solo ser su instrumento…la única relación que el arquitecto puede tener con el caos es intentar remediarlo y fracasar en el intento. Y es solo en este fracaso cuando por accidente el caos ocurre”.

Koolhaas sabe que el orden perfecto no existe en el mundo material, que cualquier fenómeno natural tiene un componente de desorden que lo hace irreductible a formas puras, tanto en la escala microscópica como en la macroscópica. El caos, esa sustancia primordial que Platón y los pitagóricos consideraban el alma del mundo, pasa a ser otra de las variables que generan los proyectos. Y su importancia radica en que no es una variable que pueda ser controlada por el arquitecto.

La situación urbana y un terreno pequeño de la Dall´ava ofrece visuales fragmentadas de la casa, pero las villas de Palladio y de Le Corbusier se encuentran en un entorno apacible y rural, son categóricos objetos en el paisaje. La villa Rotonda materializa el nexo de su propietario con el mundo agrario y sirvió para escapar de la incipiente vida urbana hacia el campo. El maestro suizo no resiste poner en tensión su obra ideal con la metrópolis, atarla a los reglamentos o a la interacción con los vecinos. En cambio, la casa de Koolhaas está en la ciudad, enfrentando y refiriendo esta caótica realidad urbana (en lugar de evadirla elegantemente como hace Le Corbusier), estableciendo fluidas relaciones con la urbe, a pesar de las contradicciones de nuestro tiempo, donde “todo lo sólido se desvanece en el aire”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario