A Gus.
Te
conocí herido
de
fuerza, temible
como
un derrumbe
el
miedo te llevaba
en
andas; un triunfador
que
sale del barro del que son
sus
puños
los
riesgos te colgaban su cadena
al
cuello, eras un perro dócil
para
el peligro
comías
de tu hígado endulzado, eras
un
relámpago, una esquirla
una
bala incendiada;
el
médico había dicho:
hay
que tener cuidado
no
hay límite alguno
en
tu entraña.
Si
estás en un balcón
vas
a saltar, si conducís
vas
a chocar o a tirarte por un barranco
como
un ave que se hunde
con
elegancia, en un mar de lava;
si
te agreden vas a golpear
hasta
matar, no hay temor en tus manos
sos
el hombre
más
frágil del mundo.
Debés
construir tu jaula.
No
tengas armas ni un volante, sos
el
que corre a la línea de fuego
y
dispara, sos el pasajero
del
turbante en el avión, sos
el
que destruye a su padre, sos el filo
hacia
afuera y hacia adentro, el verdugo
de
tus dolores, sos el que no piensa en volver
el
resultado del fuego
el
que vino hacia mí, de frente
cordero
con piel de lobo
abriendo
los brazos como quien se ofrenda
a
un tren.
Pero
te vi los ojos.
Y
esa fue nuestra suerte.
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