La presente monografía es un análisis compositivo del
cuento “Alucinantes caracoles” (Nielsen, 2006: 9-19) de Gustavo Nielsen desde
la perspectiva del escritor, que toma como base los tres ejes estudiados en el
seminario: construcción de personaje, de mundo y de lo ominoso. Situándome
desde una posición compositiva en lugar de crítica, rastreé algunos
procedimientos utilizados por el escritor a fin de mostrar a la escritura como
un oficio y al resultado acabado del cuento como producto de un trabajo
artístico, técnico y social. Para esto se tomaron en cuenta reflexiones
críticas de algunos escritores como Patricia Highsmith, Alejandra Laurencich y
Andrés Neuman, así como apuntes de clase.
En el capítulo leído del libro Suspense. Cómo se
escribe una novela de intriga, (Highsmith, 1986: 61-80) Patricia
Highsmith hace hincapié en la importancia de la primera página y en particular
del primer párrafo, y si bien ejemplifica con novelas y no con cuentos,
demuestra la importancia de la brevedad y moderación de la información en las
primeras frases. Andrés Neuman se centra en ello también en su “Dodecálogo de
un cuentista”: “En las primeras líneas un cuento se juega la vida; en las
últimas líneas la resurrección. En cuanto al título, paradójicamente, si es
demasiado brillante se olvida pronto.”
El cuento “Alucinantes
caracoles” presenta justamente un primer párrafo introductorio y seis partes
más en las que se divide el relato. Tomé
esas divisiones para analizar el desarrollo progresivo de los personajes, el
mundo y el clima ominoso, en cada una de esas siete partes.
Caracoles
Intrusos
“Alucinantes caracoles” abre con una cita bíblica: 2,
Reyes, I, 26. Esta cita no sólo habla sobre un vínculo de amor entre hermanos
más profundo que el vínculo que puedan tener con cualquier mujer, sino que es
la misma cita inicial utilizada por Jorge Luis Borges en el cuento “La intrusa”
(Borges, 2005: 17-23). Ese cuento narra la historia de dos hermanos, los
Nelson, o como los llamaban en Turdera, los Nilsen. Cuenta Borges que es
Eduardo, el menor de los hermanos, quien narra la historia por primera vez de
como su hermano mayor Cristián mata a “La Juliana”, la mujer de la que ambos se
habían enamorado y compartido su amor. Es decir que sin comenzar siquiera el
relato podemos prever el juego de intertextualidad que Nielsen está trayendo a
su propio cuento, al incorporar los ecos de un relato de Borges cuyos
protagonistas son homófonos del escritor (los Nilsen y Nielsen).
Seguido a la cita Nielsen escribe un primer párrafo
introductorio que comienza con la frase “Los siento. Están ahí;”. Patricia
Highsmith sostiene que es importante que la primera línea de un relato dé la
impresión de acción. Dice: “me parece acertado dar la sensación de movimiento
sin presentar en seguida las razones de dicho movimiento”, en este caso parece
tratarse de un peligro en potencia que va a actuar como disparador para los
personajes. Esta primera oración marca un intencional tono de suspenso ¿qué o quiénes
son los que el narrador percibe, y por qué están allí?, si bien con la
descripción que le sigue se puede intuir que se trata tan sólo de caracoles, la
forma de referirse a ellos (bordeándolos pero sin nombrarlos) empieza a
construir el tono ominoso que se irá desarrollando en el resto del cuento. Ese
“están ahí” parece presentir que se trata de algo peligroso que acecha al
narrador desde la oscuridad, y de hecho los caracoles serán los testigos mudos
de todo lo que sucederá en esa casa.
El segundo párrafo que completa la introducción presenta
a los personajes del relato, el narrador y su hermano. Ambos parecen estar
sumidos en la tristeza, alejados entre sí y alejados de todo. La única compañía
son los caracoles (descriptos de forma siniestra “como corazas de monstruos
ausentes”) y construyen un adentro solitario dividido del mundo exterior de
“playa y cosas”, el cual ahora ven como un vacío. Las descripciones son
concisas y no abigarran al lector con “hechos complejos con los que
dificilmente pueda relacionar a las personas que se mencionan en el texto,
porque no ha tenido oportunidad de conocerlas”, además el racionalizar la
información le sirve para crear una atmósfera de suspenso en el relato.
