"Había participado antes de 2010 con “El amor
enfermo” y “Auschwitz”. La primera llegó a finalista, la segunda no. “El
corazón de Doli” también fue finalista, en el 2006. Había logrado una novela
distinta: no estaba contada linealmente, tenía muchos personajes y un humor
oscuro. Fui a recibir el premio con seguridad y terminé una vez más con las
manos vacías. Pueden creerme o no, pero estar sentado en la primera línea -con
todas las luces encima- y “perder”, es la peor cosa que te puede pasar en esa gala.
Es por eso que cuando estuve seleccionado por
tercera vez, no pensé que era la vencida. Casi no voy. A último momento Max, mi
socio, me preguntó si no tenía que ir al
Clarín. Le dije “bueno, no me avisaron nada, así que seguramente perdí”.
- ¿Y
desde cuándo no damos la cara cuando perdemos?
Eso era cierto. En el Estudio habíamos ganado
un par de concursos de arquitectura, pero perdido decenas. Y a todos habíamos
ido. Su pregunta fue un disparo directo a mi dignidad. Agarré el saco. Llegué
una hora tarde. Evité la fila donde estaban ubicados los demás finalistas. Vi a
Rep y me fui con él, en mitad de la platea. Escuché a Soledad Villamil muy
distendido. Estoy seguro de que ninguno de los otros finalistas pudo hacerlo
igual.
Rep me preguntó por qué no estaba nervioso.
“Mirá si ganás”, me dijo. Le contesté “vine a perder”. Y no es que no creyera
en mi novela, “La otra playa”. Ya no creía, a pesar de haberme presentado, en
mi efectividad para obtener el premio. Pero Rep insistió: “me parece que ganaste”.
Los fotógrafos se habían mudado hasta nuestra fila. Estaban ahí, a cinco
asientos de distancia. Yo andaba tan anestesiado que ni me di cuenta. Me sacaron
una foto ridícula: más no pude abrir la boca.
Cuando subí al escenario, no sabía qué decir.
Para las versiones anteriores había preparado un discurso, esta vez no me había
puesto ni una camisa. Pedí un minuto de silencio por mi amigo Fogwill, callé mi
celular; finalmente agradecí.
El premio me sirvió, me ha servido todos estos
años. Y lo mejor es seguir yendo a estas celebraciones sin desazón, ni nervios.
Solamente a conversar y a tomar champán."
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