“El monitor que me enseñó a manejar auto me
dijo que si un día me estrellaba, lo único que podía salvarme de los complejos
era saltar lo antes posible a otro auto y seguir manejando como si no hubiera
pasado nada. Caigan pues las cuerdas que atan a San Sebastián, quédese la
columna solitaria y hablemos de los takes
que, como todo el mundo sabe muy bien y yo un poco, son las sucesivas
grabaciones de un mismo tema en el curso de una sesión fonográfica. El disco
definitivo incluye el mejor take de
cada uno de los trozos, y los otros se archivan o a veces se destruyen (…)
Lo mejor de la literatura es siempre take, riesgo implícito en la ejecución,
margen de peligro que hace el placer del volante, del amor, con lo que entraña
de pérdida sensible pero a la vez con ese compromiso total que en otro plano da
al teatro su inconquistable imperfección frente al perfecto cine.
Yo no quisiera escribir más que takes.”
Julio
Cortázar, “Último round”.
Swinnen también dice que le cambiaría una
palabra a la frase final: pondría “pintar”, por “escribir”. Pide permiso.
“Yo no quisiera pintar más que takes”.
Cortázar asiente desde su sillón de
terciopelo verde.
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