“Así no vale me digo. Así dejaron de ser
alucinantes”. Con esta oración se cierra el párrafo. Se trata de una nueva
referencia implícita a los caracoles y un enigma planteado para el lector: ¿qué
sucedió para que los alucinantes caracoles dejen de serlo? ¿Y por qué el ahora
es de vacío, tristeza y soledad para los hermanos? Los siguientes episodios
reconstruirán el pasado y el relato para llegar a entender ese presente, sin
embargo si tomamos en cuenta el intertexto utilizado, ya tenemos una pista.
Sabemos que personaje y mundo coinciden con el cuento de Borges (dos hermanos
que viven en solitario apartados del resto), por lo cual la estrategia de Nielsen es la de apostar a un lector activo
que pueda predecir quien será el tercer personaje en aparecer y cúal será el
foco del conflicto.
Efectivamente el episodio 1 arranca con el incipiente
caos provocado en el mundo de los hermanos, quienes tenían la playa dividida en
franjas para clasificar caracoles, cuando aparece una nueva franja que les
desbarata el trabajo. Ese surgimiento del nuevo espacio coincide con la
aparición de la prima y su pollera al viento. Las primeras referencias del
narrador hacia ella son de desdén, como si no se tratase de una persona sino de
una carga (“siempre complicándolo todo no sé para qué la trajimos”), punto en
el que también coincide con el trato que se le da a Juliana en “La intrusa”.
Sin embargo el episodio concluye dejando entrever una veta erótica ligada al
personaje de la prima, aunque fuertemente unida al morbo y lo escatológico. “Mi
prima estaba ahí parada, con eso sobre las manos abiertas, y yo pensándole el
nombre”. El doble sentido que se puede extraer de esa escena (¿qué es lo que la
prima le muestra que el narrador todavía no conoce y no sabe cómo llamar?) toma
un tinte más oscuro: aquello que él piensa un diamante no es otra cosa que
excremento “De perro no. es un sorete de tu hermano” le dice ella. Creo que en esa revelación el escritor logra
una primera imagen ominosa. Recordemos
que lo ominoso según Freud se relaciona con los malos augurios, por lo cual
todo relato siniestro debe contar con anticipaciones, como bien logra Nielsen a
través de la intertextualidad y el lenguaje sugerente. Sin embargo no basta
sólo con las anticipaciones. La palabra ominoso en alemán (umheimlich) se
refiere a lo no familiar pero también a lo no secreto, es decir, se trata de
algo que estaba oculto y ahora se devela y que nos remonta a lo pasado,
primitivo y atávico. La búsqueda de lo siniestro en un relato condice con la
construcción de un mundo consistente. Los espacios de casa y playa deben ser
verosímiles y no romper con la lógica de lo que el lector imagina, ya que lo
monstruoso debe surgir desde lo conocido. En ese mundo de caracoles irrumpe un
otro distinto, la prima. El terror a la diferencia (ella) sirve para marcar la
línea de la normalidad (dónde se encuentran ellos) y ver del otro lado de la
franja lo anormal.
En el episodio 2 las voces de los personajes dan cuenta
de un lenguaje sugerente en distintos niveles: el narrador juega con los
sentidos que le despiertan los caracoles y los presenta de forma erótica al
vincularlos a la prima (“con los ojos vueltos dos caracolazos brillantes,
blancos con el bichito húmedo adentro, despierto, escarbador”). Su hermano en
cambio, presenta siempre un lenguaje más científico, interesado por los
caracoles, aparentemente neutro en relación a ella (“Es una concha.- Dijo
mi hermano -, no un caracol. Una concha marina”).
La voz de la prima muestra lo sugerente como explícito.
