20.3.18

LA GRAMÁTICA, POR HERNÁN CASCIARI

“La gramatica debe adaptarse a nuestras necesidades, y no nosotros a ella”.
En la frase anterior, voluntariamente evité poner el tilde en la segunda palabra. Sin embargo, y a causa de un lógico acto reflejo, la gran mayoría de los lectores, aún sabiendo que faltaba el acento, leyó correctamente: ‘gramática’, y no ‘gramatíca’. (Felicidades, lector, si leíste con acento: eso significa que tu corrector interno está intacto.)
Lo mismo —exactamente lo mismo— le ocurre a un lector hispano cuando lee el argentinismo ‘disculpame’. Lo primero que su cerebro interpreta no es que el personaje que habla es porteño o uruguayo; la primera señal que la razón recibe es que el autor se ha comido el acento, y entonces el corrector invisible que todos llevamos dentro les traduce, a velocidad luz, y les devuelve ‘discúlpame’.
El principal objetivo de un mensaje es que sea interpretado tal y como ha sido concebido; éste es el gran desafío de cualquiera que escriba algo. A mí me pateaba el hígado, y mucho, cuando el año pasado Cristina me leía en voz alta los primeros capítulos de Mirta y ponía los acentos verbales donde se le antojaba a su cultura, y no donde indicaba la prosodia.
Donde Mirta escribía “perdoname que te escorche”, Cristina leía “perdóname que te escorche”, que suena horrible en cualquier idioma. Entonces decidí ‘avisarle’ al lector hispano que allí no había un error sino un regionalismo, quitando la alarma del corrector automático; y desde entonces escribo:
—Perdonáme que te escorche.
Hace años, cuando escribía en prensa escrita y únicamente para lectores argentinos, jamás se me hubiera ocurrido acentuar de esta forma. En ese caso sí habría constituido redundancia, delito y falta gramatical. ¿Para qué acentuar ortográficamente un código que el lector no necesita desentrañar?

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