"Alguno de nosotros doce había conseguido milagrosamente entradas para ir a ver Madame Butterfly al Lincoln Center. Pero tuvo que comprar catorce, ya que se vendían en lote.
Propuse invitar a mis primos Arnold y Bárbara, ya que ella era una experta en ópera y seguía la temporada operística por todo el mundo, y eran locales en Nueva York, adonde una docena de amigos y amigotes del infame Grupo Blímalaj habíamos ido a pasar una semanita de campamento de varones al Hilton de la 6a Ave.
Hechas las presentaciones entre los Blímalaj y los Raisners, entramos a la sala.
En el Lincoln Center todas las butacas están equipadas con un cartelito con leds en el respaldo, para que el que está sentado atrás pueda leer el texto traducido de las operas.
Todas, excepto la que le tocó a uno de los miembros del grupo, a quién sólo voy a identificar como I.P. proclive a sufrir de ciertos infortunios, tales como el de irse de vacaciones a Cuba por una semana en plena época de huracanes y pasarse cinco días encerrado en el hotel, o de hacer un asado sobre un elástico de cama sin percatarse del marco de madera y del consiguiente incendiio de toda la merca y de la parrilla y casi de su casa, etc.
Es cuando comenzó la función, se encendieron todos los cartelitos menos, como era de preveer, el de nuestro amigo, quién comenzó a darse vuelta llamando a la acomodadora, lo que provocó los indignados chistidos de la concurrencia, y siguió con sus cabeceos desesperados hacia las butacas de sus lados, con los que los que estaba detrás le dijeron en buen inglés que se dejara de joder, todo lo que provocó nuestras primeras risotadas.
La cosa es que la Madame Butterfly en cuestión era una soprano negra de aproximadamente 1,50m de altura y otro tanto de diámetro, vestida con colores como el de un papagayo macho que hacían que su cuerpo perfectamente cilíndrico se viera perfectamente cúbico.
Más o menos a la mitad del primer acto se me ocurrió la malhadada idea de inclinarme y susurrale al oído a Jaime Mandelman, que estaba sentado justo delante mío: “a esta la deben haber vestido los del Ku Klux Klan”, con lo que Mandelman lanzó una sonora carcajada, rápidamente reprimida por nuevos chistidos de la sala, pero como se había tentado y se sacudía convulsivamente, se levantó entre nuevas carcajadas incontenibles y salió ahogándose de la risa de la sala, seguido por varios de nosotros que se habían contagiado de su tentada y se reían a los gritos a su vez
La cosa es que a los dos minutos estábamos los doce en el hall, siendo severamente reprendidos por los encargados, mientras no podíamos dejar de reírnos.
En el entreacto salieron mis primos a preguntar extrañados qué era lo que había sucedido.
Y ahí la remató el querido y recordado Julito Epstein, gran musicólogo y ex director de Radio Nacional, para empezar a chillar enojado que la escenografía y la iluminación del Lincoln Center eran una vergüenza, que en teatro Colón jamás hubieran colgado una luna de cartón estática, que la puesta esto, que la orquesta aquello otro y blablabla, cada vez más enojado y con gritos más y más fuertes y un frecuente uso de la palabra fucking.
Dejando de lado que esa fué la última vez que mi prima Bárbara me dirigió la palabra, la noche no fué todo lo mala que se suponía que podía haber sido, ya que, huyendo del segundo acto, cruzamos la calle y nos metimos en Fiorello’s, adonde, por faltar casi una hora para que terminase la función no había casi nadie, y pudimos comer una pizzas deliciosas y superfinitas servidas por unas meseras también deliciosas pero por suerte no tan superchatitas como las pizzas.
Esta es la receta de la pizza de Fiorello’s, de Nueva York y los secretos para hacer que la masa sea finita como un papel.
Primer Secreto. No use harina común, sino con alto contenido de gluten.
Segundo Secreto. Retarde el levado durante un día entero en la heladera, lo que permite que la levadura trabaje muy lentamente, dándole la textura deseada a la masa más su sabor. Déjela descansar dos horas a temperatura ambiente antes de trabajarla.
Tercer secreto: prehornee la pizza por unos 4 minutos antes de ponerle la salsa, la mozzarella y demás ingredientes, lo que hará que sea bien crocante.
Receta antes secreta y ahora buchoneada por mí de la masa de la pizza de Fiorello’s
½ kilo de harina con alto contenido de gluten.
¾ taza de agua tibia.
1 cucharada sopera de aceite de oliva.
1.5 cucharaditas de levadura seca.
1,5 cucharaditas de azúcar.
1 cucharadita de sal."
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