Se sienta encima de él y le responde: “lo que te hace falta a vos es una buena
concha”. A partir de esa situación se entrevé los celos del hermano narrador
hacia el otro, a quien su prima parece preferir, y se empieza a delinear el
conflicto que desencadenará la presencia de la chica en la casa. Por otro lado
el mundo que sigue construyendo Nielsen se basa en pocos pero precisos
detalles. Dice Laurencich en un artículo de la revista “La Balandra”
(Laurencich, 2013: 67-76) que un breve puñado de rasgos bien elegidos resultan
más efectivos que una descripción minuciosa y agobiante. Así describe Nielsen,
breve pero con palabras certeras a sus personajes y espacios. Por ejemplo la habitación
o estudio dónde etiquetan los caracoles y el afuera de la playa con sus
franjas, pero hay un indicio ominoso que flota sobre esos escenarios
tranquilos: no se habla de la presencia de adultos. Se trata al parecer de tres
adolescentes solos en una casa de playa dónde inicios sexuales y situaciones
que rozan el incesto (por tratarse de primos hermanos) comienzan a perfilarse.
La primera situación de iniciación sexual se da en la
parte 3 entre el narrador y su prima. Destaco como Nielsen utiliza a este
narrador en primera persona para ir dando información relevante de sus
personajes, incluyéndose a sí mismo. Laurencich dice al respecto “La sintaxis y el tono que usa cada uno de
estos tipos de personajes, el registro particular de su discurso, nos puede
decir mucho más que una descripción detallada acerca de ello”. En este cuento
no hay descripciones de los personajes exceptuando algún rasgo concreto (como
la pollera de la prima), sin embargo son el lenguaje desfachatado propio de un
adolescente, lleno de argentinismos los que configuran a los personajes
de manera eficaz. (“Yo no la miro ya me pudrió, después me sale con cualquier
cosa y me la tengo que aguantar por mi hermano. - Mirame, che.”). Sin necesidad
que el narrador lo diga, el lector puede dar cuenta que ese supuesto desinterés
del chico por su prima es falso y que oculta su enamoramiento por ella bajo los
desprecios que le hace.
De hecho algunas líneas después de decir que es
insoportable, las palabras dan paso a la acción: la prima le coloca el caracol
(la Charonia tritonis de similar tamaño que una vagina) en la nariz y ambos
caen hacia atrás sobre la arena (“y la vi a ella tan linda”). El último párrafo
se carga de referencias sexuales, implícitas primero (“ella me sacó el caracol
y yo le grité “más, dame a oler otro poco”) relacionadas con lo visual y
olfativo y luego con la introducción de los berberechos al diálogo, que son
conchas marinas con un molusco dentro fácilmente asociables con el órgano
reproductor femenino. La mención a los berberechos se suma a lo escatológico
una vez más cuando pasa uno volando y “le echa la cagadita en la frente”, y
luego añade a ese momento “me vinieron ganas de vomitar o de hacer pis o hacer
cualquiera”. Ese momento en el que el protagonista quiere eyectar por cualquier vía, lo veo como un
momento bisagra en el cuento en dónde se traspasa un límite. A nivel corporal
en el personaje que necesita extraer de sí algún fluido, pero también en la
propia trama, ya que a partir de allí no podrá negar su enamoramiento y se
aproximará el enfrentamiento con el hermano. Seguido a esto la prima (descripta
como un pulpo, calamar, ventosa) concreta el acto sexual oral, por lo que se
puede ver a la primera vez del chico como un cruce del espacio de lo conocido
hacia “otro” espacio relacionado con la mujer, el cuerpo, el pecado y el
conocimiento.
“¿Dónde estaba
ella? La intrusa” dice en el fragmento 4, trayendo por primera vez el título
del cuento de Borges, como un indicio más para acentuar la intertextualidad.
Ese pasaje de lo conocido a lo desconocido, útil a la hora de marcar el
suspenso en un relato y dar la sensación de que cualquier cosa podría suceder,
aparece gráficamente en la hoja como un renglón en blanco en el cuento que
efectúa un cambio de narrador de primera persona protagonista a tercera persona
omnisciente. Este cambio de narrador aporta nuevos datos a la historia. En
primer lugar por primera vez se le da nombre a los hermanos: Eduardo y
Christian Nilsen, que coinciden con los protagonistas de “La intrusa” (Eduardo
y Cristián). Si bien la asociación con el cuento de Borges requiere de un
lector atento que haya leído el otro cuento y sea capaz de establecer esa relación,
ningún lector puede pasar por alto que los protagonistas del relato tienen el
mismo apellido que el autor, es por eso que logra un efecto ominoso. Ahí radica
la estrategia de Nielsen: quienes leyeron el libro “El informe de Brodie”
entenderán los nombres como un recurso intertextual, quienes no lo leyeron se
plantearán una serie de preguntas ¿Por qué utilizar su mismo apellido en los
personajes? ¿Se tratará de una historia verídica de unos parientes suyos? ¿El
personaje de la prima estará inspirado en alguna prima de Nielsen? Esas
preguntas generan morbo, morbo de que el escritor trate de encarnar de alguna
forma su personaje, y morbo porque superan el terreno de la ficción y abren la
posibilidad de que algo de todo aquello sea cierto. Considero que Nielsen no
buscó en esta estrategia dos alternativas de sentido, sino una multiplicidad:
hay que entender al nombre de los personajes como una marca intertextual así
como una referencia al propio autor.
Para la construcción de un personaje necesitamos de dos instancias: vivencia y
extraposición. La instancia de vivencia es un movimiento hacia el interior, en
dónde nos situamos en el lugar del personaje. En el caso del relato, los
primeros tres episodios en primera persona están narrados desde el punto de vista
de Eduardo. Pero luego se necesita de una segunda instancia hacia afuera
llamada extraposición, dónde se toma la distancia suficiente como para poder
verlo como una totalidad. En el quiebre del fragmento 4 y la incorporación de
una tercera persona que observa la escena desde afuera, veo esa toma de
distancia. Estos dos momentos configuran al personaje como una totalidad
inacabada con densidad propia. Si el escritor no encuentra equilibrio entre
estas dos fases puede caer en un exceso de extraposición que da lugar a
personajes estereotipados o en un exceso de vivencia en dónde el escritor no puede despegarse del
personaje,. En este caso resulta eficaz porque Gustavo Nielsen no cae en la
trampa de hacer de los Nilsen sombras de sí mismo, creando un personaje con
exceso de vivencia y sobre identificación con los pensamientos y palabras del
escritor, sino que crea personajes autónomos.
Inversamente a la identidad que adquieren los hermanos,
la prima (que nunca sabemos su nombre) tiende a cosificarse “es una cosa que da
vueltas para acompañar la pollera, ¿no? Ni siquiera es un caracol que es una
cosa también pero con importancia, digna de guardarse en una caja de cartón”,
sin embargo el escritor no por esto cae en hacer de ella el estereotipo de
“mujer fácil”. Al igual que en “La intrusa” en dónde ambos hermanos pretenden
humillarla y usarla, ahora es el turno del hermano mayor, mientras el menor los
observa con envidia travestido con las ropas de ella. Imagen que podría dar
cuenta de una posible homosexualidad latente y explicaría el amor entre
hermanos que se destaca por sobre al amor por una mujer. ¿Los celos son porque
el otro posee a la prima, o porque él nunca podrá llegar a esa situación con
Christian? La escena de sexo de los primos en el suelo de la cueva resulta
ominosa: Eduardo los observa vestido de mujer y con la Charonia tritonis dentro
de la pollera (con todas las asociaciones sexuales femeninas que esta evoca).
Desde allí los ve “jugando a descubrir y ser descubiertos, al conquilólogo y la
concha peluda, ¡cómo juega Christian! Ja. Da vuelta el caracol y lo examina”.
Lo cubierto es descubierto y se remonta a la esfera de lo familiar. Eduardo
piensa en ese momento que su hermano debería decirle: “si la querés, usala”,
misma frase que Cristián le dice a Eduardo en “La intrusa” (“Ahí la tenés a la
Juliana; si la querés, usala”). El fragmento termina con una justificación de
la misoginia de Eduardo, quien encuentra una excusa para odiarla: el caracol
alucinante encontrado por la prima no es más que un engaño, un recuerdo de
Miramar que fingió encontrar en la playa.
En el episodio quinto se muestra el quiebre en la
relación entre los tres protagonistas y se acentúa la otredad de la chica quien
aparece directamente en otro espacio (da vueltas afuera con su pollera que se
asemeja al fondo del océano y “parece ser parte de otra cosa. Porque estaba
loca y afuera de la casa. Allá”). Del lado del adentro, del allí, los Nilsen la
observan, lloran enamorados y piensan una solución. Eduardo es quien advierte
que está intentando apresar algo que pertenece al orden de la naturaleza, tal
vez por eso rompe la vitrina que retiene los caracoles. Christian piensa “por
favor. Que no se vaya, porque estoy enamorado”, pero es Eduardo quien más tarde dice “- Yo también estoy enamorado
– dijo, de rabia”, tal como si pudiera leerle el pensamiento al otro. Veo en
esa dicotomía entre el pensar y el decir, una estrategia narrativa de Nielsen
para mostrar la relación de apego, casi telepática de los hermanos, que los
llevará a tomar la resolución final: la prima tiene que irse, porque sí.
El final muestra por fin el espacio de lo desconocido: el
ominoso mar, del cual los chicos se habían olvidado por ponerse a juntar
caracoles (el mar estaba plano, raro. Una impresión inolvidable). Es a ese
espacio al cual la chica se dirige y mientras lo hace parece fundirse con el
paisaje. Su pollera es el océano, sus ojos parecen el cielo, esta descripción
final plantea dudas sobre la chica. ¿De dónde vino? ¿Por qué parte hacia el
mar? ¿Muere o vuelve a su verdadero mundo? ¿Quién es? Lo ominoso termina de
configurarse en esa partida, no sólo porque plantea la posibilidad de un
suicidio, sino por la actitud pasiva de los hermanos que la observan desde
adentro de la casa sin hacer nada. Del llanto pasan a la sonrisa, consiguen su
libertad con la muerte de ella y les queda su recuerdo en el morbo que se
esconde dentro del olor y sabor (como fulgores de estrellas en la boca, piensa
Eduardo) del alucinante caracol.
Sin embargo la historia no concluye ahí, sino que creo
que se vuelve a abrir el cuento al colocar la dedicatoria a Borges recién al
final, como un guiño al lector que lo llevaría a releer el relato bajo la clave
de “La intrusa” (en el caso de que no lo hay hecho en su primera lectura). Por
otro lado el final plantea al igual que el título la presencia de esos
caracoles alucinantes y un happy ending para los Nilsen al haber
triunfado el amor fraternal. Pero la introducción mostraba a los hermanos tristes y separados
frente a esos caracoles que los observan amenazantes (como el recuerdo de la
mirada de la prima). Caracoles que habían dejado de ser alucinantes (como ojos
muertos, los de la prima que yace sin vida en el fondo del océano).
La historia no cierra un círculo perfecto, sino que traza
el dibujo de un espiral que se abre, de un caracol. Y
eso es lo que la hace perfecta.
Bibliografía
·Borges, Jorge Luis, “La intrusa”. En su: El informe de
Brodie. Bs As, Emecé editores, 2005
·Highsmith, Patricia, “El primer borrador”. En su: Suspense.
Cómo se escribe una novela de intriga. Barcelona,
Anagrama, 1986.
·Laurencich, Alejandra, “Nociones de oficio: personajes de
cuento y de novela”. La Balandra. Otra
narrativa, 5, Bs. As., Marzo 2013.
·Neuman, Andrés, “Dodecálogo de un cuentrista”. En su: Alumbramiento.
Bs. As., Páginas de Espuma, 2007.
·Nielsen, Gustavo, “Alucinantes caracoles”. En su: Playa
quemada. Bs. As., Interzona, 2006.
mucho texto hijos de puta
ResponderBorrar